Vira camina errรกtica por las calles de Sambir. A ratos habla sola, sorteando con pasos cortos los obstรกculos del pavimento cubierto de nieve y hielo. Es un dรญa de enero, a mรกs de veinte grados bajo cero. La brisa matutina corta los labios y apenas puedes sacar las manos de los guantes. Al cruzarse con nosotros, Vira levanta la vista y esboza una sonrisa. Su nombre, Vera en ruso, significa โfeโ, aunque ella no es creyente. Estรก envuelta en un pleito con el Estado ucraniano, al que reclama la pensiรณn de su difunto padre, jefe local del NKVD, antecesora de la KGB. En cambio, ha rechazado la que le corresponderรญa como exfuncionaria en una de las anquilosadas instituciones militares de la etapa anterior: casi cien euros al mes, lo que no estรก mal en un paรญs en crisis y con la moneda, la grivna, devaluada. Dice que el Estado la engaรฑa. Esta desconfianza frente al Estado es comรบn: histรณricamente ha funcionado sobre todo para las clases dirigentes, como el padre de Vira. Pertenecer al NKVD daba el respeto derivado del terror, pero tambiรฉn estatus y privilegios. Como en Rebeliรณn en la granja de Orwell, en la nueva sociedad soviรฉtica todos eran iguales, pero algunos mรกs que otros. Vira es una de esas personas cuyo esquema se congelรณ casi por completo al desaparecer la Uniรณn Soviรฉtica. Por no haber pagado las facturas, le cortaron el gas y la electricidad.
Algunas familias del barrio cocinan para ella y le dan dinero. Familias a quienes su padre aterrorizรณ durante dรฉcadas. Mucha gente de Sambir proviene de los intercambios forzosos de poblaciones (โrepatriacionesโ, en el lenguaje orwelliano al uso) de 1944-46 entre la Polonia comunista y la Ucrania soviรฉtica. El historiador Timothy Snyder sostiene que 483,000 ucranianos fueron expulsados del sudeste de Polonia y casi 800,000 polacos de esta parte de Ucrania fueron tambiรฉn โrepatriadosโ a Polonia. Jaroslav, cojeando, me recibe en su casa y me conduce a un salรณn en penumbra, con viejos muebles cubiertos de polvo y fotos en blanco y negro. En un mapa seรฑala la regiรณn de Polonia de donde proviene su familia, de la etnia lemko. รl era un niรฑo y tiene recuerdos difusos de marchas y miedos. En la estaciรณn mรกs cercana, a la que lleguรฉ en uno de los viejos marshrutkas (minibuses), la nieve cae inmisericorde sobre los hombros de una estatua de una mujer humilde que representa las deportaciones. Con la cabeza cubierta y una expresiรณn desesperada, camina sobre unas vรญas de tren y protege a tres niรฑos. Uno de ellos podrรญa ser Jaroslav. El padre de Vira, un ruso ucraniano del Donbรกs, al este de Ucrania, trataba con desprecio a los deportados. Cientos de miles de ucranianos fueron enviados, durante esos aรฑos, al gulag en Siberia, donde se unieron a muchos ciudadanos soviรฉticos. La casa del padre de Vira, mรกs elegante que muchas otras a su alrededor, probablemente perteneciรณ a una familia de la intelligentsia deportada.
Oksana tambiรฉn da algo de dinero a Vira, aunque pase apuros. A sus 62 aรฑos, tras treinta de trabajo como enfermera, recibirรก una pensiรณn mensual de setenta euros. Esos serรกn sus ingresos si su hospital es incluido finalmente en uno de los procesos de reestructuraciรณn que estรกn en marcha, parte de los programas de reformas y modernizaciรณn acordados con el Fondo Monetario Internacional y otros organismos de los que depende Ucrania. En un paรญs sin redistribuciรณn real, los costos sociales serรกn altos. Muchos ucranianos como Oksana enfrentan la situaciรณn actual con una sorprendente resiliencia. Yevhen, un acadรฉmico que lidera un grupo de intelectuales que se han enfocado en dotar a su paรญs de una visiรณn de futuro, dice que
cada generaciรณn aquรญ es consciente de que tiene que superar su tragedia histรณrica.
La mujer deja un momento la masa que estรก intentando enseรฑarme a moldear, abre un cajรณn en la cรณmoda y, con solemnidad, coge un bulto envuelto en trapos. Es el casco que llevรณ durante las protestas del Maidรกn. Hace dos aรฑos pidiรณ un permiso laboral para tomar un tren a Kiev y ayudar en uno de los hospitales de campaรฑa improvisados junto a la Plaza de la Independencia. En ellos, en iglesias o apartamentos, personas como ella atendรญan a los heridos de los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y los brutales titushkis (matones a sueldo). Habรญa que evitar los hospitales, pues tales grupos entraban en busca de activistas, se los llevaban y luego aparecรญan malheridos y, a veces, asesinados. A Yuri Verbitsky e Igor Lutsenko los secuestraron el 21 de enero de 2014. Igor apareciรณ en un bosque, con signos de tortura. El cuerpo de Yuri, un cientรญfico, fue encontrado el dรญa siguiente.
Oksana estรก preocupada por Ucrania, que todavรญa hoy se encuentra bajo el rรฉgimen opresivo que tenรญa esperanzas de cambiar. No ha tenido una vida fรกcil. Vira le recriminaba haber aceptado que su exmarido Volodymyr terminara en una clรญnica luego de haber sido declarado incapaz por su alcoholismo. Volodymyr fue oficial de inteligencia en el ejรฉrcito soviรฉtico, una tradiciรณn familiar. Su padre habรญa sido francotirador en las unidades del NKVD que eliminaron, en estos bosques y montes, los รบltimos focos de la insurgencia nacionalista ucraniana. Rompiendo la norma que prohibรญa hablar de polรญtica incluso en casa (โlas paredes tienen oรญdosโ, insistรญa su madre, que, irรณnicamente, era administrativa de la KGB), Volodymyr se referรญa en privado y con sarcasmo a una URSS a la que servรญa, pero despreciaba. Tenรญa muchos talentos: pintaba y hablaba un perfecto inglรฉs, que su hija Annya aprendiรณ de รฉl. Despuรฉs de unos disturbios violentos en la prisiรณn de Siberia, donde estuvo aรฑos destacado, Volodymyr nunca volviรณ a ser el mismo y comenzรณ a beber todo el tiempo. Las noches de embriaguez, gritos y portazos que se escuchaban desde lejos en el barrio acompaรฑaban a Annya por las maรฑanas de camino a la escuela.
En 2004, despuรฉs de sintonizar la radio a mitad de una clase universitaria, Annya saliรณ corriendo a protestar en la Plaza de la Independencia durante la fallida revoluciรณn naranja. Nueve aรฑos despuรฉs, el 21 de noviembre de 2013, fue de las primeras en regresar a esa plaza, no gracias a la radio, sino por la convocatoria en Facebook del periodista afganoucraniano Mustafรก Nayyem. Esa protesta contra el entonces presidente Vรญktor Yanukรณvich dio comienzo a una nueva ola de despertar polรญtico, como el vivido por las revueltas รกrabes de esos mismos aรฑos. Ucrania acumulaba una profunda frustraciรณn ante la cleptocracia del paรญs y el proizvol, tรฉrmino ruso que designa la arbitrariedad e impunidad de los dirigentes. Nayyem forma parte de la treintena
de parlamentarios reformistas, muy crรญticos con el actual presidente Petrรณ Poroshenko y el gobierno. Los chicos de 2004 son hoy profesionales y voluntarios que, en un paรญs donde el problema no es solo la oligarquรญa sino la pasividad polรญtica que la beneficia, constituyen una clase polรญtica paralela, reivindicativa. Procede de un tejido social donde los factores generaciรณn y gรฉnero son claves. No hay una o dos Annyas u Oksanas, hay muchas por todo el paรญs: periodistas, activistas o entrepreneuses anรณnimas, menos en el foco pรบblico y mediรกtico que envuelve a Nayyem y los suyos, pero quizรก aรบn mรกs necesarias. Annya es editora en una publicaciรณn y se esfuerza por crear un periodismo crรญtico, de calidad. Tanto ella como su hermana Olya, que trabaja para una organizaciรณn no gubernamental, pasan estrecheces. A pesar de la incertidumbre y el descontento, Annya no quiere dejar su paรญs, como le aconsejรณ su padre en un momento de sobriedad. Durante la cruenta etapa de Yanukรณvich, hoy fugitivo, habรญa pensado en emigrar. La plaza le hizo recuperar cierta esperanza.
Algo parecido atrajo a Vanya a Ucrania: dejรณ la Rusia de Putin que aborrece por su autoritarismo y en donde casi no hay lugar para periodistas de su perfil. Las cervezas se suceden en Odesa, donde converso con รฉl y Peter, un escritor de padres ucranianos exiliados en la รฉpoca soviรฉtica. Vanya, un moscovita alto y de coleta a lo heavy metal, habla ucraniano y condena la agresiรณn de Rusia en Crimea y el Donbรกs. Pero su pasaporte le complica a veces la vida en su lugar de residencia: Lviv (o Leรณpolis), al oeste de Ucrania. Se lo toma con humor y bromea en Facebook con sus amigos ucranianos sobre cรณmo โeste ruso va a ocupar la ciudad… y todos vuestros baresโ. Los likes se multiplican en su mรณvil.
Hay mรกs rusos como Vanya. Sentado en la barra de un bar popular de la capital, charlo con Denis, que estรก detrรกs de la nueva legislaciรณn de reforma de la administraciรณn pรบblica. Es un hombre elegante, con gafas y perilla que le dan un aire a Johnny Depp. Como a Volodymyr, la desapariciรณn de la URSS lo sorprendiรณ en Ucrania, mientras formaba parte del ejรฉrcito soviรฉtico. Entre ir a Bielorrusia, regresar a su Rusia natal o quedarse, eligiรณ lo รบltimo. La decisiรณn mรกs sabia de su vida, dice. Pasamos la noche comparando la enrevesada polรญtica ucraniana con Star wars, cuya simbologรญa fue habitual en la Plaza de la Independencia, junto con la de Harry Potter o El seรฑor de los anillos (el rรฉgimen de Yanukรณvich era Mordor, la policรญa y los titushkis eran orcos; Putin, Voldemort, etcรฉtera). Denis va a intentar destruir la Estrella de la Muerte, llenando el parlamento โla Verkhovna Radaโ de reformistas, como una ola destructora y creadora. โOlaโ (Khvylia) es el nombre del nuevo partido que รฉl y otros acaban de lanzar, y que incorpora a fiscales destituidos por Viktor Shokin, el anterior fiscal general. La razรณn: habรญan comenzado a investigar redes de corrupciรณn en la propia fiscalรญa. El escรกndalo llevรณ al cese de Shokin, despuรฉs de mucha presiรณn popular y tambiรฉn por parte de Occidente. Corrupciรณn, crรญmenes y frenos a las reformas son el objeto de investigaciรณn de Oleg, un moscovita que vino a Ucrania por las mismas razones que Vanya. Un hecho que ha pasado inadvertido: este periodismo de investigaciรณn y el trabajo de la sociedad civil ucraniana estรกn detrรกs de las revelaciones sobre las finanzas del Partido de las Regiones de Yanukรณvich, que han hundido, a miles de kilรณmetros de aquรญ, a Paul Manafort, ahora ex jefe de campaรฑa de Donald Trump y asesor del expresidente ucraniano.
En tiempos de incertidumbre, cambios y miedos, esa Rusia real que irrita a Vanya, Oleg y Denis se difumina en algunas mentes con la utopรญa de una Rusia ideal, protectora. A su vez, esta utopรญa se confunde con una URSS que de pronto dejรณ muchos huรฉrfanos en el llamado espacio postsoviรฉtico. Nikolรกi โun robusto exmilitar ruso, de ojos hundidos y castaรฑos, gran nariz, barba blanca y gorra de marineroโ es uno de esos huรฉrfanos; me lo encuentro en los muelles de Odesa, contemplando absorto las aguas. Es โde todas partes de Rusiaโ y sirviรณ a su armada en muchos puertos. Al muelle se acercan unas babushkas (abuelas) con sus caracterรญsticos paรฑuelos, pรณmulos anchos, mejillas cargadas y rostros ajados. Resultan entraรฑables y pintorescas hasta que conoces sus opiniones polรญticas, que a menudo aรฑoran el totalitario pasado soviรฉtico. A veces recuerdan a esas seรฑoras de misa los domingos que en Espaรฑa aรบn hablan de Franco.
El Kremlin sabe de estos huรฉrfanos de la URSS y de los nostรกlgicos de la Gran Rusia. Aunque menos de lo que se dice, existen todavรญa en un Donbรกs en declive, donde hace aรฑos hubo una industria activa y hoy hay fรกbricas deficitarias. Los hรกbiles spin doctors y cardenales grises de esa otra plaza, la roja, a mil kilรณmetros de aquรญ, conocen la obtusa mente de los occidentales ideologizados, escรฉpticos ante los procesos de emancipaciรณn ajenos que rompen sus esquemas y polvorientos libros de cabecera, pero ciegos y acrรญticos ante Rusia. Occidentales que negarรญan la evidencia mรกs tangible, aunque el tรญo Stalin les llevara de visita guiada por el gulag o las fosas de Katyn. En todos ellos pensaba el Kremlin al liberar el software nacionalista ruso y soviรฉtico (lo segundo fue a menudo tapadera de lo primero), activando una de las operaciones de propaganda mรกs eficaces desde la Guerra Frรญa. Exactamente igual que en los noventa el Belgrado de Miloลกeviฤ inundaba las ondas con noticias terrorรญficas sobre los cortacabezas islamistas de Sarajevo que aniquilarรญan la indefensa (pero para entonces bien armada) poblaciรณn serbia en Bosnia, Moscรบ y sus mercenarios bombardearon la televisiรณn de noticias espeluznantes sobre el fascismo ucraniano. Comparado con la media europea, este fascismo es todavรญa polรญticamente marginal, como el islamismo de Sarajevo, pero es sin duda problemรกtico y visible si uno busca, rebusca y googlea concienzudamente o lo alienta. Una propaganda โcomo la rusa que alterรณ la percepciรณn de la realidad y justificรณ como defensa la pura agresiรณnโ sacรณ partido de una desconfianza real hacia el mal gobierno, con la ayuda nada despreciable de algunos populistas y radicales. El choque constante e interesado de narrativas y realidades anula la razรณn y polariza a la sociedad, algo que tambiรฉn sucede en Bosnia.
Ademรกs de huรฉrfanos de esa URSS-Rusia ideal, Ucrania atrae a muchas vรญctimas y huรฉrfanos del putinismo real. Tengo fresca la imagen de unos veinteaรฑeros en un memorial en Sambir: con sus mejores galas de camino al frente, sonreรญan, los ojos inseguros. En torno a ellos las velas encendidas desafiaban el viento invernal y la nieve. Girgi, georgiano, un francotirador recio y reservado con el que coincidรญ unos dรญas en un pueblo perdido de los Cรกrpatos, me cuenta sucintamente cรณmo muriรณ su padre en un ataque ruso a su pueblo, cerca de Abjasia. Eleva la voz para dar largos brindis de vodka en ruso, baรฑando el shashlik en las brasas, entre elogios al amor, los vascos del Cรกucaso y la libertad de Ucrania. En Georgia, a la que sirviรณ en Afganistรกn (me enseรฑa fotos en camuflaje en el รกrido Kandahar), podrรญa ser detenido por participar en guerras extranjeras.
Girgi regresa al este, pasando por Sloviansk, donde llegรณ en tren este verano, en plena escalada en el frente, dos aรฑos despuรฉs de que se recuperara el control en Kiev. La furia contra el fascismo ruso โcondenado en un grafiti cercano, โRuscismus nyet!โโ es patente en Viktor, que me recibe en una destartalada oficina de imprenta. Narra los meses en que Sloviansk estuvo bajo los โrebeldesโ, mercenarios de todas partes, asรญ como militares y servicios de inteligencia de Rusia, dentro de la llamada guerra hรญbrida del Kremlin. Por estas calles dio รณrdenes, reciรฉn llegado de Crimea, Girkin, alias โStrelkovโ, bigotudo veterano y ultranacionalista ruso que se encontraba organizando la โRepรบblica Popular de Donetskโ (rpd), entonces dirigida por su colega moscovita, Alexander Borodรกi. Ese julio de 2014, Strelkov pondrรญa un post en las redes sociales, casi vanagloriรกndose sobre el derribo de lo que pensaron era un aviรณn de Kiev y resultรณ ser el vuelo 17 de Malaysia Airlines, el mh17, con trescientos pasajeros a bordo. De vuelta en Moscรบ, no pierde oportunidad de contar sus hazaรฑas y critica a Putin por no invadir toda Ucrania. En esta misma calle soleada hay un siniestro edificio de ladrillos rojos y ventanas enrejadas, donde Strelkov y su gente encerraban a partidarios de Kiev y a activistas. Debido a la tortura, Viktor pasรณ dos meses en el hospital. En la pared, Volodymyr Rybak, un concejal de Hรณrlivka (Gรณrlovka, en ruso), sonrรญe, como los chicos de Sambir, desde su placa conmemorativa. Apareciรณ asesinado, el estรณmago abierto, en la orilla del rรญo.
Viktor lanza una vehemente diatriba contra las autoridades actuales en Kiev y los oligarcas, que frenan una verdadera democracia. Muestra esperanza en gente como Masha, que, atenta, sigue de pie el encuentro. Esta joven de pelo largo y castaรฑo emigrรณ de Hรณrlivka, ahora en manos de la pseudorrepรบblica creada por Strelkov y otros, y mantenida por Moscรบ. Su abuela no quiso dejar su ciudad natal. Masha la visita a veces, sorteando los controles, pero tiene que ir con cuidado, por su perfil de activista y proucraniana. En las cercanรญas de Sloviansk, mientras paseamos junto a ruinas y edificios bombardeados, me cuenta cรณmo pretenden promover un relato positivo del este de Ucrania basado en el desarrollo local y una mejor gobernanza democrรกtica que dรฉ oportunidades para que los jรณvenes no tengan que marcharse. No quiere la guerra. Tampoco Denis, otro chico que nos acompaรฑa, un enamorado de Espaรฑa. Esa guerra โque ha traรญdo consigo bajas civiles, abusos a ambos lados de la lรญnea de enfrentamiento y polarizaciรณn polรญticaโ pone en riesgo estas buenas intenciones y proyectos de un mejor futuro. Denis, un periodista de Donetsk, que tuvo que irse tras la brutal represiรณn contra los activistas pro-Maidรกn, es pesimista. Me cuenta a detalle esos agitados sucesos de 2014 en el Donbรกs. Ni puede ni quiere volver a Donetsk. Dice que el plan del Kremlin funcionรณ. No augura mucho futuro a las ideas de reconciliaciรณn, polรฉmicas incluso para quienes se asumen crรญticos y progresistas.
Voces como las de Annya, Masha, los Denises y otros han encontrado eco en pequeรฑos partidos y agrupaciones polรญticas y ciudadanas no controladas por oligarcas. Estas fuerzas han logrado representaciรณn en las รบltimas elecciones locales, tambiรฉn en el este, a pesar de todas las dificultades y de un sistema electoral que beneficia a los gobernantes. Pero el presidente Poroshenko y su cรญrculo en la calle Bankova, a unos quinientos cuarenta kilรณmetros de aquรญ, no estรกn interesados en cambiar el sistema del que forman parte. Dos aรฑos despuรฉs del Maidรกn, confirman que la vieja guardia solo sabe ser vieja guardia y recurrir a algunas prรกcticas no tan distintas de las de Moscรบ. Aparecen ya algunas comparaciones de Poroshenko con Yanukรณvich. Sin una mayor presencia pรบblica (y mediรกtica) de reformistas y de nuevas voces que aglutinen a esos segmentos sociales desencantados, pero por el momento pasivos y resignados, se perpetuarรกn los usos, abusos y mercadeos de la vieja Ucrania. Al modo de i mafiosi, los polรญticos-criminales mantienen su influencia repartiendo prebendas y seduciendo a pensionistas con abrazos, sobre todo a la hora de votar.
A finales de este verano, de vuelta en una Kiev inmersa en la crisis polรญtica de turno, hablo con Nataliya y Angelina, que dirigen una nueva cadena de televisiรณn independiente por internet. Los periodistas trabajan frenรฉticamente, sin levantar la mirada de las pantallas. Ambas estรกn preocupadas por la manipulaciรณn populista del sentido patriota, que deja a profesionales como ellas entre varios fuegos: los separatistas las tienen en su lista negra, amenazadas de muerte, y tambiรฉn reciben gran presiรณn de algunos sectores en el poder. Ucrania es muy vulnerable a tensiones internas y externas, y es patente el temor generalizado de que un Occidente y una Uniรณn Europea dominados por un pragmatismo sin valores, y con una creciente influencia de eurรณfobos y extremistas pro-Putin, los abandonen por completo. Este contexto polarizado de guerra y crisis, con el populismo al alza y abusos por parte de un aparato de seguridad que no ha sido reformado, se parece en algo al de Estados Unidos tras el 11-S, pero sin los fundamentos de una democracia plural basada en el imperio de la ley. Son tiempos peligrosos, tambiรฉn para los periodistas que integran el tejido cรญvico de la revoluciรณn, aquรญ llamada de la dignidad, si bien la crรญtica y la presiรณn democrรกtica a travรฉs de la sociedad civil forman ya parte del adn de Ucrania. Hace poco una bomba acabรณ con la vida del periodista Pรกvel Sheremet, en un atentado que estaba dirigido a รฉl, a su pareja o al medio en donde ella trabajaba, Ukraรญnska Pravda. Sheremet, como Vanya, Oleg y otros, habรญa encontrado un espacio y su labor habรญa molestado a poderosos en Moscรบ, Bielorrusia y Ucrania. El medio de Angelina y Nataliya se encuentra ahora en el ojo del huracรกn; sin embargo, en Ucrania, no hay tiempo para caer en el derrotismo. Angelina apura su espresso y, sonriendo, dice en espaรฑol: โยกNo pasarรกn!โ
Horas despuรฉs, en la barra del Alquimista, trato de discernir el futuro. El camarero me sirve sin parar, sabe que soy presa fรกcil. Quizรกs la revoluciรณn, como Occidente, ha muerto y esta contrarrevoluciรณn del sistema podrรญa ganar. Las revoluciones suelen ser aniquiladas por respuestas reaccionarias y conservadoras. Vivimos en una era de cruda geopolรญtica, โcienciaโ que atrajo al nazismo porque suele condenar a los pueblos pequeรฑos al antojo imperial y que parece confirmar la mรกxima de Tucรญdides: โLos fuertes hacen cuanto pueden y los dรฉbiles sufren cuanto deben.โ Es ademรกs una era de autรณcratas, populistas y Trumps, que se alza mientras la Europa normativa y de valores decae. La geopolรญtica crea etnias y Acuerdos de Dayton ahรญ donde hay complejas lรณgicas de lucha de clase, emancipaciรณn y progreso, y consagra en el poder a esa casta de gรกnsteres y mediocres fanรกticos que suelen provocar los conflictos y nunca construyen nada. Dadas las circunstancias, en el mejor de los casos Ucrania seguirรก dando tumbos algunos aรฑos mรกs, entre avances, retrocesos y un conflicto congelado. El experimento democrรกtico podrรญa fracasar.
Sin embargo, con cada nueva copa, me animo pensando en ese discurso cรญvico que subsiste, a pesar de las malas noticias, en las personas que he conocido estos aรฑos y su compromiso diario, que lo hacen reconciliarse a uno con la utopรญa europea, fuera de la ue. Pienso en los gรฉrmenes de una democracia deliberativa que discute, con ingenuidad y espรญritu crรญtico, sobre las nuevas instituciones de anticorrupciรณn, sobre cรณmo crear un partido socialdemรณcrata que atraiga en las regiones o un buen transporte pรบblico en Sambir. Pienso en la concurrida marcha gay que este aรฑo se celebrรณ sin incidentes en Kiev, protegida por la policรญa, para alegrรญa de mi amigo gay Zorian y su pareja. Pero sobre todo me reconozco admirado por estas historias individuales que desafรญan el fรกcil escepticismo moderno y que unen fuerzas para romper con las ataduras del pasado. Con esa pesada historia que atrapรณ a Vira o Volodymyr y que ha cambiado las vidas de Girgi, los chicos de Sambir y tantos otros. Pienso en ellas y ellos que, pasada la foto y el titular tremendista, se quedan hasta el final, aunque pueda estar predeterminado. Cuando menos, contarรฉ sus historias. Porque, como el entorno a mi alrededor que refleja el borroso fondo de este vaso semivacรญo, todo se vuelve confuso y ruidoso cuando dejas la plaza. ~
(San Sebastiรกn, 1981) es director del European Council of Foreign Relations (ECFR) en Madrid.