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En 2018 lo que está en juego es la permanencia de la mediocridad en el poder

Si hay una candidatura única que al inicio formal de las campañas concentre entre 8% y 10% de la intención de voto, todo puede suceder.
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Hace unos meses, Jorge G. Castañeda intentó describir el momento que vivía el país. En aquel momento, advertía un rechazo y desprecio de la sociedad mexicana por la clase política, por el derroche de los partidos y las cámaras, pero particularmente por su insensibilidad ante la opinión pública.

El excanciller coloca todos esos elementos en presente en su libro Sólo así: por una agencia ciudadana independiente. Asegura que hay cambios urgentes que deben hacerse frente a un estado de derecho “cojo, manco y decapitado” y estos solo son posibles mediante un gobierno exterior a la partidocracia, uno surgido fuera de los partidos.

El 2018 —no tiene duda— no puede ser ya una simple definición entre izquierda y derecha, sino que la elección debe constituir un referéndum sobre esa partidocracia y sus beneficiarios, igual que en 2000 se celebró un  referéndum sobre la permanencia del PRI en Los Pinos.

Para Castañeda, la construcción de una agenda ciudadana corre el riesgo de extraviarse, de caer en el lugar común y la demagogia de que “todos los males mexicanos provienen de la desigualdad y la pobreza”. Crecer, reducir la desigualdad y abatir la pobreza son los lugares comunes presentes en el discurso de todos los partidos, pero colocar los derechos humanos en pleno centro de la construcción de un estado de derecho es una bandera que ninguno de ellos puede asumir.

El fin a la impunidad, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos —dice— son esas otras demandas que solo una candidatura apartidista puede hacer suyas.

Apenas en octubre pasado, Lorenzo Córdova, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), llamó a no sobredimensionar las candidaturas independientes, “porque nos vamos a llevar un chasco”. De entrada, consideró “demagógico” el planteamiento que divide a la política y los políticos de la sociedad y de los ciudadanos, como si fueran dos cosas distintas y refractarias.

Para Córdova estas candidaturas caen en el terreno de la vulgarización y simplificación de la cultura política, pues dividen al mundo entre los políticos corruptos tradicionales, cargados de vicios y los ciudadanos “puros”. En entrevista telefónica, Jorge G. Castañeda señala que estas declaraciones están totalmente fuera de lugar, pues el árbitro no debería estar opinando sobre los equipos, sino haciendo su labor que es cuidar la limpieza y la equidad en el juego.

De hecho, en su ensayo lamenta que en México hoy resulte inviable lo que en otros países es normal. A saber, que cuando sectores de la sociedad no se reconocen en los partidos existentes, tratan de transformarlos o de crear uno nuevo. Más aún, está convencido que en nuestro país se necesitan partidos para que nuestra democracia funcione, pero no obligatoriamente los que tenemos.

Lo que sí considera necesario es establecer diferencias pertinentes: “no todos los independientes son demagogos y populistas, pero tampoco los outsiders son por definición independientes”.

Para el intelectual y académico mexicano, el rechazo categórico de la ciudadanía a este inmenso aparato de partidos impresentable y costoso, es innegable. Escribe que la corrupción es un tema que toma cada vez mayor relevancia; los sectores de menores ingresos padecen más sus estragos, se enfrentan a ella en todas partes, todos los días, pero son tantos los males que los golpean que la corrupción no ocupa un lugar primordial en su vida.

En la conversación que tenemos a distancia, explica que esta es una observación que hizo hace un año. Sin embargo, el hartazgo por la impunidad avanza en todos los estratos sociales y se ha hecho evidente en el resultado de las elecciones de 2015, en los escándalos de corrupción que involucran a gobernadores y en las encuestas que van colocando el tema como prioridad en la agenda nacional, de modo que al arranque de la campaña presidencial veremos a una sociedad aún más desencantada con todos los partidos.

Castañeda ve un riesgo en que una parte de la sociedad organizada se vea tentada a apoyar una candidatura como la de Andrés Manuel López Obrador para canalizar su hartazgo, a cambio de que este apoye una parte de su agenda. Pero para ello habrá que claudicar en temas que el tabasqueño no impulsará, pues “su conservadurismo y pertenencia a la clase política que tanto abomina este segmento de la sociedad se lo impiden”.

“López Obrador —abunda— se presenta como una alternativa a la clase política, pero es en realidad una excrecencia de esa clase política” y el cauce que representa de desahogo para el cansancio ciudadano descansa en la mentira de que es un outsider.

Cómo impedir que la partidocracia bloquee las iniciativas de un independiente que, en el 2018, es evidente que no tendrá mayoría en las cámaras. Jorge Castañeda considera que un presidente sin partido puede ubicarse en una posición que le permita trabajar con todos ellos, pues no existiría el incentivo para los legisladores de oponerse por principio a las propuestas de un partido adversario, que fue lo que le dificultó las cosas a Zedillo, a Fox y a Calderón: tenían un partido sin tener mayoría.

Para él, si hay una candidatura única que al inicio formal de las campañas concentre entre 8% y 10% de la intención de voto, “todo puede suceder”. Está convencido de que es posible reducir la brecha con los partidos y competir de verdad. Por ello descarta ceder ese 10% de capital político a uno de los punteros y canjearlo en un pacto. La victoria de uno de los partidos tradicionales, dice casi al final de su texto, será el triunfo “y la permanencia en el poder de la mediocridad”.

—¿Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca cambia en algo el planteamiento de algunos aspectos de su libro? —le pregunto.

—La relación con Estados Unidos, y no hablo de la política exterior, nunca ha sido un tema electoral importante en México. Ahora, creo que va a ser un tema central en toda la campaña de 2018. Lo que se nos viene encima va a afectar directa o indirectamente la vida de millones de mexicanos. Esto plantea una pregunta a las élites y a la sociedad mexicana: ¿a quién quieren para lidiar con Trump durante la segunda mitad de su cuatrienio?

—Convendría que al frente estuviera alguien con experiencia diplomática y que quizá haya sido secretario de Relaciones Exteriores…

—Pues los únicos dos mencionados en las encuestas con ese perfil somos José Antonio Meade y yo. Es un asunto de gran complejidad y llegamos en condiciones de asimetría radicales y ya vimos cómo un presidente que no está preparado para ello mete la pata en estas circunstancias.

 

Sólo así: por una agenda ciudadana independiente

Jorge G. Castañeda

México, 2016. Penguin Random House

 

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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