Hay cuatro fuentes de empleo para los mexicanos: el autoempleo, la demanda de brazos en los Estados Unidos, las empresas privadas y el sector público.
Uno. El autoempleo tiene raíces culturales profundas. Trabajar por su cuenta ha sido un ideal para los mexicanos. Aprendieron a vestirse para salir de casa, perder el tiempo en llegar a su trabajo y marcar tarjeta en un reloj, con pocas ganas. Todavía hoy, el autoempleo en México es del 30%, frente al 6% en los Estados Unidos, según la OECD Self-employment rate (2020).
La cuarentena por la covid-19, el escaso crecimiento de la economía y el cierre de miles de empresas desembocaron en el autoempleo, más que el desempleo. De hecho, este, en vez de subir, bajó al 3.5% en diciembre de 2021, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI. Aunque no hay que olvidar que la encuesta considera ocupada a la persona que trabajó al menos una hora en la semana anterior a la entrevista.
Desde la perspectiva de un alto funcionario o ejecutivo (proyectándose), el autoempleo parece un horror. Es un prejuicio bien vestido contra una gran solución social.
Un puesto de tacos le conviene más al país que un puesto burocrático. Su productividad es superior (con respecto a la inversión), como puede verificarse en los censos económicos y lo señaló hace siglos un economista clásico.
Richard Cantillon, Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general (1755): “Pero si un aguador de París se convierte en empresario de su propio trabajo, todo el capital que necesita será el precio de dos cubas, que podrá comprar con una onza de plata […] Si gana con su trabajo cincuenta onzas de plata al año […] ganará cinco mil por ciento” [50 veces la inversión]. FCE, traducción de Manuel Sánchez Sarto, pp. 130-131.
Todo lo que hace falta para fomentar una fuente de empleo tan eficaz es superar los prejuicios, multiplicar los microcréditos y reducir radicalmente los trámites para abrir y operar microempresas.
Dos. Las mismas causas en México y la prosperidad en los Estados Unidos han favorecido el empleo de mexicanos. Las remesas de lo que ahorran para hacer envíos de unos 300 dólares a su casa, cada vez que pueden, han subido a niveles nunca vistos: más de 50 mil millones de dólares en 2021. Dos veces más que los ingresos petroleros. Lo cual compensa en parte la fuga de capitales golondrinos y la menor llegada de inversiones por la incertidumbre ante la situación del país. Las remesas son una bendición para la fortaleza del peso y, sobre todo, para unos dos millones de familias que reciben dólares con mayor eficacia que las ayudas del gobierno. Y se generan sin necesidad de inversiones (en México). Además, los migrantes aprenden a desenvolverse en otro medio (y hasta un poco de inglés), desarrollan su capacidad laboral, observan otras formas de vida y democracia, vuelven con ideas. Los viajes ilustran.
Tres. Con el crecimiento interno en pausa o negativo, a las empresas les sobra capacidad de producción y buscan la salida en el mercado externo. Hay un auge exportador de manufacturas automotrices, eléctricas y electrónicas, así como de cerveza, tequila, aguacate, carne de cerdo y otros productos agropecuarios; porque, con los estímulos del presidente Biden a la economía, aumentó el consumo y les faltan brazos para producir más.
Cuatro. El gobierno ha destruido empleos en el sector público con buenas razones y remedios desatinados. Pero también ha creado nuevas burocracias y obras públicas megalómanas. El resultado neto ha sido la abundancia de empleos de dudoso futuro, con desperdicio de tiempo, materiales y capital; y hasta con daños ambientales.
El Seguro Popular, que funcionaba bien y atendía a 50 millones de mexicanos, fue suprimido absurdamente y sustituido por un costoso Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) que está lejos de funcionar bien. Persiguiendo la corrupción en la compra de medicamentos, se logró un desabasto desastroso para los enfermos, pero no eficaz contra la corrupción. Como si fuera poco, retiró millones del presupuesto de organismos y dependencias para “invertirlos” en prolongar la agonía de dos elefantes blancos: Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad.
Publicado en Reforma el 27/II/22.
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.