A 55 años de la muerte de Ernesto Che Guevara

Una selección de textos publicados en esta revista en torno a la figura del médico, político y militar argentino.
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El 9 de octubre de 1967, el Che fue ejecutado por el ejército boliviano en medio de una campaña militar. A 55 años de ese evento, hemos preparado una selección de artículos que analizan su figura y trascendencia.  

En “El Che, vida y milagros”, Enrique Krauze recuerda al condottiero que recorrió el continente con la esperanza de curar el dolor y combatir el capitalismo. Del joven asmático que estudió medicina al guerrillero que peleó junto a Fidel Castro, el autor revisa los momentos clave que ayudaron a crear la imagen del embajador de la revolución. Gracias a sus recorridos por el continente, “Guevara no solo sentía conocer de primera mano la enfermedad social que asfixiaba a la América Latina sino también a su agente directo –‘los rubios y eficaces administradores, los amos yanquis’– y la única posible cura: una revolución nacionalista y social apoyada por campesinos armados como la que atestiguó en las calles de La Paz”.

Al pensar en la profesión de fe que los seguidores actuales de Guevara expresan, Krauze escribe: “la Che-manía no solo niega la tradición democrática de Occidente sino que deja de lado lo que a mi juicio es el único ángulo salvable de Guevara para nuestros días: la coherencia de su igualitarismo. Hay algo válido y aún necesario en esa aspiración utópica, sobre todo ahora que el fantasma del vacío recorre el mundo engullendo, como un hoyo negro, todo sentido de fraternidad. Pero la igualdad, impuesta desde arriba, ahoga un fin tal vez más preciado: la libertad”.

Álvaro Vargas Llosa considera irónico que uno de los más férreos combatientes del capitalismo se haya convertido en una marca capitalista. Tazas, playeras, llaveros y billeteras con la fotografía que Alberto Korda le tomó a Ernesto Guevara se comercializan en todo el mundo. Celebridades, políticos y activistas sociales los usan por igual sin saber cuáles eran los principios que la revolución cubana defendía: “Las manifestaciones del nuevo culto del Che están por todas partes. Una vez más el mito está apasionando a individuos cuyas causas, en su mayor parte, representan exactamente lo opuesto de lo que era Guevara”.

En el mismo artículo, Vargas Llosa afirma que la idealización provoca que se pierda de vista la faceta violenta de Ernesto Guevara, así como su fracaso como héroe de la justicia social y genio de la guerra de guerrillas: “En cada etapa de su vida adulta, su megalomanía se manifestaba en el impulso depredador por apoderarse de las vidas y de la propiedad de otras personas, y de abolir su libre voluntad”.

El Che encontró la muerte en su intento de llevar la revolución marxista a Bolivia. A manera de tributo, su imagen está presente en todo el país, lo mismo en el edificio del Congreso boliviano que en las colonias obreras, en los asentamientos marginales y en las universidades. Su impacto es comparable únicamente con la de la Virgen María, según escribe David Rieff: “Y si un buen católico boliviano diría sin sombra de duda que la Santísima Virgen entregó a su hijo por los pecados de la humanidad, los buenos izquierdistas bolivianos afirmarían con la misma convicción que el Che murió por ellos, tratando de llevar justicia, dicen, a un país donde la justicia nunca ha prevalecido”.

Che Guevara: una vida revolucionaria (Anagrama, 2006), del periodista norteamericano Jon Lee Anderson, es considerada la biografía oficial del guerrillero más famoso del planeta. A diferencia de otras biografías, no presenta al Che como un héroe sin defectos, sino que recupera los dos temas más polémicos en torno a él: las ejecuciones sumarias que autorizó y su supuesta ruptura con Fidel Castro. En palabras de Bertrand de la Grange, se trata de un “libro brillante, que no oculta los lados oscuros del icono de la izquierda internacional y de los vendedores de camisetas”.

Fidel Castro no fue ajeno al halo místico que emanaba del Che. De tal manera que en 1997, cuando la inconformidad cubana crecía, instituyó el “Año del Che” para distraer al pueblo de sus apremiantes penurias y “relanzar la mística revolucionaria”. “‘Operación Che’: Historia de una mentira de Estado”, de Maité Rico y Bertrand de la Grange, es un reportaje sobre el hallazgo de las reliquias del “Comandante de América”:

La ‘operación Che’ ilustra de forma impactante la capacidad del régimen castrista de imponer sus criterios políticos a los científicos, cuya independencia queda en entredicho. El Líder Máximo había hecho del rescate de los restos del Che una cuestión de honor […] No fue una hazaña científica y tampoco un acto de magia: fue una operación de inteligencia disfrazada de misión científica.

Luchador en contra del imperialismo, estandarte de los anhelos de libertad y de justicia del continente americano, espíritu anárquico, fría máquina de matar, guerrillero heroico son solo algunas de las formas en las que, a lo largo de 55 años, se ha caracterizado al Che.

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