La relación furtiva e inconclusa entre dos mujeres gimnastas y el incendio que una de ellas provoca. Dos sucesos oscuros para los habitantes de un pequeño y conservador pueblo de los Alpes franceses intrigan a Vicky, una solitaria niña de diez años con un sentido del olfato que no solo le permite reconocer olores a varios metros de distancia, sino que le da la posibilidad de reproducirlos a placer y capturarlos en frascos, como si de una bruja moderna se tratara. El inesperado regreso al pueblo de su tía paterna potenciará esta capacidad, al grado de que ciertos aromas la irán transportando por de los recuerdos de aquellos que la rodean. De esta manera Vicky irá descubriendo el pasado de sus padres y su propio origen.
Esta es la historia de Los cinco diablos, segundo largometraje de la directora y guionista francesa Léa Mysius, protagonizado por Adèle Exarchopoulos y la debutante Sally Dramé. La película recorrió el año pasado lo mismo la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes que certámenes dedicados al cine de género como Sitges y Fantastic Fest, gracias a los elementos de cine fantástico que permean este relato de formación.
A propósito de su reciente estreno en salas de arte, antes de su lanzamiento en la plataforma de streaming Mubi, participamos en un encuentro entre un pequeño grupo de medios latinoamericanos y la realizadora, quien habló acerca de sus reminiscencias infantiles, influencias e intereses temáticos.
En cortometrajes previos como Cadavre exquis (2013) y L’île jaune (2016) ya tenías como protagonistas a niñas que, entre ingenuidad y juegos infantiles, iban teniendo sus primeros encuentros con el mundo adulto, el cual puede ser hostil. ¿Qué te interesa de este tipo de personajes?
Es difícil hablar de las obsesiones personales. Voy a tratar de explicar cómo conecto mis películas y qué es lo que me permite encontrar estos temas. Creo que muchos de mis personajes son bastante inusuales y extraños en una manera que hace eco de mi infancia. Por ejemplo, tengo una hermana melliza, Esther, quien ha sido la diseñadora de producción en todas mis películas y de la que hablo en mi cortometraje Les oiseaux-tonnerre (2014). Yo jugaba bastante en el bosque y era muy cercana a los animales. Existía un ligero lado místico en las cosas que me imaginaba y que me gustaba hacer. De niña pensaba que existía un cementerio de los dioses y, como Vicky en la película, inventaba pócimas para tratar de reproducir aromas. Todas estas cosas nutren mi trabajo. A mi parecer, los niños son bastante complejos, no creo en la visión estilo Disney que se tiene de ellos. Creo que están llenos de preguntas existenciales, que tienen pensamientos muy elaborados sobre temas como la sexualidad y la muerte, y creo que todos estos temas son los que conectan mi filmografía.
En Ava (2017), tu largometraje anterior, así como en esta nueva película, presentas a personajes que desean escapar de su pequeña ciudad y, con ello, de sus familias –con las que tienen poco en común–, de ciertas convenciones sociales, de sus vidas cotidianas. ¿De dónde surge este tema?
Crecí en la zona rural de Burdeos, en un lugar callado y apartado, y nunca pensé dejarlo cuando era niña. Ya como adulta reconsideré mi opinión al respecto, porque me di cuenta de que la gente de estos lugares es bastante conservadora y por lo general vota por la extrema derecha. Como adulta, quería experimentar diferentes cosas, ver más gente y conocer la ciudad, así que me mudé a la capital. Respecto a las convenciones y normas sociales, es algo que encuentro sofocante, pero creo que no estoy sola en ello, probablemente es algo universal, así que al final elegí un trabajo que se sale de estas convenciones. Ahora tengo un hijo y siento que en algún momento me paré más dentro de este sistema tan tradicional, e inmediatamente empecé a entrar en pánico. Veo una muerte de la creatividad al pertenecer a este tipo de sistema.
Tu película ha sido exhibida en festivales especializados en cine de género, aunqe no se trate de una cinta al uso. ¿Cómo se fue introduciendo el elemento fantástico en la trama de Los cinco diablos?
Realmente no me propuse hacer una cinta de género. Inicialmente tenía la idea de hacer una historia de una chica con un don, (no necesariamente mágico) que activaba memorias, de la misma manera que la gente tiene instantes de nostalgia cuando un olor dispara recuerdos de su infancia, como si fuera un momento proustiano. Durante la escritura del guion desarrollé esta idea en la que la niña no vería dentro de sus recuerdos, sino que lograría entrar físicamente en los recuerdos de sus padres, lo que le dio el giro fantástico a la cinta. No quería que la película fuera demasiado cerebral, por lo que el cine fantástico me permitió reunir todos los elementos pop del género y jugar con ellos para hacer que un tema sombrío e inquietante se volviera más entretenido y lúdico, a partir de referencias como Twin Peaks (David Lynch 1990-1991/2017), El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) o ¡Huye! (Jordan Peele, 2017). También los paisajes montañosos donde se sitúa la historia permitieron que se consiguiera un tono fantástico.
Lo que encuentro muy interesante sobre la brujería es que hay una universalidad del tema. Cada cultura tiene su propio tipo de magia, como ocurre en el lugar de donde vengo, en donde se sigue practicando, y en la cinta Vicky está haciendo la suya. Algo que me agrada es que esta se transmite de mujer a mujer. Creo que el cine, especialmente el de género, nos permite crear magia, a pesar de que en Francia este cine no es aceptado completamente.
¿Cómo representar en pantalla el olfato, un sentido asociado a la memoria, a la conducta sexual y a lo primitivo del ser humano? ¿Cómo volver cinematográfico un aroma?
Tuve esta conversación con mi coguionista y director de fotografía, Paul Guilhaume, quien creció en un ambiente urbano. Él me decía que se acostumbró a bloquear su olfato debido a los malos olores propios de la ciudad, mientras que yo, al crecer en el campo, estaba acostumbrada a oler y percibir todo. Durante la filmación de Ava tuve severas migrañas que perjudicaron mi vista. Así que tuve que ponerme una venda en los ojos, como hace la protagonista de la película, para que los dolores fueran menos intensos, y eso desarrolló mis otros sentidos. Genuinamente, creo que el sentido del olfato es muy menospreciado. Creo también que con la covid-19 muchas personas empezaron a revalorarlo, ya que lo perdieron.
Fue un gran desafío capturar en pantalla los aromas, filmar lo invisible. Decidimos empezar con imágenes concretas, como los frascos con sustancias que Vicky va creando; posteriormente, elementos como la iluminación o la música ayudaron a la evocación de esos olores.
¿Cómo influye tu faceta como guionista para películas de otros directores en el cine que diriges?
Creo que ha cambiado con el tiempo. Solía sentir mucha más libertad cuando escribía para mí porque eran mis propias ideas y podía hacer lo que quisiera con ellas, mientras que cuando adoptaba la visión de alguien tenía más limitantes. Ahora siento que puedo confiar en el material de otras personas para jugar con él, adquiriendo mayor experiencia al hacerlo. Colaborar con directores como Arnaud Desplechin (Les fantômes d’Ismaël, 2017), André Téchiné (L’adieu à la nuit, 2019) o Claire Denis (Stars at noon, 2022) me ha dado acceso a otros puntos de vista sobre el mundo. Curiosamente, con mi trabajo empiezo a tener varias preguntas existenciales que lo hacen más difícil de desarrollar.
En la más reciente entrega de los premios Oscar, Sarah Polley fue reconocida por el guion de Ellas hablan, una película sobre un drama femenino, el caso real de las violaciones sistémicas de las que fueron víctimas las mujeres de una comunidad menonita en Bolivia. ¿Cuál es la importancia que ves en ese premio?
Creo que es muy importante que cambiemos el sistema de representación en la pantalla, que veamos mayor diversidad. Es cierto que cada vez más cineastas y guionistas están creando nuevos papeles sin estereotipos para mujeres, pero no es solo dar espacio a las voces femeninas, sino que nosotros como artistas debemos de representar las múltiples voces y puntos de vista existentes que todavía están ausentes de la pantalla grande. ~
(Ciudad de México, 1984). Crítico de cine del sitio Cinema Móvil y colaborador de la barra Resistencia Modulada de Radio UNAM.