Diarios personales, pinturas y una foto de un pastel de cumpleaños con la forma de un rollo de papel higiénico son algunos de los materiales que la gente ha elegido para conmemorar el primer aniversario de la llegada de la covid-19.
“Cuando comenzó la pandemia, … pensamos inmediatamente en el dilema de cómo archivar un acontecimiento tan importante y dramático”, dice Sarah Knott, profesora de historia en la Universidad de Indiana en Bloomington.
En la Universidad de Indiana, Knott y la archivista Carrie Schwier lanzaron un archivo e invitaron a la comunidad universitaria a enviar sus diarios; proyectos semejantes han estado apareciendo en otras partes de Estados Unidos. Las sociedades históricas locales, las universidades y las bibliotecas han pasado el último año archivando los altibajos de la pandemia, las marchas por la justicia racial, el juicio político a Donald Trump y otros eventos definitorios. Estos archivos toman la forma de objetos, fotografías y diarios seleccionados por la comunidad.
Este tipo de archivo comunitario se hizo popular en las décadas de 1960 y 1970, dice Suzanne Im, bibliotecaria de metadatos de la Biblioteca Pública de Los Ángeles, que mantiene el Archivo Comunitario LA covid-19. “En el pasado distante había curadores que decidían qué se conservaba y qué se archivaba”, dice, “pero cada vez más, tal como con estos archivos comunitarios, estamos involucrando a las personas que están creando los materiales históricos recolectados”.
A lo largo de la pandemia de coronavirus, los historiadores y escritores han mirado al pasado, en particular a crisis de salud pública anteriores como la pandemia de influenza de 1918, para recopilar información sobre cómo reacciona la sociedad frente a las muertes y enfermedades masivas. Los diarios y cartas escritas por quienes enfermaron en 1918 nos ayudan a conectarnos, más de 100 años después, con personas que se encontraban en una posición similar a la nuestra. Pero catalogar la historia mientras está sucediendo no es una tarea sencilla. Schwier dice que con todas las cosas que han sucedido durante el año pasado, darle al proyecto un nombre permanente es “algo imposible en este momento”, dice, “creo que tendremos que nombrarlo más adelante”. Las consecuencias del covid-19, las marchas por la justicia racial y las elecciones no son un monolito, dice Knott. “No se experimentan como un solo evento, sino como múltiples eventos con líneas de tiempo divergentes”.
Es fácil entender cómo un archivo puede ser visto como una ventana al pasado para investigadores y estudiantes en el futuro, pero también puede ser útil para quienes lo construyen en el presente. “Creo que hay un anhelo real de darle sentido a lo que está sucediendo y saber qué es significativo”, dice Knott. “Realmente estábamos pensando acerca de la claridad y la comodidad que surge al brindarle a las personas del aquí y ahora la oportunidad de tener una razón para documentar lo que sucede”.
Las personas que quieran compartir pensamientos más dolorosos o controversiales pueden poner una restricción en el material que envían, lo que significa que no se publicará durante un periodo de cinco años. Schwier dice que una persona incluso eligió que no se publicará hasta 50 años después de que entregara lo que recopiló. Pero Im dice que “las personas hacen su propia curaduría” y quizá es menos probable que compartan materiales que representen los momentos más traumáticos de la pandemia: “la mayoría de las personas no se apresuran a compartir ese tipo de historias”.
Muchos de los archivos se centran en contribuciones digitales (fotografías, diarios digitales, obras de arte), pero algunos también han trabajado para crear historias orales sólidas a medida que ocurren los eventos. The A/P/A Voices: A COVID-19 Public Memory Project es un esfuerzo del Asian/Pacific/American Institute de la Universidad de Nueva York para registrar cómo la pandemia ha afectado a las comunidades asiáticas estadounidenses y estadounidenses del Pacífico en todo el país. Vivian Truong, becaria postdoctoral en estudios asiático-americanos en la Universidad de Vassar, es una de las colaboradoras que lideran el proyecto. Ella dice que actualmente tienen 20 voluntarios que reúnen historias orales a través de Zoom y hasta ahora han entrevistado a más de 40 personas. Truong dice que la pregunta guía es: “¿Cuáles son las experiencias que la gente está teniendo, pero que no están siendo realmente resumidas en todos estos cuadros y gráficas que vemos todo el tiempo?”. No es solo una historia de salud, agrega Truong, porque la pandemia también ha coincidido con la violencia antiasiática y una grave recesión económica en los barrios chinos de E.U. Si bien no hay escasez de fuentes de noticias a las que recurrir, “no puede darse por hecho que estas historias vayan a ser recordadas de la manera en que la gente quiera que sean recordadas”, dice.
Todos estos proyectos han recibido cientos o incluso miles de entradas, ya que las personas están ansiosas por compartir historias y elementos de su vida cotidiana. Schwier dice que, en la Universidad de Indiana, entre 40 y 50 personas envían regularmente contenido al archivo en forma de extensos diarios, publicaciones en redes sociales y sitios web. A medida que pasaba el tiempo, dice, la gente comenzó a incluir más material sobre los asesinatos de George Floyd y Breonna Taylor y las posteriores manifestaciones de justicia racial. “En cierto sentido, parece que muchos han aprendido a vivir con el virus, sea lo que sea que eso signifique para ellos”, dice, permitiendo que otros problemas salgan a la superficie.
En Los Ángeles, Im dice que la mayoría de los 2,500 materiales recibidos son fotografías digitales. Algunos muestran mensajes como “Regresamos enseguida después de estos mensajes” en la marquesina de un cine local. Otros muestran a profesionales de la salud vestidos con un equipo de protección personal. En Indiana, una enfermera jubilada que se registró dibujó un retrato de un cartero con cubrebocas. Un empleado universitario envió un diario de su “día laboral típico” en mayo de 2020. Un estudiante internacional detalló los primeros días de la pandemia y su apresurado viaje de regreso a Hungría en un diario titulado “Escape de Estados Unidos”.
Algunas personas se toman muy en serio sus contribuciones a la historia. Schwier dice que una mujer dejó una nota en su testamento para asegurarse de que, si llegara a morir antes de que su diario sea enviado a los archivos, sus seres queridos sepan a dónde llevarlo.
El proyecto A/P/A Voices, la Biblioteca Pública de Los Ángeles y la Universidad de Indiana todavía están aceptando entradas para sus archivos, y muchos más de estos archivos tienen fechas ilimitadas para enviar a cualquiera que busque un lugar para sus recuerdos y pensamientos. “Su experiencia es digna de preservar”, dice Schwier, “no importa cuán aburridas puedan parecernos nuestras propias vidas en este momento”.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.