Los escritores interpretan los fallos del liberalismo de diferentes maneras; la cuestiรณn, sin embargo, es cรณmo cambiarlo. La autocrรญtica es una fortaleza liberal. El hecho de que haya ya numerosos libros que diagnostican la muerte del liberalismo es una prueba de que sigue vivo. Pero ahora tenemos que pasar del anรกlisis a la prescripciรณn.
Es algo urgente. La victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales en Estados Unidos inaugura una frรกgil renovaciรณn liberal, pero mรกs de setenta millones de estadounidenses votaron por Donald Trump. En Reino Unido, el gobierno conservador populista se enfrenta a un Partido Laborista que tiene un nuevo lรญder liberal de izquierdas, Keir Starmer. En Francia, Marine Le Pen sigue suponiendo una seria amenaza para el lรญder liberal reformista en Europa, Emmanuel Macron. La Uniรณn Europea tiene en Hungrรญa a un Estado miembro cada vez mรกs iliberal y antidemocrรกtico. Las posibles consecuencias econรณmicas de la pandemia โel desempleo, la inseguridad, el aumento de la deuda pรบblica y quizรก la inflaciรณnโ alimentarรกn probablemente una segunda ola de populismo. China, que ya es una superpotencia, emerge fortalecida de la crisis. Su modelo de desarrollo autoritario desafรญa al capitalismo liberal democrรกtico. Por primera vez en este siglo, entre los paรญses con mรกs de un millรณn de habitantes hay menos democracias que regรญmenes no democrรกticos.
Como el tridente de Neptuno, un liberalismo renovado tendrรก tres puntas. La primera es la defensa de los valores e instituciones liberales clรกsicas, como la libertad de expresiรณn y los tribunales independientes, frente a las amenazas tanto de los populistas como de los abiertamente autoritarios. La segunda implica afrontar los mayores errores de lo que se ha considerado liberalismo en los รบltimos treinta aรฑos: un liberalismo econรณmico unidimensional, y en el peor de los casos un fundamentalismo de mercado que tenรญa tan poco contacto con la realidad humana como los dogmas del materialismo dialรฉctico o la infalibilidad papal. Estos errores han conducido a millones de votantes hacia los populistas. Debemos, por lo tanto, ser duros con el populismo y duros con las causas del populismo. La tercera punta implica afrontar, con una estrategia liberal, los abrumadores retos de nuestra รฉpoca, como el cambio climรกtico, las pandemias y el auge de China. Por eso nuestro nuevo liberalismo tiene que mirar tanto hacia atrรกs como hacia delante, pero tambiรฉn hacia fuera y hacia dentro.
Los valores e instituciones liberales que defendemos con la primera punta del tridente son bien conocidos, y son esenciales para cualquier liberalismo que se precie. Es una lucha constante en paรญses como Polonia y la India. La bรกrbara decapitaciรณn de un profesor a las afueras de Parรญs nos recuerda que, incluso en las sociedades liberales mรกs antiguas, la libertad de expresiรณn tiene que enfrentarse no solo al veto del boicoteador sino tambiรฉn al del asesino. El populismo desprecia el pluralismo, asรญ que nuestras instituciones pluralistas y contramayoritarias tienen que fortalecerse junto a unos medios diversos e independientes y una sociedad civil fuerte.
El rechazo de Trump a conceder la elecciรณn y el intento de Boris Johnson en 2019 de suspender la actividad del parlamento demuestran que no podemos depender tanto como en el pasado del autocontrol de lo que Alexis de Tocqueville llamรณ mores: la convenciรณn, la costumbre y las buenas maneras. Pero si algunas de esas amenazas son nuevas, las ideas y las instituciones son conocidas, y los liberales ya las han defendido en el pasado.
Para la tercera punta es necesaria una gran dosis de nuevo pensamiento. Antes de pasar a estos temas, he de explicar quรฉ quiero decir cuando hablo de liberalismo.
No hay liberalismo sin libertad
El liberalismo es, segรบn la brillante definiciรณn de Judith Shklar, una โtradiciรณn de tradicionesโ. Hay una familia extensa de prรกcticas histรณricas, grupos ideolรณgicos y escritos filosรณficos que podrรญan legรญtimamente llamarse liberales. Todos comparten un compromiso central en defensa de la libertad individual. (Solo en el extraรฑo universo semรกntico de la polรญtica estadounidense contemporรกnea es posible separar liberalismo de libertad.) Mรกs allรก de esto, como ha seรฑalado John Gray, el liberalismo incluye elementos de individualismo, meliorismo, igualitarismo y universalismo. Estos ingredientes, sin embargo, aparecen en una gran cantidad de diferentes definiciones, proporciones y combinaciones.
Desde los aรฑos treinta, la palabra liberal se comenzรณ a usar de manera mรกs amplia como un adjetivo en el compuesto โdemocracia liberalโ, y formulaciones similares como sociedades liberales, mundo liberal y orden internacional liberal. En minรบscula, distingue a las democracias liberales, empezando por aquellas que estรกn en el nรบcleo del Occidente moderno transatlรกntico, de los regรญmenes totalitarios como la Alemania nazi y la Uniรณn Soviรฉtica, y luego de los regรญmenes autoritarios como la China de Xi Jinping y la Rusia de Vladรญmir Putin. En un proceso bastante similar al que permitiรณ que la lengua que hablaban los ingleses se terminara convirtiendo en un dialecto de sรญ misma a medida que el inglรฉs se convertรญa en la lengua global, el liberalismo con mayรบscula de los partidos liberales se convirtiรณ en un dialecto de un idioma polรญtico mรกs amplio, hablado tambiรฉn por los liberal-conservadores, los catรณlicos liberales, los socioliberales y los liberales comunitaristas.
Esto ayuda. Porque los cambios profundos necesarios para renovar los fundamentos de las sociedades liberales necesitarรกn una aplicaciรณn consistente que vaya mรกs allรก del alcance de cualquier grupo. Para que una democracia permanezca en constante cambio no sirve solo un partido, incluso si es el mรกs impecable de los liberales con mayรบscula. Un sistema liberal que solo tenga un partido es una contradicciรณn en sus tรฉrminos. Asรญ que la renovaciรณn liberal exige un grado de consenso entre partidos, como el que existiรณ cuando los democristianos colaboraron en la construcciรณn de los Estados de bienestar despuรฉs de 1945.
Pero el liberalismo tambiรฉn rechaza la nociรณn de que todo el mundo deberรญa estar de acuerdo, algo que eliminarรญa una vital batalla de ideas. El Occidente contemporรกneo ofrece ejemplos de estos dos peligros opuestos: en los Estados Unidos de la hiperpolarizaciรณn, hay muy poco consenso; en Alemania, se podrรญa decir que ha habido demasiado. Como Ricitos de Oro, que querรญa la sopa ni muy caliente ni muy frรญa, necesitamos encontrar equilibrio entre un consenso necesario y un conflicto igual de importante.
Nada podrรญa ser mรกs absurdo que reducir el โliberalismoโ tanto a la teorรญa de John Rawls como a las prรกcticas de Goldman Sachs. Bien entendido, el liberalismo ofrece la historia experimental de cuatro siglos, incomparablemente rica, en busca de una fรณrmula para que gente diversa viva en comunidad en condiciones de libertad. Es un tesoro oculto teรณrico y a la vez un banco de experiencias prรกcticas. Es muy revelador, por contraste, que el llamado โposliberalismoโ no pueda dar con un nombre mรกs apropiado para sรญ mismo; su propio apodo revela su carรกcter epigonal. El mejor de los libros recientes contra los fallos del liberalismo acaba argumentando, no que tenemos que abandonar el liberalismo sino que necesitamos un mejor liberalismo.
Igualdad y solidaridad
Si hubiรฉramos escuchado a Pierre Hassner. Ya en 1991 el brillante filรณsofo polรญtico francรฉs, nacido en Rumania, avisรณ de que, por mucho que celebremos el triunfo de la libertad al final de la Guerra Frรญa, debemos recordar que la humanidad no vive solo de la libertad y la universalidad. Las aspiraciones que condujeron al nacionalismo y el socialismo seguramente volverรญan, predijo, y se dedicรณ a nombrarlas: el anhelo de la comunidad y la identidad, por una parte, y por la igualdad y la solidaridad por la otra. Uno puede catalogar bajo estas dos combinaciones tanto un diagnรณstico sobre lo que ha ido mal en la mayorรญa de las democracias liberales como una soluciรณn. La comunidad y la identidad son valores (y necesidades humanas) que a menudo son enfatizados en el pensamiento conservador, mientras que la tradiciรณn socialista ha dado especial importancia a la igualdad y la solidaridad. Siguiendo con el espรญritu medio en broma medio en serio del filรณsofo polaco Leszek Koลakowski en su cรฉlebre ensayo de 1978 โCรณmo ser un conservador-liberal-socialistaโ, propongo que seamos conservadores-socialistas-liberales.
Empecemos con la igualdad y la solidaridad. Es un lugar comรบn seรฑalar el dramรกtico aumento de la desigualdad en muchas sociedades desarrolladas. La brecha cada vez mรกs amplia en las oportunidades de vida comienza con la propia vida. En una esquina frondosa de Londres, Richmond upon Thames, un hombre de 65 aรฑos puede tener una esperanza de vida de otros 13.7 aรฑos, que es mรกs del doble que los 6.4 aรฑos de su equivalente en la otra punta de la misma ciudad, en Newham. Desde los aรฑos noventa, en Estados Unidos la tasa de mortalidad para hombres blancos con un tรญtulo universitario de edades comprendidas entre los 45 y los 54 aรฑos se ha reducido un 40%, pero ha aumentado un 25% entre los hombres blancos del mismo grupo de edad sin tรญtulo universitario. No puedes ser libre si estรกs muerto.
Para reducir la desigualdad de oportunidades vitales, empezando por esa oportunidad tan bรกsica como es continuar viviendo, los liberales deben enfrentarse a diversas desigualdades simultรกneamente: las mรกs obvias son las de riqueza, salud, educaciรณn y geografรญa (el cinturรณn de รณxido comparado con las costas de Estados Unidos, el norte de Inglaterra frente al Gran Londres), pero tambiรฉn las intergeneracionales y algunas desigualdades menos visibles de poder y atenciรณn. Para revertir esta desigualdad multidimensional es necesario tomar medidas mรกs radicales de lo que muchos liberales estaban dispuestos a asumir en los treinta aรฑos que han pasado desde 1989.
Una estrategia liberal no empieza con el techo sino con lo que Ralf Dahrendorf llamรณ โla base comรบnโ desde la que cualquiera puede, con su propia energรญa y habilidades, ascender hasta llegar al mismo nivel que quien empieza la vida en el รบltimo piso del rascacielos. Las medidas que pueden ayudar a esto son un impuesto de la renta negativo (como propuso hace mucho tiempo Milton Friedman); una renta bรกsica universal (apoyada por un sorprendente 71% de europeos en una encuesta diseรฑada por mi equipo de investigaciรณn en la Universidad de Oxford); una herencia mรญnima universal subvencionada con impuestos (algo especialmente deseable en los lugares, como Reino Unido y Estados Unidos, donde la brecha definitoria es la que hay entre la riqueza acumulada y no tanto la que hay entre salarios); y servicios pรบblicos bรกsicos como sanidad, alojamiento y seguridad social. Hay muchas variaciones nacionales del capitalismo liberal democrรกtico, asรญ que la mezcla apropiada de estas medidas serรก diferente en cada paรญs.
Una escalera crucial para subir puestos es la educaciรณn. Los liberales de mediados del siglo XX consideraban que la extensiรณn de la educaciรณn universitaria aumentarรญa las oportunidades vitales y la movilidad social, y sin embargo hoy las grandes universidades estadounidenses cada vez parecen mรกs una herramienta de las รฉlites existentes para perpetuarse. Las universidades estadounidenses lรญderes admiten a mรกs estudiantes del 1% mรกs alto de la renta que del 60% mรกs bajo. La revista The Economist ha acuรฑado el concepto โmeritocracia hereditariaโ para describir esta nueva clase que se autoperpetรบa. Universidades como las dos en las que tengo el privilegio de trabajar tienen por lo tanto la responsabilidad de ampliar sus criterios de acceso, pero no pueden promover la movilidad social por sรญ solas. Tambiรฉn necesitamos escuelas pรบblicas de calidad, desde los aรฑos cruciales, una mejor educaciรณn vocacional y, en mitad de la revoluciรณn digital, un aprendizaje para toda la vida.
Una redistribuciรณn del respeto
Mรกs allรก de la educaciรณn hay un problema mรกs amplio que podrรญa describirse como una disparidad de estima. La poblaciรณn sin educaciรณn superior, que a menudo vive en antiguas ciudades industriales ahora en decadencia, se considera ninguneada, desdeรฑada o ignorada por aquellas a las que los populistas llaman โรฉlites liberalesโ. Podemos encontrar un profundo resentimiento cultural incluso en los lugares, como en Alemania del Este, donde no hay mucha precariedad material. El filรณsofo del derecho Ronald Dworkin dijo que una comunidad polรญtica liberal debe mostrar โun respeto y preocupaciรณn por igualโ a cada uno de sus miembros. ยฟPodemos los liberales cosmopolitas afirmar con sinceridad que, en las dรฉcadas posteriores a 1989, hemos mostrado respeto y preocupaciรณn por la poblaciรณn del cinturรณn de รณxido en Estados Unidos, o por las comunidades abandonadas del norte de Inglaterra? Hasta que, claro, la ola populista provocรณ que periodistas de la metrรณpoli viajaran en taxi a visitar, como si fueran safaris domรฉsticos, las antiguas minas de carbรณn de Yorkshire o los montes Apalaches.
Serรกn necesarios programas amplios para elevar los niveles de vida de regiones y ciudades abandonadas. El localismo es tan vital para el liberalismo como para el conservadurismo. Recordemos el credo de Thomas Jefferson: โdivide los condados en distritosโ. Una respuesta liberal al eslogan del Brexit, โRecuperar el controlโ, puede ser dar mรกs control a la gente en el nivel mรกs bajo posible, revirtiendo la excesiva centralizaciรณn caracterรญstica de Reino Unido y de Inglaterra en particular.
Un cambio sostenido en las actitudes es tan vital como en las polรญticas pรบblicas. Los populistas polacos no se equivocan cuando hablan de la necesidad de una โredistribuciรณn del respetoโ. En los primeros meses de la pandemia vimos algo parecido, cuando los polรญticos alabaron como โhรฉroesโ a los doctores y enfermeros, pero tambiรฉn a los conductores de ambulancias, los repartidores y los basureros. Pero esto parece que estรก desapareciendo.
Al liberalismo tecnocrรกtico de las รบltimas dรฉcadas le faltaba urgentemente un ingrediente vital: la imaginaciรณn liberal. Martha Nussbaum ha escrito sobre una imaginaciรณn โcuriosa y compasivaโ que es suficientemente grande como para โreconocer a la humanidad en trajes extraรฑosโ. Esa simpatรญa imaginativa la encontramos en su esplendor en obras de poetas y novelistas. En su libro Bleak liberalism [Liberalismo lรบgubre], Amanda Anderson seรฑala la emocionante reflexiรณn que hace Charles Dickens en Casa desolada sobre la muerte del barrendero analfabeto Jo:
Empujado, arrojado y movido de un lugar a otro; y realmente sintiendo que parece algo completamente normal no tener derecho a estar aquรญ, o allรญ, o allรก o en ningรบn lugar; y sin embargo me siento perplejo por la consideraciรณn de que de alguna manera tambiรฉn estoy aquรญ, y que todo el mundo me ignorรณ hasta que me convertรญ en la criatura que soy.
Ojalรก una pluma como la de Dickens hoy hiciera que los banqueros detengan sus pasos antes de pisar con sus caros zapatos de cuero al mendigo acurrucado a la puerta de su banco, y, sรญ, tambiรฉn hiciera detenerse al profesor con plaza de camino a su universidad bien equipada.
La virtud cรญvica que estรก detrรกs de esta simpatรญa imaginativa es la solidaridad, un ideal que la izquierda ha hecho suyo desde siempre, pero tambiรฉn un valor que muchos conservadores aprecian y que extraen de las enseรฑanzas cristianas. Estas dos tradiciones, de izquierda a derecha, se unieron y combinaron en Polonia en los aรฑos ochenta a travรฉs del movimiento de liberaciรณn nacional llamado Solidaridad. Los liberales tienen que unirse tanto a los conservadores como a los socialistas para asumir completamente el valor de la solidaridad. Y tenemos que entender que sus aspectos emocionales, culturales y subjetivos son tan importantes como los mรกs objetivos, sociales y econรณmicos. Solo la combinaciรณn de ellos puede crear una verdadera โbase comรบnโ.
Controlando la โliberalocraciaโ
Mucho de lo que he escrito hasta ahora puede encajar en una rรบbrica muy amplia denominada โnivelar al alzaโ. ยฟQuรฉ ocurre con โnivelar a la bajaโ? Teรณricamente, un liberal dirรก que si todo el mundo tiene suficientes oportunidades entonces no hay problema con que unas pocas personas tengan mucho mรกs que suficiente. En la prรกctica, es un argumento que falla al menos por tres razones. Nivelar al alza es algo caro y no puede pagarse sin quitarles dinero a los superricos, que han tenido un รฉxito excepcional gracias a la globalizaciรณn, pero tambiรฉn a los que estรกn en una โcondiciรณn holgadaโ, como suele decirse, esto es, a la clase media como yo. La desigualdad extrema en la cima es en la prรกctica incompatible con la igualdad de oportunidades porque, a travรฉs de la educaciรณn y otras formas de privilegio, se perpetรบa la โmeritocracia hereditariaโ. Y, por รบltimo, esta extrema concentraciรณn de riqueza tiene como resultado una grave desigualdad de poder.
La desconfianza hacia cualquier concentraciรณn de poder es uno de los ingredientes esenciales del liberalismo, que quiere que todos los tipos de poderes estรฉn limitados, dispersos y controlados mediante rendiciรณn de cuentas. Pero en las รบltimas dรฉcadas el liberalismo anglosajรณn, aunque ha seguido cuestionando enรฉrgicamente el poder pรบblico, ha sido demasiado indulgente con el poder privado. Este fallo es aรบn mรกs abyecto porque estos dos tipos de poder no estรกn separados de manera limpia: una โpuerta giratoriaโ entre el servicio pรบblico y puestos lucrativos en el sector privado aumenta el peligro de la captura de los reguladores. El comentarista polรญtico Mark Shields ha elaborado una concisa โregla de oroโ de la polรญtica estadounidense: ยกviva el oro! El grotesco poder de distorsiรณn que tiene el dinero en la polรญtica estadounidense estรก bien documentado, pero el problema no se limita a Estados Unidos.
Todas nuestras sociedades estรกn marcadas por el extraordinario poder de empresas e individuos superricos, por los grandes bancos, las empresas de energรญa, los imperios mediรกticos como el de Rupert Murdoch o gigantes digitales como Amazon, Apple, Facebook y Google. El resultado perverso de que liberales como los Clinton o Tony Blair pasen a formar parte de la oligarquรญa plutocrรกtica de los โhombres de Davosโ es que el liberalismo acaba identificado como una ideologรญa de los ricos, los establecidos y los poderosos. En su polรฉmico libro antiliberal ยฟPor quรฉ ha fracasado el liberalismo?, el escritor catรณlico y conservador Patrick Deneen acuรฑa un concepto provocador y a la vez รบtil: โliberalocraciaโ.
Las medidas prรกcticas para resolver estas inequidades implican perseguir los billones de dรณlares que hay escondidos en paraรญsos fiscales en todo el mundo; un impuesto a la riqueza; impuestos mรกs altos y efectivos a las empresas digitales como Facebook; y un impuesto a la propiedad, que tiene el gran mรฉrito de resolver no solo desigualdades verticales sino tambiรฉn horizontales (geogrรกficas).
Tambiรฉn podemos volver a lo que mรกs interesรณ a John Stuart Mill sobre el socialismo: permitir a los trabajadores participar en las decisiones de la empresa, lo que les harรก sentir que su trabajo tiene sentido. Hay otros elementos de este โcapitalismo de las partes interesadasโ [stakeholder capitalism] que ayudarรญan a corregir la fijaciรณn actual y unilateral por el valor de los accionistas en la vida empresarial britรกnica y estadounidense.
Uno de los efectos de la globalizaciรณn ha sido el fortalecimiento del poder del capital en relaciรณn con el del trabajo en las economรญas desarrolladas. La sindicalizaciรณn de los trabajadores, un aspecto casi olvidado de la izquierda, tiene que ser otra parte de la respuesta. Necesitamos una nueva generaciรณn de polรญticas en favor de la competencia, lo que en Estados Unidos se llama antimonopolio o antitrust. Empresas como Google o Facebook son casi monopolios en una escala sin precedentes. Aquรญ, los friedmanitas y hayekianos deberรญan โsi son fieles a sus principiosโ estar mรกs interesados que cualquier radical de izquierdas por restaurar un mercado realmente competitivo. Y, para ser claros, los mercados regulados de forma adecuada siguen siendo una parte indispensable de la creaciรณn de libertad.
Por รบltimo, pero igual de importante, es necesario un gran cambio รฉtico, tanto entre los ricos como en la actitud hacia los ricos. En una charla sobre โel problema de la libertadโ, impartida en el Congreso del pen Internacional en 1939, Thomas Mann hablรณ de la necesidad de una โautolimitaciรณn voluntaria, una autodisciplina social de la libertadโ. ยฟDรณnde ha estado esa autodisciplina social en los รบltimos aรฑos? Cuando el gobierno de Obama propuso aumentar el impuesto al โinterรฉs devengadoโ (que es normalmente una parte significativa de los ingresos de los directivos y altos cargos de fondos de inversiรณn y de capital privado, pero que tiene unos impuestos mucho mรกs bajos que sus otros ingresos), Stephen Schwarzman, uno de los individuos mรกs ricos de Estados Unidos, declarรณ que โesto es la guerra, es como cuando Hitler invadiรณ Polonia en 1939โ. Cuando el coronavirus se cobraba vidas y estilos de vida de millones de trabajadores, dependientes y dueรฑos de pequeรฑas empresas, el Financial Times informaba de que, โsiguiendo una tendencia de congelaciรณn o reducciรณn de salariosโ, los banqueros mรกs importantes de Estados Unidos recibieron salarios de entre veinticuatro (Mike Corbat de Citigroup) y 31.5 millones de dรณlares (Jamie Dimon de JP Morgan Chase) en un solo aรฑo. Es obsceno.
Los polรญticos (que necesitan dinero para presentarse a elecciones), burรณcratas (que buscan un trabajo tras sus jubilaciones anticipadas), los museos, orquestas, universidades, centros filantrรณpicos e incluso las ONG de derechos humanos ahora se arrodillan, se arrastran y adulan a los millonarios como Schwarzman, y alaban sus magnรญficas contribuciones a la filantropรญa.
Esto lo capta mejor que nadie Dickens con su retrato, en La pequeรฑa Dorrit, de cรณmo la buena sociedad londinense se degradรณ ante el poderoso financiero Merdle. Sรญ, hay individuos ricos y poderosos, como George Soros, que se han ganado realmente nuestro respeto. Pero en general necesitamos una verdadera โredistribuciรณn del respetoโ: menos hacia el banquero Merdle, mรกs hacia el barrendero Jo.
Identidad y comunidad
Esto nos lleva al segundo par de valores de Hassner, que los liberales no deberรญan olvidar por su bien: comunidad e identidad. La infelicidad que se ha acumulado en las รบltimas tres dรฉcadas tiene que ver en parte con un equilibrio defectuoso entre el individuo y la comunidad, cuyo resultado es un individualismo hipertrofiado. Pero tiene tambiรฉn que ver tanto con el tipo de comunidades que los liberales han fomentado como con las que han olvidado. Aunque prestamos mucha atenciรณn a la otra mitad del mundo en las รบltimas dรฉcadas, los liberales cosmopolitas prestamos muy poca atenciรณn a las otras mitades de nuestras propias sociedades. Hablamos mucho de โcomunidad internacionalโ y menos de comunidades nacionales. Al centrarnos en el deseo legรญtimo de diversas minorรญas por el reconocimiento de sus complejas identidades, no fuimos capaces de ver que algunos individuos que los multiculturalistas consideramos que pertenecรญan a las mayorรญas seguras estaban comenzando a sentirse inseguros y amenazados en sus propias identidades. Esto desembocรณ en la โpolรญtica de la identidad blancaโ de Trump y demรกs. El resentimiento de una mayorรญa sintiรฉndose como una minorรญa aumentรณ gracias al desprecio epistocrรกtico de las รฉlites hacia la mitad de la poblaciรณn sin educaciรณn superior, especialmente cuando esa otra mitad expresaba opiniones simplistas y polรญticamente incorrectas. Basta con recordar la famosa frase condescendiente de Hillary Clinton sobre โla cesta de los deplorablesโ.
Tambiรฉn subestimamos el impacto traumรกtico que tuvieron en la vida diaria de la gente los cambios rรกpidos y profundos que trajeron la globalizaciรณn y la liberalizaciรณn posterior a 1989. A principios del siglo XXI, el capitalismo financiarizado y globalizado estaba mรกs cerca que nunca de la descripciรณn inolvidable que hace Karl Marx en el Manifiesto comunista sobre el impacto revolucionario del capitalismo:
Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen aรฑejas antes de haber podido osificarse. Todo lo sรณlido se desvanece en el aire.
A medida que lo conocido desaparece, la gente grita: โยกBasta! ยกDemasiados cambios! ยกDemasiado rรกpido!โ Y a menudo aรฑaden un melancรณlico: โYa no reconozco mi paรญsโ, un sentimiento que los populistas explotan y redirigen hacia los inmigrantes y las diferencias รฉtnicas, religiosas y culturales. Estos sentimientos son profundos en los paรญses de Europa central y del este, a pesar de que su mayor problema es la emigraciรณn masiva, y no la inmigraciรณn. Los alienados culpan de su alienaciรณn a los extranjeros. Aunque hay obviamente elementos significativos de xenofobia y racismo, estos sentimientos tambiรฉn tienen origen en una reacciรณn mucho mรกs amplia contra la velocidad y profundidad de unos cambios revolucionarios que estรกn afectando a la vida de mucha gente.
Los liberales no supimos identificar la observaciรณn protoconservadora que hace Mary Shelley cuando dice que โnada es mรกs doloroso para la mente humana que el cambio repentino y profundoโ. El filรณsofo conservador Roger Scruton definiรณ el conservadurismo como
la visiรณn polรญtica que surge del deseo de conservar las cosas existentes, consideradas como buenas en sรญ mismas o mejores que sus probables alternativas, o al menos seguras, conocidas y objeto de nuestra confianza y afecto.
Lo que sigue de este anรกlisis es que, cuando sea posible, tenemos que ralentizar la velocidad de los cambios para que la naturaleza humana pueda soportarlos, mientras preservamos una direcciรณn liberal en general. Joachim Gauck, el expresidente alemรกn, resume esta disyuntiva en dos palabras: zielwahrende Entschleunigung (desaceleraciรณn intencionada). Esto significa, por ejemplo, limitar la inmigraciรณn, proteger las fronteras y fortalecer un sentido de comunidad, confianza y reciprocidad dentro de ellas.
El Estado naciรณn
Este es un territorio incรณmodo para los liberales contemporรกneos. Algunos estรกn descontentos con la obstinada persistencia de las naciones. Pero en vez de reunir a nuestras maltrechas tropas en una pantanosa lรญnea del frente donde pueda leerse โel internacionalismo contra la naciรณnโ, necesitamos reagruparnos en el terreno mรกs defendible y ventajoso de la naciรณn definida en tรฉrminos liberales. En una de las รบltimas conferencias que dio, Scruton preguntรณ dรณnde encontramos โla primera persona del plural de confianza mutuaโ y propuso una moderna respuesta conservadora a esta cuestiรณn polรญtica central no en los tรฉrminos de โfe y parentescoโ, sino de โbarrios y ley laicaโ.
Sin duda estos son tรฉrminos que los liberales pueden asumir y defender, no la necesidad de una comunidad polรญtica nacional โque era, despuรฉs de todo, una de las principales exigencias de los liberales de 1848, el aรฑo en que Marx publicรณ su manifiestoโ sino la definiciรณn y el carรกcter de esa comunidad. Como han demostrado de nuevo los cierres de fronteras repentinos y las respuestas de gobiernos nacionales a la pandemia de covid, la naciรณn es demasiado importante, y demasiado fuerte desde el punto de vista de su atractivo emocional, como para dejรกrsela a los nacionalistas.
Mucho antes de que nos golpeara la ola nacionalista, el multiculturalismo liberal habรญa empezado a apartarse de los arrecifes del relativismo moral y cultural โโliberalismo para los liberales, canibalismo para los canรญbalesโ en la gloriosamente provocativa formulaciรณn de Martin Hollisโ tras un acercamiento peligrosamente prรณximo en el cambio de siglo. Pero en su necesaria crรญtica de la โpolรญtica de la identidadโ, los liberales deben tener cuidado de no tirar al bebรฉ con el agua sucia. El feminismo, prefigurado en liberales del siglo xix como Mill, su compaรฑera Harriet Taylor y la novelista George Eliot, ha efectuado en los รบltimos tiempos uno de los mayores avances de la historia hacia la igual libertad para todos. La exploraciรณn de las experiencias, necesidades y perspectivas de toda clase de grupos sociales, sean รฉtnicos, religiosos, sexuales o regionales, ha enriquecido nuestra idea de cรณmo podemos combinar mejor la libertad y la diversidad en las sociedades multiculturales.
El punto en que los liberales deben por tanto insistir es que la identidad no es โo una cosa u otraโ sino un โy tambiรฉnโ. Por supuesto, hay choques reales entre las identidades particulares, pero no hay contradicciรณn en principio entre tener identidades subnacionales, nacionales, transnacionales y supranacionales, del mismo modo que tampoco la hay entre tener identidades religiosas, polรญticas, institucionales y culturales, como hace la mayor parte de la gente. Los liberales no defendemos una fantasรญa cosmolibertaria de ciudadanos desarraigados e incorpรณreos habitantes โde ninguna parteโ, sino que debemos defender el derecho de la gente a estar arraigada de mรกs de una forma y en mรกs de un lugar.
El nuestro serรก por tanto un patriotismo lo bastante inclusivo, liberal, capaz y compasivamente imaginativo como para abrazar a ciudadanos de identidades mรบltiples. La pertenencia a la naciรณn se define en tรฉrminos cรญvicos, no รฉtnicos o vรถlkisch; esto no es una naciรณn Estado, en un sentido estrecho, sino un รฉtat-nation, un Estado naciรณn. Esa versiรณn abierta, positiva, cรกlida de la naciรณn puede atraer no solo a la seca razรณn sino tambiรฉn a la profunda necesidad humana de pertenencia y al imperativo moral de la solidaridad. Aunque la pandemia de coronavirus produjo de entrada un brote de aislamiento nacional, tambiรฉn nos ha mostrado lo mejor del espรญritu comunitario y la solidaridad patriรณtica. El patriotismo liberal es un ingrediente esencial de un liberalismo renovado.
El desafรญo de lo global
Pero el patriotismo no es suficiente. Aunque el impacto del capitalismo especรญficamente globalizado es una de las principales causas de la crisis del liberalismo, los remedios que he comentado hasta ahora han sido domรฉsticos. Son prescripciones de un Estado nacional territorialmente limitado, liberal y democrรกtico, y en algunos sentidos fortalecerรญan las fronteras en torno al Estado naciรณn asรญ como los vรญnculos en su interior. Esto sugiere una pregunta gigantesca: ยฟy quรฉ pasa con todos los demรกs? ยฟQuรฉ puede ofrecer el liberalismo a la mayor parte de la humanidad, que no tiene la suerte de ser ciudadana de paรญses como el Reino Unido, Estados Unidos, Alemania o Nueva Zelanda? Esto incluye, en un รกrea gris, a millones de personas que residen en esos paรญses sin ser ciudadanos de los mismos.
Es a la vez una cuestiรณn moral y muy prรกctica. Cierta versiรณn del universalismo es, como ha seรฑalado John Gray, un elemento nuclear del liberalismo. Pero el liberalismo tiene la desventaja de que durante siglos llegรณ a la mayor parte del mundo en la forma del imperialismo. Recordemos que John Stuart Mill trabajaba en la East India Company y pensaba que los pueblos colonizados en su โminorรญa de edadโ no estaban preparados para libertades refinadas. El universalismo occidental era, en la prรกctica, cualquier cosa salvo universal. Algunos de los peores horrores que los seres humanos han infligido a otros seres humanos โla conquista violenta, la tortura, el genocidio, la esclavitudโ se justificaban por su referencia a los mรกs elevados ideales de libertad, civilizaciรณn e ilustraciรณn. Paรญses como el Reino Unido โy los ingleses en particularโ han hecho una faena notable para olvidarlo; el resto del mundo, no.
Ese recuerdo de la opresiรณn colonial se ha visto reforzado, en nuestra รฉpoca, por lo que podrรญa llamarse de forma laxa las guerras liberales de Occidente, como las de Afganistรกn, Libia e Irak. Los motivos de los actores histรณricos para apoyar esas guerras eran diversos, y muchos de ellos se hallaban lejos de ser liberales, pero en cada caso las intervenciones militares estaban parcialmente justificadas por su referencia a fines liberales. Aunque en los casos de Kosovo o Sierra Leona uno podrรญa defender que los objetivos liberales fueron al menos parcialmente alcanzados, es difรญcil decir lo mismo de Irak o Libia. El camino al infierno puede estar pavimentado de intenciones liberales.
Aprender de esas experiencias desoladoras no exige que abandonemos las aspiraciones universalistas de que otras personas alcancen las libertades que nosotros disfrutamos, pero requiere un saludable escepticismo acerca de lo que pueden conseguir intervenciones armadas para fines liberales y una apertura poscolonial a las experiencias, valores y prioridades de otras culturas. Esto, asรญ como la realidad desnuda de que el poder relativo de Occidente estรก en declive, sugiere un sobrio realismo acerca del grado hasta el cual las potencias liberales pueden o deberรญan aspirar a transformar otras sociedades.
Sin embargo, aunque uno fuera a asumir la visiรณn mรกs egoรญsta y estrecha del nuevo liberalismo โuna concepciรณn que tratara en exclusiva de defender la libertad en paรญses actualmente (mรกs o menos) libresโ fracasarรญa si no abordara algunos asuntos muy importantes mรกs allรก de nuestras fronteras.
โEl orden liberal internacionalโ es un tรฉrmino que ha ganado prominencia en el preciso momento en que lo que describe estรก amenazado. Al recordar el deseo de Roger Scruton de โconservar las cosas existentes, consideradas como buenas en sรญ mismas o mejores que sus probables alternativasโ, podrรญamos reflexionar que ahora los liberales tienen una tarea sustancialmente conservadora: defender las instituciones y prรกcticas de la cooperaciรณn internacional construidas desde 1945.
Durante dos siglos, la influencia de las ideas liberales estaba โmรกs de lo que nos gustarรญa pensarโ unida al predominio del poder occidental. Ahora la influencia del liberalismo se desvanece a medida que la agenda de la polรญtica mundial estรก cada vez mรกs establecida por grandes potencias que no son parte de un Occidente tradicionalmente decidido o que, como Rusia, son ambivalentes acerca de si pertenecen a Occidente. De lejos, el Estado mรกs importante de esos es China, que ya es una superpotencia.
Los periodos de ascenso y relativo declive de las grandes potencias han sido histรณricamente tiempos de creciente tensiรณn y, por lo comรบn, de guerra. ยฟCรณmo podemos manejar esta tensiรณn, preservar cuanto sea posible del orden liberal internacional y evitar la guerra? La influencia china ahora alcanza el interior de las democracias liberales, distorsionando nuestros procesos democrรกticos e intentando utilizar el peso financiero y la intimidaciรณn para imponer la autocensura en periodistas y acadรฉmicos, un proceso que se ve de manera especialmente dramรกtica en Australia. Eso nos llama a defender, en el corazรณn de nuestras sociedades, valores liberales primarios como la libertad de expresiรณn y la independencia acadรฉmica.
La inรฉdita versiรณn china capitalista leninista del autoritarismo de desarrollo es ahora un rival sistรฉmico de la democracia liberal, al igual que lo fueron los regรญmenes comunistas y fascistas durante buena parte del siglo XX. Ofrece a las sociedades en desarrollo de Asia, รfrica y Amรฉrica Latina un camino alternativo a la modernidad. Lo mรกs importante que hizo el mundo liberal para vencer en la Guerra Frรญa fue mantener sus sociedades prรณsperas, dinรกmicas y atractivas. Debemos intentar hacer lo mismo, seguir fieles a la causa de convencer a los demรกs de que las sociedades liberales ofrecen una mejor forma de vida y, crucialmente, mantener la fe de aquellos que comparten nuestros valores en sociedades no libres. Pero, de manera realista, tambiรฉn debemos reconocer que nos espera un buen trecho de coexistencia competitiva con regรญmenes autoritarios.
Necesitamos cooperar con ellos para evitar la guerra, para alejar las pandemias y para afrontar la amenaza decisiva de la era del Antropoceno: el cambio climรกtico. La lucha planetaria para detener el calentamiento global tambiรฉn exigirรก que limitemos la influencia de las todopoderosas corporaciones que explotan el carbono, por medios que van desde la desinversiรณn hasta la regulaciรณn. Pero eso solo es el principio. Necesitamos una reducciรณn importante en nuestro consumo general de carbono, y ahรญ cuentan no solo nuestras emisiones sino el carbono consumido en la producciรณn de bienes que importamos de otros lugares. El costo para nuestro estilo de vida serรก especialmente elevado si nos tomamos en serio los argumentos de la justicia histรณrica e intergeneracional: implicarรญa que el Norte Global, que ya habรญa consumido una parte mayor del capital ecolรณgico de la tierra, y las generaciones actuales deben hacer sacrificios por aquellos que aรบn no han nacido en un mundo que padece los efectos del calentamiento global.
ยฟEs posible garantizar un consentimiento de esos sacrificios, a travรฉs de la polรญtica liberal democrรกtica? Respondiendo otras encuestas de mi equipo de investigaciรณn, en 2020 un asombroso 53% de jรณvenes europeos decรญa que, a su juicio, los Estados autoritarios estaban mejor equipados que las democracias para afrontar la crisis climรกtica. Nuestra tarea consiste en demostrar que esos jรณvenes estรกn equivocados.
Mientras tanto, el nivel de calentamiento que ya es inevitable aumentarรก bruscamente los ya significativos flujos de migrantes desde el empobrecido Sur Global hacia el Norte Global. La reacciรณn ante la llegada a Europa de millones de personas de รfrica y el Oriente Medio ha desestabilizado sรณlidas democracias liberales europeas. Culpar a los migrantes de Amรฉrica Latina de una mirรญada de males sociales fue un elemento central del trumpismo.
El economista del desarrollo Paul Collier argumenta que limitar la inmigraciรณn puede beneficiar a las sociedades de las que vienen los inmigrantes. Hay, escribe, mรกs mรฉdicos sudaneses en Londres que en Sudรกn. No es bueno para ningรบn paรญs que una gran proporciรณn de sus ciudadanos mรกs jรณvenes, enรฉrgicos, educados y emprendedores busque una vida mejor en otra parte. No es bueno para la libertad en esos sitios que muchos liberales del lugar prefieran cambiar de paรญs a cambiar su paรญs.
Nada de eso absuelve a los liberales de la obligaciรณn de dar un trato humano a todos aquellos que buscan desesperadamente entrar en nuestros paรญses. Tampoco nos absuelve de preguntar lo que deberรญamos hacer a favor de una gran parte de la humanidad a la que no vamos a dejar entrar en nuestros paรญses. Como mรญnimo, necesitamos dedicar mรกs atenciรณn a entender quรฉ ayuda de verdad a que los paรญses se desarrollen y cรณmo podemos contribuir positivamente al proceso. Cualquier democracia prรณspera que gaste menos del 0.7% del PIB en ayuda al desarrollo โel objetivo avalado por la onuโ deberรญa avergonzarse de ello (y el populista gobierno conservador del Reino Unido deberรญa cambiar su reciente decisiรณn de abandonarlo).
Solo esbozar los rasgos desnudos de esos desafรญos globales es apreciar que la agenda externa por un nuevo liberalismo resulta todavรญa mรกs abrumadora que la interna. El mayor desafรญo, sin embargo, es hacer todas esas cosas a la vez, especialmente cuando hay tensiones entre las medidas que se necesitan en las tres รกreas. ยฟCรณmo, por ejemplo, evitas que el calentamiento global se eleve por encima de los dos grados sobre las temperaturas preindustriales sin imponer fuertes restricciones a la libertad individual? ยฟCรณmo afrontas los miedos que genera la inmigraciรณn y a la vez respetas por completo los derechos humanos de los migrantes? ยฟCรณmo defiendes los derechos de la gente de Hong Kong y Taiwรกn mientras buscas una cooperaciรณn profunda con China para combatir el cambio climรกtico, las pandemias y un desorden econรณmico global?
Hacia un nuevo liberalismo
Hace poco leรญ un texto interesante de un escritor alemรกn, Arnold Ruge, titulado โAutocrรญtica del liberalismoโ. Se publicรณ en 1843. El liberalismo lleva mucho tiempo y la autocrรญtica es su camino caracterรญstico de renovaciรณn. Incluso el โnuevo liberalismoโ es un tรฉrmino viejo. Empezรณ a circular ampliamente a comienzos del siglo XX para describir una nueva ola de pensadores que enriquecรญan el liberalismo con una dimensiรณn social mรกs fuerte. Los siguiรณ un giro mรกs explรญcitamente socialdemรณcrata en el liberalismo, con el New Deal de Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos y la construcciรณn de los Estados del bienestar en Europa occidental despuรฉs de 1945. A partir de 1980, tuvimos el giro neoliberal โes decir, nuevo liberalโ hacia los mercados libres y lejos del inflado Estado โsocialistaโ. Ahora necesitamos un nuevo โnuevo liberalismoโ.
Aquรญ he ofrecido solamente unas notas hacia la renovaciรณn del liberalismo. Me baso en el trabajo de muchos otros, y espero que otros partan del mรญo. No pretendo elaborar una teorรญa normativa. Tampoco propongo un amplio programa de polรญticas. No hay, nos dice Mill, โuna necesidad de una sรญntesis universalโ. De hecho, la bรบsqueda de soluciones maximalistas, vรกlidas para todo, forma parte de la hybris racional del liberalismo tecnocrรกtico de los รบltimos treinta aรฑos. Se alejรณ demasiado de la โingenierรญa gradualistaโ de Karl Popper. El liberalismo no deberรญa ser nunca un sistema cerrado sino mรกs bien un mรฉtodo abierto, una combinaciรณn de realismo basado en la evidencia y aspiraciรณn moral, siempre listo para aprender de los errores de los demรกs y de nosotros mismos.
Este nuevo liberalismo serรก firme en la defensa de lo esencial del liberalismo, como los derechos humanos, el Estado de derecho y el gobierno limitado, y las epistรฉmicas libertades de expresiรณn e investigaciรณn, indispensables para el liberalismo como mรฉtodo en vez de como sistema. Serรก experimental, avanzando a base de ensayo y error, abierto a aprender de otras tradiciones, como el conservadurismo y el socialismo, y equipado con la compasiรณn imaginativa que necesitamos para ver con los ojos de los demรกs. Valorarรก la inteligencia emocional ademรกs de la cientรญfica. Y reconocerรก que en muchos paรญses relativamente libres tenemos algo parecido a un control empresarial plutรณcrata y oligรกrquico sobre el Estado. Eso debe romperse, por medios democrรกticos, o los procedimientos electorales de la democracia seguirรกn siendo explotados para subvertir el liberalismo, cuando los populistas (que a veces son tambiรฉn plutรณcratas) agiten a las minorรญas descontentas contra la โliberalocraciaโ.
Este nuevo liberalismo seguirรก siendo universalista, pero con un universalismo sobrio y matizado, atento a la diversidad de perspectivas, prioridades y experiencias de culturas y paรญses fuera de la corriente principal del Occidente histรณrico, y conocedor del cambio en el poder mundial que se aparta de Occidente. Seguirรก siendo individualista, dedicado a alcanzar la mayor libertad del individuo compatible con la libertad del Occidente histรณrico, pero serรก un individualismo realista y contextual. En su mejor versiรณn, el liberalismo siempre ha entendido que los seres humanos nunca son lo que Jeremy Waldron ha llamado โรกtomos hechos a sรญ mismos de una fantasรญa liberalโ, sino que viven dentro de muchos tipos de comunidades, lo que habla de profundas necesidades psicolรณgicas de pertenencia y reconocimiento. Este nuevo liberalismo seguirรก siendo igualitario: buscarรก la igualdad de oportunidades en la vida, pero tambiรฉn entenderรก que los aspectos culturales y sociopsicolรณgicos de la desigualdad son tan importantes como los econรณmicos. Finalmente, y no menos importante, seguirรก siendo meliorista, aunque con un meliorismo escรฉptico, conocedor de la historia, consciente de que esta tiene ciclos asรญ como lรญneas, retrocesos igual que avances, y que el progreso humano, en el mejor de los casos, solo se parece a la trayectoria ascendente de un sacacorchos, con virajes hacia abajo en el camino.
Grandes escritores y lรญderes de habilidad retรณrica serรกn llamados a mezclar todo eso para crear un relato mรกs atractivo a nivel emocional que aquellos que usan los demagogos simplificadores y terribles para seducir a millones de corazones infelices hoy en dรญa. Este serรก un liberalismo del miedo (en la celebrada expresiรณn de Judith Shklar) pero tambiรฉn habrรก de ser un liberalismo de la esperanza. Como en una doble hรฉlice, el miedo a la barbarie humana que siempre puede regresar estarรก entretejido con la esperanza de una civilizaciรณn humana que en parte tenemos y de la cual podemos construir mรกs.
ยฟY si es demasiado tarde? ยฟY si la influencia del liberalismo declina inexorablemente, asรญ como el poder relativo de Occidente? ยฟY si el antiliberal Deneen tiene razรณn cuando se regodea en un โexperimento filosรณfico de quinientos aรฑos que ya ha terminadoโ? Por lo que a mรญ respecta, espero que en ese caso yo me hunda con el noble barco Libertad, afanado con las bombas en la sala de mรกquinas mientras intento mantenerlo a flote. Pero mientras respiro mi รบltima bocanada de agua salada โglup, glupโ encontrarรฉ consuelo reflexionando en una รบltima y peculiar cualidad de Libertad. Algรบn tiempo despuรฉs de que el barco parece haberse hundido, vuelve a la superficie. Aรบn mรกs extraรฑo: adquiere la fuerza para reflotar precisamente porque se ha hundido. No es ningรบn accidente que las voces mรกs apasionadas en favor de la libertad lleguen hasta nosotros, como el coro de prisioneros en el Fidelio de Beethoven, desde aquellos que no son libres.
Porque la libertad es como la salud: la valoras mรกs cuando la has perdido. El mejor camino hacia delante, sin embargo, para las sociedades libres y los individuos, es conservar la salud. ~
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Traducciรณn del inglรฉs de Ricardo Dudda y Daniel Gascรณn.
Copyright ยฉ Timothy Garton Ash
Publicado originalmente en Prospect Magazine en diciembre 2020
Reproducido con permiso del autor y de Rogers, Coleridge & White Ltd., 20 Powis Mews, London, W11 1JN, UK.