IlustraciĆ³n: AngĆ©lica OlavarrĆ­a

Para entender la polarizaciĆ³n

No todo conflicto polĆ­tico es polarizaciĆ³n. Conocer la polarizaciĆ³n afectiva ayuda a enfrentarla y a dimensionar sus efectos sobre la democracia.
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

PolarizaciĆ³n es la palabra de moda entre polĆ­ticos y comentaristas de la polĆ­tica en buena parte del mundo democrĆ”tico. En los Ćŗltimos aƱos se ha utilizado para describir casi cualquier conflicto polĆ­tico, desde la llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos hasta el surgimiento de los nuevos populismos en Europa o el Brexit. Sin embargo, hablar de polarizaciĆ³n como un Ćŗnico fenĆ³meno nos hace perder algunos matices importantes de los hechos histĆ³ricos concretos a los que se refiere. AsĆ­, hablamos de polarizaciĆ³n polĆ­tica entre partidos, entre Ć©lites de los partidos, entre votantes o ciudadanos, pero tambiĆ©n hablamos de polarizaciĆ³n ideolĆ³gica y polarizaciĆ³n afectiva, de polarizaciĆ³n positiva y de polarizaciĆ³n negativa o de partidismo, que tambiĆ©n puede ser positivo y negativo. Por tanto, cuando usamos la idea de polarizaciĆ³n deberĆ­amos preguntarnos a quĆ© nos referimos exactamente. En las siguientes lĆ­neas voy a intentar desgranar los cuatro elementos a los que deberĆ­amos prestar atenciĆ³n cuando se habla de polarizaciĆ³n afectiva.

I

El primer elemento es nuestra tendencia innata al conflicto grupal. No podemos entender la polarizaciĆ³n polĆ­tica sin comprender que esta no es sino la explotaciĆ³n por parte de la polĆ­tica de uno de los rasgos fundamentales del ser humano: nuestro cerebro estĆ” programado para el tribalismo, la identificaciĆ³n con nuestro propio grupo y el rechazo a los que no pertenecen al mismo. Este rasgo evolucionĆ³ en un momento donde la lucha tribal constituĆ­a el eje de la supervivencia y, por tanto, forma parte de nuestras predisposiciones mĆ”s bĆ”sicas. Como veremos, esta predisposiciĆ³n irĆ” manifestĆ”ndose de un modo diverso en distintos momentos histĆ³ricos, pero es importante no perderla de vista. En contextos concretos, se manifiesta a travĆ©s de las identidades. Por ejemplo, desde pequeƱos los niƱos en el colegio tienden a establecer vĆ­nculos muy fuertes con sus compaƱeros de clase, aunque la configuraciĆ³n de esa clase generalmente es completamente arbitraria, por ejemplo, basada en los apellidos.

En realidad, es posible crear identidades de la nada que entren en conflicto, como mostrĆ³ en los aƱos setenta el psicĆ³logo britĆ”nico de origen polaco Henri Tajfel. En su experimento mĆ”s famoso pedĆ­a a sus estudiantes que eligieran entre un cuadro de Paul Klee o uno de Vasili Kandinski y los asignaba a dos grupos distintos dependiendo del cuadro que habĆ­an elegido. Pues bien, esta agrupaciĆ³n totalmente arbitraria hacĆ­a que los estudiantes desarrollaran comportamientos positivos hacia su propio grupo y hostiles hacia el otro.

Este comportamiento ha sido encontrado en multitud de grupos en el Ćŗltimo medio siglo. Por tanto, la primera idea es que resulta muy fĆ”cil, podrĆ­amos decir incluso natural, crear conflicto entre grupos y esto es independiente del momento histĆ³rico o el contexto concreto. Es importante resaltar que este conflicto es instintivo y, por tanto, mĆ”s fĆ”cil de activar emocionalmente que una discusiĆ³n acerca de los tipos de impuestos, por ejemplo, que requiere de aprendizaje y pensamiento racional. Esta es una de las claves de la polarizaciĆ³n afectiva actual: al apelar a instintos, es un mecanismo mucho mĆ”s eficaz de activaciĆ³n de identidades y comportamientos.

II

Nuestra tendencia innata a la identificaciĆ³n grupal tambiĆ©n hace que las personas desarrollemos identidades mĆŗltiples. Yo tengo, entre otras, las identidades de hombre, marido, padre, sociĆ³logo, hincha del Real Madrid y espaƱol al mismo tiempo y cada una de estas identidades puede ser activada en momentos concretos. Cuando veo un partido de mi equipo de fĆŗtbol la identidad relevante es la de hincha y es la que me produce respuestas emocionales, pero cuando intento resolver un problema con mis hijos es la identidad de padre la que se ve reforzada o amenazada. Pero al tener mĆŗltiples identidades, estas pueden estar en consonancia o en conflicto. Mis identidades de marido y padre se pueden reforzar; sin embargo, mi identidad de padre puede entrar en conflicto con la de hincha de fĆŗtbol cuando tengo que repartir tiempo entre ir al estadio o jugar con mis hijos.

Esto, que nos pasa constantemente en nuestra vida cotidiana, tiene una influencia importantĆ­sima en las dinĆ”micas de polarizaciĆ³n polĆ­tica. Esta es mĆ”s frecuente en circunstancias donde las identidades estĆ”n alineadas. Por ejemplo, es mĆ”s fĆ”cil polarizar a alguien nacido en el pueblo de Guernica, con ocho apellidos vascos, cuya lengua familiar es el euskera, hincha del Athletic de Bilbao y de ideologĆ­a nacionalista vasca, que a alguien de padre extremeƱos, nacido en un barrio obrero de Bilbao, hablante de castellano, hincha del Athletic y de ideologĆ­a nacionalista vasca. En este segundo caso solemos hablar de identidades transversales, que suelen contribuir a reducir el conflicto polĆ­tico. Por tanto, para entender la polarizaciĆ³n afectiva debemos prestar atenciĆ³n a quĆ© identidades se estĆ”n activando en cada momento y si estas identidades estĆ”n perfectamente alineadas o son transversales.

III

La polarizaciĆ³n no es extremismo sino encuadramiento en diferentes grupos e identidades. El ejemplo estadounidense nos puede ayudar a entender este proceso. En la primera mitad del siglo XX, en el sistema polĆ­tico estadounidense uno podĆ­a encontrar actitudes y comportamientos extremistas, como las leyes y acciones en contra del voto de los negros, dentro de un sistema que al mismo tiempo estaba muy poco polarizado. La baja polarizaciĆ³n se debĆ­a a que las posturas mĆ”s o menos extremistas se daban en los dos partidos. AsĆ­, el Partido DemĆ³crata era una coaliciĆ³n de conservadores (y racistas) en el sur y de liberales progresistas en el norte. Esto se traducĆ­a en innumerables leyes y propuestas polĆ­ticas votadas por miembros de los dos partidos. Sin embargo, como ha mostrado Sam Rosenfeld en The polarizers: Postwar architects of our partisan era, tras la Segunda Guerra Mundial, y especialmente a partir de los aƱos sesenta, se da un proceso de polarizaciĆ³n por el que los dos partidos polĆ­ticos se van configurando en bloques mĆ”s homogĆ©neos ideolĆ³gicamente, pero tambiĆ©n geogrĆ”ficamente, y en caracterĆ­sticas como la raza y la religiĆ³n. AsĆ­, los negros e hispanos, liberales culturales y habitantes de zonas urbanas van concentrĆ”ndose en el Partido DemĆ³crata, mientras que los cristianos evangĆ©licos y los que viven en zonas rurales se fueron decantando mayoritariamente por el Republicano.

Pero esto no es exclusivo del caso norteamericano. En la Ćŗltima dĆ©cada hemos visto en EspaƱa un proceso similar, donde los partidos tradicionales de Ć”mbito nacional (especialmente el Partido Popular) han retrocedido enormemente en CataluƱa y el PaĆ­s Vasco. Otro proceso de polarizaciĆ³n clĆ”sico en EspaƱa es el alineamiento de la izquierda con posturas federalistas o incluso soberanistas y la derecha con propuestas centralistas. Por tanto, no es necesario que aumente el extremismo, incluso podrĆ­a disminuir, para que aumente la polarizaciĆ³n.

IV

La polarizaciĆ³n se hace, es decir, no aparece por generaciĆ³n espontĆ”nea, sino que podemos identificar en cada momento y contexto histĆ³rico a los agentes polarizadores. De nuevo, el caso de Estados Unidos es el que ha recibido mĆ”s atenciĆ³n y sabemos que en la dĆ©cada de los cincuenta hubo discusiones concretas, que han quedado reflejadas en actas de congresos y discursos polĆ­ticos, donde el Partido Republicano propone polarizarse, es decir, convertirse en un bloque ideolĆ³gico y social mĆ”s homogĆ©neo y no en una plataforma electoral heterogĆ©nea. En Europa hemos visto el mismo patrĆ³n en sistemas polĆ­ticos multipartidistas donde han surgido nuevos partidos como escisiones o transformaciones de partidos anteriores, pero cuya caracterĆ­stica comĆŗn es que suponen versiones mĆ”s ā€œpurasā€ de los valores que los viejos partidos representaban. En EspaƱa, los dos partidos que ocupan actualmente los extremos del espectro polĆ­tico, Unidas Podemos y Vox, son partidos mucho mĆ”s homogĆ©neos que los partidos de los que provienen sus mĆ”ximos dirigentes, Izquierda Unida y el Partido Popular. El caso de Unidas Podemos es muy esclarecedor a este respecto, pues en su escasa historia ha sufrido ya varios procesos de homogeneizaciĆ³n en torno a una corriente central y expulsiĆ³n de las voces crĆ­ticas. Esto es polarizaciĆ³n y, como argumentaba al hablar de las identidades mĆŗltiples, cuanto mĆ”s homogĆ©neo es un partido mĆ”s alineadas estĆ”n las distintas identidades y mĆ”s fĆ”cil es, por tanto, polarizar al electorado. Algunos han llamado a estas identidades alineadas, que son utilizadas por los partidos para polarizar, superidentidades.

Ahora nos encontramos con partidos de izquierda que no solo defienden postulados feministas, sino una definiciĆ³n muy concreta de feminismo; no solo defienden la redistribuciĆ³n de la riqueza, sino una forma muy concreta de redistribuciĆ³n, por ejemplo, a travĆ©s de la renta bĆ”sica. Pero tambiĆ©n nos encontramos con partidos de derechas donde ya solo quedan conservadores sociales y que no permiten otras posturas, como un libertarismo moral, que sĆ­ eran posibles en los grandes partidos anteriores. Por tanto, la polarizaciĆ³n se hace y existen ā€œherramientas de polarizaciĆ³nā€, como son la raza y la religiĆ³n en Estados Unidos o la memoria histĆ³rica en EspaƱa. La idea de ā€œlas dos EspaƱasā€ que se fue desarrollando a lo largo del siglo xix y que desembocĆ³ en la Guerra Civil del 36 sigue siendo una de las herramientas de polarizaciĆ³n en EspaƱa. Pero, como ha ocurrido en otros paĆ­ses, la definiciĆ³n exacta de las identidades que componen los grupos ha ido cambiando, siendo la cuestiĆ³n territorial la que mĆ”s peso tiene en los Ćŗltimos aƱos, una vez que las identidades religiosas y de clase han perdido fuerza con la modernizaciĆ³n y secularizaciĆ³n del paĆ­s.

V

La polarizaciĆ³n afectiva es un problema para la democracia no porque empuje hacia posturas ideolĆ³gicas extremas o antidemocrĆ”ticas, sino porque produce bloqueo institucional. Si los partidos solo estĆ”n dispuestos a defender un conjunto estrecho de postulados, que son totalmente inasumibles por los adversarios polĆ­ticos, la posibilidad de llegar a acuerdos parlamentarios disminuye considerablemente. Esto es lo que explica los cierres de la administraciĆ³n en Estados Unidos y la ausencia continuada de presupuestos generales en EspaƱa. La democracia, simplemente, se paraliza y los problemas sustantivos no se abordan. Esto es especialmente preocupante porque las diferencias entre los votantes de los distintos partidos sobre polĆ­ticas sustantivas de, por ejemplo, impuestos, inmigraciĆ³n o sanidad son mucho mĆ”s pequeƱas que las diferencias identitarias basadas en cuestiones territoriales o de identificaciĆ³n con un determinado bloque ā€œrojoā€ o ā€œazulā€.

Por Ćŗltimo, la dificultad para romper la dinĆ”mica de la polarizaciĆ³n es que esta supone un cĆ­rculo vicioso entre el comportamiento de los partidos y las instituciones. Los partidos se han ido convirtiendo en grupos cada vez mĆ”s homogĆ©neos que no son capaces de hablar entre sĆ­ y esto se traslada al bloqueo institucional que afecta a todos los poderes del Estado: imposibilidad de acuerdos legislativos, bloqueo en la formaciĆ³n de gobierno o en la renovaciĆ³n de cargos en el poder judicial. Pero el bloqueo hace que los partidos se afanen en cambiar las mayorĆ­as existentes y, por tanto, la competiciĆ³n electoral comienza el primer dĆ­a del ciclo polĆ­tico, convirtiendo a los partidos en mĆ”quinas electorales que prestan relativamente poca atenciĆ³n a la formulaciĆ³n de polĆ­ticas sustantivas y a tejer acuerdos que las puedan llevar a efecto. En otras palabras, los partidos reclutan principalmente a polarizadores para competir por un espacio muy restringido del electorado y no a tejedores de acuerdos que puedan desarrollar un programa de gobierno. Romper el cĆ­rculo de la polarizaciĆ³n probablemente requerirĆ” actuar al mismo tiempo sobre las normas formales e informales que regulan la dinĆ”mica institucional a la vez que sobre los mecanismos de selecciĆ³n de Ć©lites de los partidos. Algo que se antoja lejano en el panorama polĆ­tico actual. ~

+ posts

es doctor en sociologĆ­a y vicedirector del Instituto de PolĆ­ticas y Bienes PĆŗblicos del Consejo Superior
de Investigaciones Cientƭficas en EspaƱa.


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā