La herencia te da una ventaja inicial. El matrimonio te permite compartir esa ventaja. El pillaje es una manera de debilitar esa ventaja.
En mi anterior artículo decía que reseñaría el libro recién publicado de Daniel Shaviro Literature and inequality. Shaviro analiza la desigualdad de estatus, clase y renta en nueve novelas populares. Los tres primeros libros son Orgullo y prejuicio* de Jane Austen, Rojo y negro* de Stendhal y Papá Goriot* de Balzac (y su continuación, La casa Nucingen). Describen las sociedades de Europa occidental durante la Era de las Revoluciones. Los siguientes tres son Cuento de navidad de Dickens, El mundo en que vivimos de Anthony Trollope y Regreso a Howards End* de E. M. Forster. Transcurren en Inglaterra durante la Revolución Industrial, y justo antes de la Primera Guerra Mundial. Los tres libros finales abordan la desigualdad estadounidense: La edad dorada de Mark Twain y Charles Dudley Warner, La casa de la alegría de Edith Wharton y El financiero (y El titán, de Theodore Dreiser).
Se puede, obviamente, hablar mucho de estos libros y del inteligente análisis que hace Shaviro de ellos. Su obra podría sentar un precedente e inaugurar un nuevo tipo de estudios sociales que combinen el uso de trabajo empírico e investigación de archivos con la ficción. Porque todos estos libros de supuesta ficción están fuertemente basados en la “no ficción” de sus sociedades y dan al economista muchas pistas que merece la pena explorar.
Solo he leído cuatro de los nueve libros analizados (los he indicado con un asterisco) y obviamente mi análisis de los demás depende completamente de lo que he aprendido de Shaviro. Me gustaría centrarme en dos cuestiones.
La literatura aquí estudiada nos muestra no solo el conflicto común entre la “vieja riqueza” (que, en los contextos británico y francés, podría denominarse riqueza aristocrática, y en EEUU podría denominarse riqueza estilo “familias de Filadelfia”) y la riqueza recién adquirida, o entre los ricos y pobres. Los nueve libros demuestran que existen solo tres maneras de alcanzar la cumbre de la sociedad: herencia, matrimonio o pillaje.
La herencia es una opción obvia para permanecer en la cumbre. Pero el matrimonio mitiga un poco eso: si el mercado del matrimonio fuera completamente comonotónico los superricos se casarían solo con los superricos, los menos ricos se casarían con quienes son solo un poco menos ricos, y así hasta las clases bajas. Los ránkings ordinales no se alterarían y las brechas de riqueza y renta se ampliarían aún más. Pero los matrimonios obedecen también a otras leyes: el amor, la atracción sexual, accidentes, influencia parental, decisiones estratégicas. Por lo tanto introducen un elemento de entropía en una estructura por otra parte jerárquica.
El matrimonio perturba el orden social. Esto es algo que comenta Shaviro en el libro, en el caso de las mujeres; de los libros que reseña, Orgullo y prejuicio y otras novelas de Jane Austen son las que más giran en torno a la misma cuestión: quién se va a casar con quién, y cuántas libras de ingresos va a aportar cada uno de los pretendientes.
Pero el mercado del matrimonio de hombres se suele mencionar menos. Shaviro tampoco lo comenta. Y sin embargo es algo que aparece en varios de los libros que reseña. La carrera de Julien Sorel consiste en conquistas amorosas que le permiten poco a poco ir subiendo de escalafón social, hasta que le traen también una desgracia final. Lo mismo le ocurre a Rastignac en Papá Goriot y La casa Nucingen, que planea su ascenso social exclusivamente a través de relaciones amorosas secretas y matrimonios (a veces de manera simultánea). En estas dos novelas francesas, la conquista sexual que normalmente asociamos con las mujeres la usan los hombres para pasar de una posición social baja a una alta. La misma cuestión reaparece en Regreso a Howards End, donde Leonard comienza una relación que acabará siendo destructiva con una de las hermanas Schlegel, mucho más ricas que él. Es socialmente idéntica la relación entre Lawrence Selden (un joven aspirante) y Lily Bart (de buena cuna pero con problemas) en La casa de la alegría. Si Shapiro hubiera incluido Suave es la noche de Scott Fitzgerald en la sección estadounidense podría haber tenido otro héroe masculino que usa el matrimonio, consciente o inconscientemente, para escalar.
Por lo tanto el matrimonio, que muchos consideran, especialmente en sociedades donde el papel de la mujer era limitado, un instrumento de promoción social que usaban las mujeres, en realidad lo usaban ambos sexos. Los libros aquí reseñados, curiosamente, ofrecen un tratamiento de los géneros más igualitario de lo que podríamos pensar.
La tercera herramienta de avance social es hacer dinero uno mismo (en este caso, sin embargo, siempre es un hombre). Los trabajos más comunes son especulador financiero y empresario industrial: Nucingen en Balzac, Scrooge en Dickens, Melmotte en Trollope, Sterling en Twain y Dudley Warner, Percy Gryce en Edith Wharton y Frank Cowperwood en Dreiser. Ninguno de ellos es un personaje que resulte simpático. Es sorprendente que en todo los casos el camino hacia la cima es oscuro. Hay chantajes, engaños, nepotismo, pillaje y sobornos. No hay historias al estilo Horatio Alger ni ningún héroe de Ayn Rand. Aunque Dreiser no describe a su financiero en malos términos, debe su éxito a su disposición a usar todos los medios posibles, aunque sean sórdidos, para prevalecer. Es un mundo similar al que podemos ver hoy en cualquier episodio de Succession.
Ahora bien, no sé si todos los ascensos al poder económico eran posibles solo a través del soborno y el chantaje y el expolio. Pienso en la “acumulación primitiva” marxista cuando veo al personaje de Austen Henry Lascelles, cuya riqueza proviene de plantaciones de esclavos en Barbados, o cuando pienso en los innumerables y preciosos castillos y edificios públicos (¿el Rockefeller Center en Nueva York?) que se construyeron sobre las espaldas (por así decirlo) de una explotación brutal o de fechorías financieras. Es muy posible que la riqueza inmensa realmente no se pueda adquirir de otra manera.
Pero también es posible que en los libros de ficción nos encontremos a menudo con este tipo de personajes simplemente porque sus vidas –el contraste entre la enorme riqueza y la escasez de cualidades morales– son mucho más interesantes tanto para los escritores como para los lectores, más que si hubieran alcanzado el éxito dentro de la ley y de unas reglas éticas.
El énfasis que ponen algunos autores en las prácticas poco éticas que hay detrás de la adquisición de riqueza nos deberían hacer cuestionar nuestra manera de reflexionar sobre la benevolencia de algunas fortunas en sociedades capitalistas. Quizá muchas de ellas se obtuvieron de la misma manera que describe el libro de Shaviro, y no de la manera que quiere hacernos creer Samuelson (y sucesores) en su manual de economía.
Publicado originalmente en el blog del autor.
Traducción del inglés de Ricardo Dudda.
Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).