El debut de una sociedad posthumana
No creo que nadie que tenga un mรญnimo de sensibilidad necesite de ninguna pandemia para entender que la รบnica religiรณn que nos ha quedado es la del progreso tรฉcnico-cientรญfico. Digamos que la pandemia actual ha acelerado la Historia, o sea ese callejรณn sin salida en el que entramos en el verano de 1945 cuando estallรณ la primera bomba atรณmica en Hiroshima.
En Hiroshima se acabรณ el sueรฑo humanรญstico y empezรณ el sueรฑo posthumano. De hecho, despuรฉs de Hiroshima, el hombre ha podido comprobar el poder de su conspiraciรณn contra toda forma humana y contra toda forma de vida. Ha podido constatar que estรก hecho de la misma sustancia que las sombras. Como la que todavรญa hoy se puede observar impresa en un muro en las ruinas de la ciudad. El hombre no es nada, es solo una sombra. ยกY aquรญ estรก la prueba! Y habiendo constatado fehacientemente que podรญa desaparecer fรญsicamente de la faz de la tierra, el hombre empezรณ a creer que la รบnica salida para no volver a encontrarse frente a la catรกstrofe era la de desaparecer en tanto que individualidad, en tanto que individuo inigualableโฆ Hiroshima fue el ensayo general del fin de la sociedad humana.
Esta pandemia es el gran debut de una sociedad posthumana que ha sustituido la libertad individual por la seguridad de masas. Y mover una ceja. Con una docilidad propia de rebaรฑo. Sin ningรบn tipo de remordimiento. Sin lanzar una mirada crรญtica a la Historia. Asustada, mรกs que del contagio, del miedo a contagiarse. Alain decรญa que ningรบn peligro provoca miedo si no lo vemos reflejado en un rostro. Bien, aquรญ en Italia yo no he visto miedo en los rostros de los polรญticos, de los periodistas, de los cientรญficos que, de manera obsesiva, durante mรกs de sesenta dรญas, han invadido nuestras casas a travรฉs de la televisiรณn. Los he observado detenidamente. Pero no he visto el miedo. En sus rostros he visto el kitsch del miedo, o sea, el miedo como absoluto. He visto el sentimiento del miedo elevado a cuestiรณn de Estado. Y he visto y probado el kitsch de su remedio, es decir, el sentimiento humanitario elevado a propaganda. Ninguno de ellos, en cualquier caso, me ha parecido que fuera capaz de aprender la lecciรณn que la naturaleza nos estaba dando.
Se me podrรญa decir que habrรญa sido demasiado esperarse de esos burรณcratas algo distinto. Sin embargo, los escritores no se han mostrado menos conformistas. Desde respetables lacayos de polรญticos, proclives a su vez al diktat de la tecno-ciencia, ni siquiera han hecho un intento por decir que tal vez la peste no venรญa solo para hacer daรฑo sino para darnos una oportunidad histรณrica, la de reducir el ritmo de la producciรณn, la de abandonar de una vez la economรญa de la abundancia, la de probar una forma de vida donde la valentรญa y la libertad no se vieran comprometidas en nombre de la llamada verdad cientรญfica.
El caso es que para ellos la Historia ha dejado de ser, desde hace mucho, un laboratorio en el que el hombre se pone a prueba. Primero porque, de hecho, el propio hombre se ha convertido en el laboratorio para poner a prueba su superaciรณn. Segundo, por una razรณn menos propia de los tiempos pero mucho mรกs difรญcil de confesar: mรกs que del contagio de la peste, la mayorรญa de los escritores temen ser tratados como traidores de la sociedad. Por otro lado, ha sido asรญ durante siglos. Desde tiempos de Boccaccio. Pero en el Decamerรณn no solo se describe la peste negra y su terrible realidad, sino sobre todo todo el abanico de posibilidades de la vida de los que deciden que hay algo mucho mรกs importante que la peste. Hacer ver a la humanidad que la memoria de la peste no es toda la memoria era, hasta hace algรบn tiempo, el reto y el sello del escritor de rango. Nada mรกs.
Traducciรณn de Carmen Ruiz de Apodaca.
Massimo Rizzante (1963) es poeta, ensayista y traductor. Ha formado parte desde 1992 a 1997 del Seminario sobre la Novela Europea dirigido en Paris por Milan Kundera.