El primero es Francisco Rico, referente de la filología. Los libros suyos que más recuerdo son La novela picaresca y el punto de vista, El pequeño mundo del hombre y Los discursos del gusto. Nos hablaba de su obra en clase Aurora Egido, que fue alumna suya en la Universidad de Barcelona. Era una prosa llena de inteligencia, erudición y claves. Además de un estudioso influyente –el primer humanista español del último medio siglo, ha escrito Jordi Gracia– tenía un perfil relativamente público, y aparecía en las novelas de Javier Marías, en los diarios de Andrés Trapiello y en los artículos de Javier Cercas: vivir en los libros es un buen destino para un cervantista. La primera edición que leí del Quijote no era de Rico sino de Martín de Riquer, pero sí es suya la que tengo en casa.
Hubo una época en la que Paul Auster era el símbolo del escritor, o de un tipo de escritor neoyorquino (como tantos símbolos de Nueva York, había nacido en Nueva Jersey: eso lo explica Bruce Springsteen en un concierto). Afrancesado, cool, guapo, de Anagrama (luego de Seix Barral), guionista y director de cine, exmarido de una gran escritora y marido de una escritora célebre, fumador, amigo de Lou Reed, sus novelas te atrapaban: usaban la estructura de un género popular (el thriller normalmente, pero no siempre) con un virado literario, entraban en una atmósfera pseudoexistencialista de absurdo y azar, y se resolvían con acierto desigual. Titulaba muy bien: La invención de la soledad, Creía que mi padre era Dios, Trilogía de Nueva York. Su éxito, ha escrito José Antonio Montano, era un equívoco: ya avisaba Cioran de que todo éxito es un malentendido. Disfruté A salto de mata, sus memorias de juventud, y recuerdo que decía que escribir reseñas le había enseñado a saber lo que pensaba de un libro. En sus cartas con Coetzee parece un hombre amable, curioso, deseoso por dar a conocer la obra de autores menos famosos, con un pensamiento más basado en anécdotas que abstracciones. Con afecto lo retrata en Cuchillo su amigo Salman Rushdie. Traduje algunos de sus Ensayos completos (Seix Barral): hermosas piezas sobre Charles Reznikoff, Joe Brainard, Art Spiegelman, Nathaniel Hawthorne.
La tercera muerta es Victoria Prego, una de las grandes periodistas españolas y autora de una serie valiosísima sobre la Transición española. Se han escrito preciosas necrológicas sobre ella: la de Anabel Díez en El País, la de Verónica Puertollano en Letras Libres. Arcadi Espada recordaba que, cuando algunos medios mostraban un mezquino escepticismo, ella contó las agresiones físicas que sufrían miembros de Ciutadans a manos de los nacionalistas, y la ha retratado en su podcast como una periodista generosa y modélica. Siempre era interesante. Dice Puertollano: “Quienes trabajaron con ella suelen decir que Victoria era como una más. Una más, pero la mejor.” Una amiga que vivía en el mismo edificio que Prego estaba muy apenada. Me sorprendió que la afectara tanto. Dijo: Pues tenías que ver lo triste que está el portero, que la trataba más que yo.
Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).