En las últimas semanas López Obrador ha mencionado su intención de tener un sistema de salud como “el de los países nórdicos, de primera”. ¡Oh, la ilusión vikinga! Desde hace ya un tiempo los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia) se ubican a la cabeza de casi todos los rankings, incluyendo competitividad económica, salud, seguridad social y, por supuesto, felicidad. De hecho, los teóricos del desarrollo han acuñado el término “getting to Denmark” para ejemplificar una modernización exitosa.
Pero “llegar a Dinamarca” (y mantenerse ahí) no es fácil ni rápido, y no se logra reduciendo las tasas impositivas ni dejando de invertir en sectores clave. Veamos algunos ejemplos:
Recaudación tributaria
México recauda por impuestos el 17.2% del PIB.
Islandia: 36.7%
Suecia: 44.12%
Finlandia: 44.13%
Dinamarca: 45.94%
(Además, pagar impuestos en los países nórdicos es un trámite sencillo –¡que puede hacerse desde el celular!– y, sobre todo, la población confía en el buen uso que se le dará a sus impuestos.)
Gasto público en salud
México invierte el 2.8% de su PIB en salud.
Finlandia: 6.7%
Islandia: 7%
Dinamarca: 8.6%
Suecia: 9.9%
Educación de la primera infancia
México invierte en educación en la primera infancia 0.63% de su PIB.
Finlandia: 1.24%
Dinamarca: 1.26%
Islandia: 1.71%
Suecia: 1.92%
Investigación y desarrollo
México invierte 0.48% de su PIB en este rubro.
Islandia: 2.07%
Finlandia: 2.33%
Dinamarca: 2.87%
Suecia: 3.25%
En esta página pueden hacerse otras comparaciones sobre agricultura, desarrollo, empleo, medio ambiente, pobreza, desigualdad y distribución del ingreso, calidad de vida y pensiones que permiten poner en perspectiva lo que implica alcanzar los niveles de vida nórdica (aunque algunos dicen que no todo es miel sobre hojuelas: Finlandia, por ejemplo, se llena de mosquitos en verano…)
Hace un par de meses, Blanca Heredia y Ana Laura Magaloni, de manera muy profética, señalaban la necesidad de olvidarnos de Dinamarca y volver a México. Para ello proponían empezar a hablar de lo que es posible y de lo que es inadmisible, así como de “hacer un alto en el camino y […] entender mejor cómo la apertura económica y la democratización política lejos de haber eliminado las viejas formas de gobernar un país profundamente desigual han contribuido a exacerbar sus peores vicios, lo que ha terminado por fracturar la gobernabilidad y auspiciar la espiral de violencia en la que nos encontramos inmersos”. Es tiempo de tomarles la palabra. Y una vez que hayamos dejado de añorar los programas y las políticas de los países nórdicos, valdrá la pena retomar las propuestas de Santiago Levy y aceptar que México necesita reconocer que las buenas intenciones no bastan.
México, señala Levy, no debe renunciar a sus aspiraciones de aumentar el bienestar social y redistribuir la riqueza a favor de los más pobres. A lo que sí tiene que renunciar es a creencias profundamente arraigadas y discursos políticos que promueven políticas fiscales que solo terminan por reducir, aun más, la base tributaria y castigar la productividad.
Quizá lo que hay que aprender de los países nórdicos no está en sus programas, sino en sus instituciones, porque no hay buenas políticas de desarrollo social o económico si las instituciones que los sustentan no funcionan bien.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.