El impacto del Chief Design Officer

Desde empresas de alcance global hasta la Casa Blanca ha permeado la idea de que el diseño no es una simple cuestión cosmética, sino que debe formar parte de la estrategia de las organizaciones. Un rol ejecutivo encarna este cambio.
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En lo que va del siglo, pocas funciones han escalado tan rápido en las jerarquías de las organizaciones como la del Chief Design Officer (CDO). Si antes el diseño se asociaba con el trazo de un logotipo o la apariencia de un envase, hoy se ha convertido en un lenguaje estratégico: define experiencias, moldea culturas y crea valor económico y simbólico.

El CDO no es un “director creativo” aislado, sino un ejecutivo de alto nivel que participa en la definición del rumbo de una compañía o incluso de un gobierno. Su misión ya no es embellecer, sino transformar. Como apunta la revista CMSWire, el CDO “da forma no solo a la estética, sino también a la estrategia y a las operaciones”. Future London Academy subraya que su campo de acción se extiende desde la experiencia humana hasta la innovación organizacional y el impacto social.

El diseño, en esta lógica, deja de ser periférico y se convierte en columna vertebral de las empresas.

Las funciones de un Chief Design Officer

Las responsabilidades del CDO pueden resumirse en cinco ejes:

Definir y alinear la estrategia de diseño con los objetivos de negocio. El diseño ya no llega al final de la cadena, sino que orienta desde el inicio el desarrollo de productos, servicios y políticas.

Construir equipos multidisciplinarios. UX, diseño industrial, branding, comunicación visual: disciplinas diversas bajo una misma visión.

Promover el pensamiento de diseño en toda la organización. El CDO es evangelizador y diplomático: persuade a la alta dirección de pensar siempre en el usuario.

Medir el retorno de inversión del diseño. A través de métricas de usabilidad, satisfacción y lealtad, demuestra que el diseño es fuente de ingresos, no un gasto.

Fomentar la creatividad como sistema. Establece procesos que permitan que la innovación no dependa de destellos individuales, sino de una cultura compartida.

Como se publicó en Fast Company, los grandes CDO “no solo cambian los productos finales, sino la forma en que las ideas son concebidas, evaluadas y respaldadas dentro de la organización”.

El diseño como ventaja competitiva: lecciones corporativas

Las empresas más innovadoras del mundo han entendido que el diseño es un multiplicador de valor. Tres ejemplos son ilustrativos:

Nike / John Hoke III. Entre 2017 y 2023, Hoke dirigió un ejército de más de mil diseñadores, impulsando la estrategia de sustentabilidad “Move to zero” y consolidando a Nike como una marca cultural, no solo deportiva. Sus tenis ya no son meros productos: son símbolos que combinan innovación tecnológica, diseño emocional y narrativa publicitaria.

Samsung / Mauro Porcini. Tras revolucionar PepsiCo, Porcini asumió en 2025 como el primer CDO de Samsung. Su visión reconoce que competir en el mercado de electrónicos no depende solo de la potencia del hardware, sino de la experiencia integrada que conecta dispositivos, interfaces y servicios.

Google / Ivy Ross. Desde 2014, Ross ha liderado el diseño de dispositivos de consumo. Su apuesta ha sido humanizar la tecnología: transformar aparatos fríos en experiencias accesibles, intuitivas y, en cierto modo, afectivas.

A estos casos se suman otros icónicos: Apple con Jony Ive, IBM con su Carbon Design System, o PepsiCo con la institucionalización del diseño como cultura organizacional. Todos muestran un principio común: cuando el diseño pasa de ser cosmético a ser estructural, la organización crece más, fideliza mejor y se vuelve más relevante.

Un estudio de McKinsey & Company lo confirmó: las empresas que ponen al diseño en el centro superan a sus competidores en crecimiento hasta por una proporción de 2 a 1.

El salto a la política: un Chief Design Officer en la Casa Blanca

El 21 de agosto de este año, el presidente Donald Trump sorprendió al anunciar la creación del puesto de Chief Design Officer de Estados Unidos, acompañado de la iniciativa America by Design. El nombramiento recayó en Joe Gebbia, cofundador de Airbnb.

El nuevo cargo no es decorativo: Gebbia dirigirá el National Design Studio, un equipo encargado de modernizar más de 26,000 sitios web federales –del IRS al Departamento de Estado–, estandarizar interfaces digitales y mejorar la experiencia ciudadana en trámites cotidianos. Su misión, según declaró, es lograr que los servicios gubernamentales sean “tan satisfactorios como comprar en la Apple Store”.

El calendario es ambicioso: las agencias deben presentar avances tangibles para el 4 de julio de 2026. El mandato del estudio será de tres años, hasta 2028.

Más allá del gesto político, la decisión de Trump envía un mensaje simbólico: el diseño no es solo lenguaje de marca, sino lenguaje de gobierno.

Paralelismos y desafíos

El caso estadounidense funciona como espejo de lo que ocurre en las corporaciones:

Liderazgo estratégico. Así como el CDO alinea el diseño con las metas comerciales, el CDO gubernamental debe alinearlo con las metas de política pública: eficiencia, transparencia, confianza.

Centrarse en el usuario. En la empresa, el cliente; en el gobierno, el ciudadano. La meta es la misma: diseñar experiencias simples, intuitivas y confiables.

Demostrar valor. En el mundo corporativo, se mide en ventas y fidelidad. En la esfera pública, en satisfacción ciudadana, reducción de costos y legitimidad democrática.

Innovación vs. burocracia. Mientras una empresa puede iterar rápido, el Estado enfrenta legados tecnológicos, reglas de adquisiciones rígidas y resistencias políticas. El reto de Gebbia será traducir creatividad en procesos escalables dentro de un aparato burocrático.

En suma, lo que para Nike o Google ha sido una ventaja competitiva, para la Casa Blanca será una prueba de gobernanza.

El nuevo contrato del diseño

El ascenso del CDO en las empresas redefine lo que entendemos por diseño. En primer lugar, todo se trata de un sistema, no de un producto. Un iPhone no se explica sin el sistema operativo iOS; una zapatilla Nike no se entiende sin la narrativa que la acompaña.

Segundo, el lenguaje de datos es vital. Los CDO hoy no se basan solo en intuición estética: miden usabilidad, satisfacción y experiencia, vinculando diseño con métricas duras.

Tercero, no hay empresa exitosa sin ética y confianza. En la era de la inteligencia artificial, el diseño no es neutral: puede guiar o sesgar decisiones. El CDO debe garantizar experiencias transparentes y justas.

Finalmente, todo es cultura organizacional. El diseño no es solo un equipo creativo, sino un método de gestión: fomenta empatía, experimentación y visión a largo plazo.

Conclusión: el diseño como brújula estratégica

Nike, Samsung, Google y ahora la Casa Blanca ilustran una misma lección: el diseño no es la superficie, es la estructura. El Chief Design Officer encarna esa transformación: de ser un artista encerrado en un estudio, se ha convertido en el arquitecto de confianza, valor y significado en un mundo saturado de productos, servicios y discursos.

En el siglo XX, el progreso estuvo marcado por la ingeniería y las finanzas. En el XXI, el diseño puede convertirse en el catalizador de legitimidad y de sentido. Si los gobiernos logran, como las empresas, traducir complejidad en simplicidad y burocracia en claridad, el diseño dejará de ser accesorio para convertirse en política pública.

La lección es clara: toda organización que aspire a crecer, innovar y generar confianza necesita un Chief Design Officer. En una época donde la abundancia de información convive con la escasez de atención, el diseño es, más que nunca, la brújula estratégica de nuestro tiempo. ~


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