Foto: Tim Know/Ars Electronica, CC BY-NC-ND 2.0

“Pinto con música y hago música con pinturas. No distingo entre formas de arte”. Entrevista a Laurie Anderson

Una plática con la artista visual, narradora, intérprete musical, cineasta e inventora de instrumentos.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

El holograma tiene casi seis metros de altura. Un hombre con gafas, sentado en una silla blanca. Desde su hogar, en África occidental, habla de su experiencia en la base estadounidense de Guantánamo, la forma en que fue capturado y los años que pasó en la cárcel sin ser acusado. La tortura. Su voz se quiebra, se lleva las manos al rostro. Por varios segundos se queda en silencio, no puede continuar. La gente se congrega a su alrededor y observa. Junto al holograma sus cuerpos son diminutos, siluetas indistintas que podrían estar alrededor del monumento a Lincoln en Washington, D.C. Hacen una o dos preguntas pero las respuestas tardan  en llegar por el retardo. Al poco desisten. Lo siento mucho, le dicen. Siete años es una eternidad.

La instalación Habeas Corpus (2015) es una de las obras de la artista multidisciplinaria Laurie Anderson. Mohammed El Gharani, nacido en Arabia Saudita, fue capturado a los catorce años en Pakistán, luego trasladado a Guantánamo para ser interrogado. Fue liberado a los veintiuno sin disculpas ni explicaciones. A Anderson le interesaba contar esa historia, entender por qué y cómo puede ocurrir algo así en un país democrático.

Artista visual, narradora, intérprete musical, cineasta, inventora de instrumentos, Laurie Anderson no distingue entre una forma y otra. Su lenguaje artístico viaja en muchas direcciones, va y regresa, no se detiene. Nació en 1947 en Glen Ellyn, Illinois, no muy lejos de Chicago. Creció con siete hermanos y hermanas, en una casa donde se contaban siempre historias, unas calca de la realidad, otras menos. A los diecinueve años llegó a a Nueva York y su mundo creativo se vistió de traje blanco para abordar un cohete. Ella era de otra galaxia.

A finales de 2022, Anderson fue invitada como artista residente al Palacio de Bellas Artes de Bruselas, dentro del festival Ars Musica, y presentó el estreno mundial de su obra All the animals con la Filarmónica de Bruselas. El programa de su residencia incluía dos conciertos, así como su instalación de realidad virtual To the Moon y la proyección de las películas Home of the brave y Heart of a dog.

*

¿Cuál es la importancia de contar historias en tu obra?

Contar historias fue una parte muy importante en mi infancia. Tenía una hermana menor que nunca podía dormir y por eso empecé a contar cantidad de historias acerca de una chica llamada Julie Marie. Le creé una larga historia, casi épica. Hace poco pensé que tal vez debería poner por escrito esas historias, porque estaban llenas de locuras. En mi familia tenías que hablar. Eramos ocho hermanos y hermanas, y se esperaba que cada uno contáramos lo que ocurría en nuestras vidas.

Las historias también pueden ser sospechosas en su dosis de verdad. Uno de mis abuelos contaba que había llegado de Suecia a Chicago, por sí solo, a los ocho años. Decía que abrió un negocio de caballos a los nueve y que se casó a los diez. Era un poquito mentiroso, así que siempre teníamos ciertas reservas cuando contaba sus historias. Creo que había otra cara de la versión heroica que él contaba. Existe la posibilidad de que haya escapado de alguna parte, o que haya sido expulsado. Ni siquiera tengo la certeza de que fuera sueco. Hablaba el idioma con nosotros, pero realmente no sé más.

¿Cuál fue el origen de To the Moon (2018), la instalación de realidad virtual que creaste junto con el artista taiwanés Hsin-Chien Huang?

Empezó con muchas historias. Al principio iba a ser una especie de novela criminal con elementos rusos, porque el centro era el lado oscuro o no visible de la Luna. El lado que los rusos veían y que nombraban con palabras en ruso, fabulosas. Pensé que ese sería el camino a seguir: el lado oscuro de la Luna, el cual tendría unos códigos impenetrables. Luego cambié el enfoque y gradualmente llegué a la idea de un antiguo pintor chino –que también salió eventualmente del núcleo del proyecto, pero cuya historia aparece en un pequeño cuadro a la entrada de la instalación– que realizó una obra inmensa, vertical, muy elaborada, con pinos diminutos hechos con gran precisión. Era un paisaje con una montaña elevada y un sendero intrincado que iba de las faldas hasta la cima. Le tomó muchos años trabajar en él. Y cuando finalmente terminó, avanzó y se metió al lienzo. Como artista, así me siento. Creas un mundo y entras. En este caso, el pequeño mundo que Hsin-Chien Huang y yo creamos es un viaje a la Luna. Incluso una forma más correcta de llamarlo sería territorio desconocido en lugar de la Luna.

Sin tener que decir que somos polvo de estrellas, en la instalación se presentan los componentes del ADN (adenina, guaina, tiamina y citosina) unidos de tal forma que reconstruyen animales extintos. Puedes acercarte a un zoológico de dinosaurios, atravesar la información genética que los conformó. Lo que ocurre un momento después es que los componentes del dinosaurio se unen para convertirse en un Cadillac. Enlaces de carbono, hidrógeno. Petróleo. Y la idea era preguntarse: ¿Cómo desaparecen los recursos naturales? ¿Cómo se convierte un dinosaurio en un Cadillac? Luego eso explota y te encuentras en un lugar lleno de basura. Montes y montes de basura, esencialmente plásticos.

Esa idea me vino de una experiencia que tuve en la NASA, al hablar de ciertos desechos. Llevaría aproximadamente 5 mil años transportar toda la basura radioactiva a la Luna. Es una idea preocupante porque tendríamos que escarbar, sacarla de la profundidad y transportarla. De ahí me surgieron preguntas como ¿qué vamos a hacer con todo el plástico que hay en los océanos? ¿Qué vamos a hacer con los desechos radioactivos? No sabemos. No tenemos un plan.

Entre 2003 y 2005 fui la primera artista en residencia de la NASA. Fui la última también, pero entretanto pude explorar muchas áreas dentro de la agencia espacial. Muchos años antes, cuando era niña, sabía que yo venía del cielo. Cuando me sentía triste o decepcionada, el cielo me reconfortaba. Lo mismo con las estrellas. Otras personas se sentían atraídas por el bosque, los animales. Para mí era siempre el cielo.

La música siempre está presente en tus creaciones.

Pinto con música y hago música con pinturas. No distingo entre formas de arte. Si toco, canto o pinto, los gestos son muy similares. Luego me siento y me hago las mismas preguntas: ¿es suficiente? ¿Es lo bastante complejo? ¿Es aventurero y bello? Todas estas preguntas surgen, en las notas o en los colores.

Cualquier sistema que parezca tener cierta lógica me atrae. Uno de los libros más interesantes que he leído en los últimos meses es When we cease to understand the world,* del escritor chileno Benjamin Labatut. Es un libro maravilloso que habla sobre todo de matemáticas, física cuántica, pero es muy cercano a la música en algunos aspectos.

Hablemos de Home of the brave. ¿Siempre tuviste la idea de hacer una película basada en un concierto?

No, ni me pasaba por la mente. Después de dar un concierto de pronto me di cuenta: ya se acabó. Y entonces se me ocurrió que podía documentar la experiencia de estar como parte del público en el concierto. Pero es muy distinto a un proyecto de realidad virtual. De hecho creo que son lo opuesto, son experiencias distintas del espacio. En esta película, los espectadores son público viendo a un público presenciar un concierto. Un poco extraño, pero no tanto. Cuando ves una muy buena película que te absorbe, al final te cuesta trabajo regresar al presente. Ves los créditos finales y sigues asombrado. Durante la película estás tan absorbido por la historia que estás casi paralizado. En la realidad virtual, es lo opuesto. Te pones el casco, los lentes, y tienes que mirar alrededor. Caminas hacia donde tu mirada se dirige. Tu cuerpo está involucrado al cien por ciento. En una película como Home of the brave, el rol es más pasivo.

¿Tienes planes de volver a hacer algo parecido?

El nuevo proyecto en el que estoy trabajando se llama Ark. Es un concierto, una puesta en escena, una ópera, pero también una película. Se trata de un arca de Noé contemporánea. En otras palabras, sobre cómo escapar del planeta Tierra. Algo que podría ser muy útil en estos tiempos.

En Ark hay un cuervo, que es un animal que está muy presente en las historias sobre el arca, que se mueven en el lenguaje del canto. El cuervo fue el ave que Noé envió primero. Me encanta la historia de ese pájaro, porque desaparece. Es como un vacío. Nadie volvió a saber de él. No es como la paloma que vuelve con la rama de olivo. El cuervo negro que se fue, encontró quién sabe qué y nunca regresó, es un mensaje muy interesante.

¿Qué impacto tuvo el 11 de septiembre de 2001 en tu trabajo?

Enorme. Todos nos sentimos vulnerables como nunca antes. Es un hito importante en nuestra historia, esa invasión. Siempre habíamos sido invasores, no nos habían invadido. Experimentar algo así te hace sentir un poco de empatía por quienes sufren un destino similar. Si no hubieran experimentado ese tipo de terror, los estadounidenses no serían capaces de entender Ucrania, de sentir el nerviosismo o la ansiedad por ser atacados por un vecino.

A raíz de los atentados y la respuesta de Estados Unidos, surgió Habeas Corpus y tu colaboración con Mohammed El Gharani.

Mohammed El Gharani, a los catorce años, era uno de los detenidos más jóvenes en Guantánamo. Ciudadano de Chad, nació en Arabia Saudita. Quería estudiar computación y gracias a un tío se fue a estudiar a Pakistán. Una noche, se encontraba en una mezquita y hubo una redada. Fue capturado, trasladado a la base de Bagram, en Afganistán, y vendido a los estadounidenses. En esa época, el gobierno estadounidense estaba buscando sospechosos, en particular provenientes de Arabia Saudita. Mohammed fue trasladado a la prisión de Guantánamo, Cuba. Durante seis meses no supo dónde estaba. A los veintiún años, fue liberado. Como es el caso con la mayoría de los detenidos en Guantánamo, nunca hubo cargos en su contra.

Conocí a Mohammed gracias a Reprieve, una organización internacional con sede en Londres. Por esa época yo estaba buscando a alguien que quisiera colaborar conmigo en este proyecto.

Todas las personas que son detenidas en Guantánamo tienen prohibida la entrada a Estados Unidos. Es una de las reglas. El lenguaje legal que se utiliza ahí es muy particular. Y el lenguaje es muy importante para mí, alguien que cuenta historias, porque es la forma en que se crea una narrativa. En este caso es contrastar la versión del gobierno estadounidense con la de Mohammed, y también con una más grande que tiene que ver con la noción de fronteras.

El gobierno decretó que aquellos individuos detenidos en la prisión eran no-personas. Nadie les otorgó el derecho para tomar esa medida, pero lo hicieron de todas formas. Guantánamo también es considerado un no-lugar. Es un espacio donde nuestras leyes no aplican, así que podían hacer prácticamente lo que quisieran.

Había individuos que cometían lo que conocemos como suicidio, pero incluso eso fue etiquetado con otro nombre: se le llamó una conducta  manipuladora de autodaño. Hubo mucho gente que murió por tener conductas manipuladoras de autodaño. ¡Los suicidios desaparecieron! Una vez más, el lenguaje. ~


* Publicado originalmente en español: Un verdor terrible (Anagrama, 2020).

+ posts

es periodista y narrador. Ha vivido en Bélgica, Estados Unidos y Noruega. Es autor de las colecciones de cuento Y sin querer te olvido (Felou, 2014) y Silencios al sur (Felou, 2017). Parte de su obra ha sido traducida al francés y al neerlandés.


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: