Foto: EneasMx, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Senado: la hora de la verdad

Si el Senado avala un documento que mutila al Instituto Nacional Electoral, traicionarรก su misiรณn histรณrica. Y la historia registrarรก esta hora oscura.
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El Senado de la Repรบblica tiene en sus manos el futuro de la democracia mexicana. ยฟPermitirรก que sufra el daรฑo mayor que le causa la legislaciรณn electoral enviada por la Cรกmara de Diputados? ยฟComprenderรก, en esta hora crucial, su deber histรณrico? Quizรก valga la pena recordรกrselo.

Sucediรณ en septiembre de 1856. La generaciรณn polรญtica mรกs brillante de nuestra historia debatรญa la divisiรณn de poderes en la nueva Constituciรณn. Hacรญa apenas un aรฑo esa misma generaciรณn habรญa depuesto a Antonio Lรณpez de Santa Anna, caudillo popular, carismรกtico, arbitrario, veleidoso, despรณtico, que por mรกs de treinta aรฑos habรญa imperado de manera intermitente sobre Mรฉxico hasta convertirlo en el paรญs de un solo hombre.

Era necesario cortar de raรญz esa concentraciรณn de poder en el Ejecutivo. Para ello, la soluciรณn institucional era evidente: fortalecer al Legislativo. Los constituyentes dudaban entre dos opciones: dar a la Cรกmara de Diputados facultades comparables a las de la Asamblea francesa durante la Revoluciรณn o volver a la fรณrmula original de la Constituciรณn de 1824, que preveรญa una integraciรณn bicameral.

Imbuidos seguramente por la exaltaciรณn del momento, muchos diputados se pronunciaron por la primera soluciรณn, temerosos de que el Senado demorara la expediciรณn de leyes. Pero la voz del cรฉlebre periodista Francisco Zarco defendiรณ la segunda, argumentando que en el orden normal de los sistemas constitucionales esa dilaciรณn era “una ventaja […] para los pueblos”:

La acciรณn de un Congreso nunca debe ser tan expedita como la dictadura, y la discusiรณn, las votaciones, la revisiรณn y las enmiendas son nuevas garantรญas de acierto favorables a los intereses de la sociedad. El proyecto, una vez aprobado en una Cรกmara, puede ser perfeccionado en la otra, y cuando un cuerpo estรก sujeto a la revisiรณn de otro, aunque sea solo por amor propio, incurre en menos inconsecuencias y versatilidades que el que puede obrar por sรญ solo.

Otro diputado liberal, Isidoro Olvera, expresรณ su preocupaciรณn de que en una sola Cรกmara “se festinasen los negocios mรกs graves, cediendo a un momento de alucinaciรณn o de entusiasmo”. Y defendiรณ al Senado por “ser la representaciรณn de los intereses federales y de las entidades polรญticas que constituyen la uniรณn”.

Zarco y Olvera perdieron la batalla. La Constituciรณn jurada el 5 de febrero de 1857 excluyรณ al Senado. No obstante, la nueva legislaciรณn apenas pudo ensayar su vigencia. Por diez aรฑos fragorosos, no habrรญa casi lugar ni tiempo para la deliberaciรณn legislativa sino para la acciรณn ejecutiva y militar: comandada por Benito Juรกrez, esa generaciรณn librarรญa la Guerra de Reforma y la de Intervenciรณn.

Al restaurarse la repรบblica, Juรกrez y su grupo retomaron los argumentos de Zarco y Olvera. El Senado debรญa ser la instancia de equilibrio, moderaciรณn, responsabilidad y parsimonia ante el Ejecutivo y la propia Cรกmara de Diputados. De hecho, aunque la iniciativa de ley fue presentada en 1868, su promulgaciรณn ocurriรณ en 1874, y la instalaciรณn del primer Senado se retrasรณ hasta septiembre de 1875. Segรบn Cosรญo Villegas, la lentitud tuvo “una justificaciรณn sobrada pues se trataba de una reforma constitucional y en un paรญs de rรฉgimen federal; ademรกs de que toda constituciรณn estรก hecha para que se reforme solo por excepciรณn, en el caso del rรฉgimen federal debe aprobarla el Congreso de la Uniรณn, por una mayorรญa que nunca es simple, y la mayorรญa de las legislaturas de los estados”.

Han pasado 150 aรฑos desde aquellos hechos. Salvo contadas excepciones, la historia registra pocos senadores que en ese larguรญsimo tiempo hayan tomado en serio su deber constitucional. La mayorรญa lo ha traicionado.

ยฟCรณmo actuarรกn en los prรณximos dรญas los senadores? Serรญa ingenuo atribuir la previsible aquiescencia de algunos a los “momentos de alucinaciรณn y entusiasmo” que buscaban prevenir los liberales. Pertenecen a la Cรกmara “revisora” y tendrรกn frente a sรญ un documento que mutila al Instituto Nacional Electoral (creaciรณn y conquista de los ciudadanos). Pero no revisarรกn nada. Como en tiempos de don Porfirio y del PRI, levantarรกn la mano. Los mueve el servilismo.

Pero quizรก una franja de esa Cรกmara recuerde la razรณn de ser de su investidura y vote en contra del llamado Plan B que viola la Constituciรณn, obstruye el respeto al voto y afecta los derechos ciudadanos.

Aun si el Senado traiciona su misiรณn, la historia, no quepa duda, registrarรก esta hora oscura.

Quedarรก como รบltima instancia la Suprema Corte de Justicia. Serรก el dique final antes de retrotraernos a los tiempos desdichados en que Mรฉxico era el paรญs de un solo hombre. Y si ella falla, quedaremos los ciudadanos. Y somos legiรณn.



Publicado en Reforma el 11/XII/22.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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