Hará 16 meses que algo –o mucho– de Miguel Ángel Granados Chapa acabó por enraizar en la Universidad Autónoma Metropolitana, la casa de estudios “abierta al tiempo” que lo hiciera doctor honoris causa y recibiera en resguardo, gracias a la confianza de sus familiares, su invaluable legado documental y periodístico.1
Se trata, nada menos, de su archivo personal compuesto por 29 cajas que contenían apuntes, publicaciones periodísticas, ensayos biográficos, cartas, diplomas, reconocimientos, documentos de identidad, dibujos, audios y fotografías que, en conjunto, componen un valioso fondo histórico calculado en más de 90 mil documentos. En suma, se trata de la vida documentada del más influyente periodista de la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI en México, quien, con su célebre columna de asuntos políticos, Plaza Pública, fuera el más leído y comentado por más de tres décadas consecutivas y hasta tres días antes de su muerte, el domingo 16 de octubre de 2011.
También fue uno de los periodista más vigilados, celados, acechados y espiados.
En una de esas 29 cajas, la marcada con el número 25, se resguarda el Expediente Granados Chapa, compuesto por 427 informes o reportes cercanos al millar de folios atropelladamente numerados y elaborados por agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la tristemente célebre agencia de investigación política dependiente de la Secretaría de Gobernación y al servicio de los presidentes en turno desde 1947 hasta su desaparición en 1985.
El más antiguo de los informes de la DFS resguardados en la UAM fue fechado la Nochebuena del 24 de diciembre de 1957. Es una escueta ficha que describe a Miguel Ángel Granados Chapa como “militante” del entonces Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, PARM. No se registra el nombre del informante ni sus siglas. Se incluye, sí, el número de expediente: 9-12-57 H-414 L-1. En la ficha se señala que Granados Chapa participó en el primer congreso del partido, celebrado apenas dos días antes, el 22 de diciembre. El día que fue elaborado ese reporte, Granados Chapa tenía 16 años.
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De Granados Chapa se construye un perfil tan abigarrado, discordante y confuso como los informes mismos. Granados Chapa es a un mismo tiempo reportado como “militante” del PARM, del Partido Comunista Mexicano y “simpatizante” del Partido Socialista Unificado de México, que integrante de la Acción Católica A. C., “representante” del PAN, miembro de la Democracia Cristiana o del Partido Demócrata Cristiano de México, como también asesor de la Confederación Latinoamericana de Sindicatos Cristianos o del Sindicato Mexicano de Electricistas. Es descrito como “marxista”, “izquierdoso”, pero igual se le resalta de fe “católica” o “cristiano”. En más de tres informes cambia su lugar de nacimiento y su edad y hay contradicciones sobre su estatura y complexión. No hay en todas las fichas unificación en cuanto a su oficio, grado o profesión salvo, acaso, la insistencia en describirlo como un consuetudinario opositor al régimen hegemónico de entonces: “tendencia opositora”, “contrario a los intereses nacionales”, “manipulador”, “acomodaticio”, “provocador”. En pocas ocasiones se le reconoce como “periodista”, “reportero” o menos aún como uno de los “columnistas” más “importantes” o “leídos” o incluso se le antepone a su nombre el “Lic.” o el “Prof.”. Empero, en la mayoría de los informes, se le describe de forma impersonal no exenta de valoraciones, digámoslo, de orden ministerial: “el susodicho”, “esta persona ahora escribe en”, “este elemento pertenece”, “esta persona que ahora preside la organización” o “esta persona que dijo ser redactor del diario Unomásuno habló sobre…”.
Los informantes de la DFS registrarían, clasificarían y resumirían los escritos públicos del columnista, los desplegados conjuntos, sus conferencias magistrales, presentaciones de libros, exposiciones con sectores y organizaciones civiles o empresariales, sus participaciones en universidades, centros culturales y asambleas sindicales, sus intervenciones en eventos conmemorativos de activistas y periodistas asesinados o desaparecidos, así como su presencia en manifestaciones en mítines, marchas y caminatas.
O sus viajes dentro y fuera del país. En el conjunto de informes se reportan al menos cuatro salidas a Cuba desde 1979 hasta 1985. En cada uno de esos viajes, los informantes registraban las salidas y llegadas de vuelo, la lista de pasajeros, los números de pasaporte y las sinopsis de los variados foros o recorridos que realizaba en el país caribeño. La vigilancia se registraba desde el aeropuerto internacional. La descripción de sus actividades era, por momentos, de una intensidad dramática casi cinematográfica: “En los últimos días se ha detectado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México ‘Benito Juárez’ la presencia del periodista mexicano Miguel Ángel Granados Chapa, quien ha acudido a recibir a pasajeros que han llegado en los vuelos de las compañías aéreas ‘Cubana de Aviación’ y ‘Aeronica’ que vienen procedentes de Cuba y Nicaragua.” Es el 23 de julio de 1983, son las 18:10 horas y el reporte se envía como “especial” al Departamento “C-04” de la Dirección Federal de Seguridad. Ahí, el informante continúa su descripción: “Granados Chapa se introduce hasta las salas de llegada internacional y les da, a las personas que recibe, atención especial y auxilio en sus trámites migratorios y de aduana.” Para el vigía, “al parecer las personas a quienes ha recibido son periodistas […], que están viajando continuamente a Centroamérica”.
No sería el único caso en que los informantes de la DFS pusieran especial atención para registrar las actividades de Granados Chapa en relación con Cuba. Dos años antes, el 16 de noviembre de 1981, un agente investigador registró un encuentro en el restaurante Tampico, ubicado en la calle Balderas #33 de la Ciudad de México, entre “dos periodistas”: el “corresponsal” de Prensa Latina en México, Juan Roberto Loforte, de “nacionalidad cubana”, y Granados Chapa, el “reportero del periódico Uno más uno” (sic). Sobresale la puntualidad del registro de cada uno de sus movimientos. El primero, Roberto Loforte, “llegó a las 14:00 horas”; el segundo, Granados Chapa, “a las 15:05 horas”. Una hora exacta con diez minutos después, el informante registró la salida de ambos, “a las 16:15 horas”. Según su descripción, Loforte y Granados Chapa tomaron rutas distintas. El primero caminaría rumbo a la agencia de noticias de donde era corresponsal, y habría llegado en punto de las “16:27 horas”. Lo habrían seguido por 12 minutos en su recorrido del restaurante a las oficinas de Prensa Latina, ubicadas en Paseo de la Reforma #27. En el oficio resguardado en los documentos de la DFS no se registra ni el nombre del informante ni sus siglas. Sin embargo, se señala con puntualidad la hora en que advirtió de esa reunión a la jefatura de la policía política: las “16:55 horas”; es decir, 28 minutos después de haber seguido a Loforte hasta su entrada en la agencia de noticias cubana. Ese informe sería catalogado, además, como “especial”.
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Si nos atenemos a las fechas registradas en los documentos del expediente, Granados Chapa habría sido vigilado desde los 16 años. Ello tiene puntos de encuentro con su igualmente precoz participación en los asuntos universitarios y públicos: uno de los primeros reportes de su vigilancia por agentes del gobierno federal data de 1957, cuando era estudiante en la UNAM.
Se trata de 28 años continuos de vigilancia, investigación y acecho hasta el 29 de noviembre de 1985, cuando la temida DFS, la agencia del gobierno federal utilizada para espiar a políticos y activistas opositores, fuera disuelta para dar paso a la creación de la Dirección General de Investigación y Seguridad Nacional (DISEN), luego Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) en 1989, antecesor del actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI) fundado en 2018, en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Los movimientos que realizaban los agentes parecían no dejar ningún espacio óptico sin cubrir. Un ejemplo de ese registro detallado data del 22 de noviembre de 1982, cuando Granados Chapa fue observado en la Jornada Nacional por la Libertad de Expresión, en el Monumento a la Independencia en la Ciudad de México. A lo largo de poco más de una hora, al menos cinco informantes, señalados con las siglas “PMC-NRR-DPR-RHM-ARA” del “Grupo I”, sector “Político”, reportan desde distintos ángulos del monumento de lo que son testigos: “Siendo las 12:05 horas, un grupo de 60 periodistas del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa, encabezados por Rigoberto López Quezada, se colocaron en el lado poniente del Monumento a la Independencia.” En otro extremo, otro de los informantes, quien aparentemente ha seguido los pasos de Granados Chapa en ocasiones anteriores, reporta “la presencia de Miguel Ángel Granados Chapa” acompañado de otros periodistas y destacando la presencia del comediante Jesús Martínez “Palillo”. Ese contingente, describe, “permanece con la boca descubierta” (sic), pues aclara que “en los otros actos que se han venido llevando a cabo se tapan la boca en señal de protesta”. A las “12:26 horas” un agente más consigna que, en la guarda de honor montada en la escalinata del monumento, Granados Chapa junto con otros periodistas portan “carteles” con la leyenda “¿Por qué nos odia, Sr. Presidente?”. El país es gobernado por José López Portillo.
A los “12:50” el informe registra la suma de “120 personas” alrededor del Ángel de la Independencia y detalla que se han repartido “impresos” con la letra de un corrido realizado por el músico Óscar Chávez llamado “El periodista callado” y firmado por el Frente Nacional para la Defensa de la Libertad de Expresión. Cinco minutos después, a las “12:55”, se reporta que la guardia de honor se empieza a desintegrar y los periodistas se “dispersan”. Ese mismo agente destaca el dispositivo de seguridad ocupado para un evento que, según sus propios números, había reunido a unas cuantas decenas de manifestantes: “un camión de granaderos, con 42 elementos a bordo y 7 patrullas de la Dirección General de Policía y Tránsito del área de Cuauhtémoc, con 3 elementos a bordo”, todos al mando del coronel Javier Orozco Paz. A las 13:05, un informante describe que un grupo de 25 personas del “campamento 2 de octubre” llegaba al monumento “del lado norte” portando banderines en “apoyo a los periodistas”. A las 13:30 horas, se registra que los periodistas, entre ellos Granados Chapa, se retiran por el “lado poniente”.
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De los diez funcionarios que encabezaron la DFS desde 1947 hasta su extinción en 1985,2 Granados Chapa fue monitoreado por nueve de ellos, desde el coronel Leandro Castillo Venegas, quien registró la primera ficha de vigilancia a Granados Chapa en diciembre de 1957, hasta el capitán Pablo González Ruelas, a quien le tocó apagar la luz cuando desaparecieron por decreto la DFS en 1985.
De estos nueve directores, casi todos de formación y rango militar, sobresalen los reportes e informes hechos directamente por los jefes del aparato de espionaje político de mayor memoria. El mismo Fernando Gutiérrez Barrios, entonces capitán, lo habría seguido en diversas actividades desde 1965 y él mismo había redactado, firmado y añadido al pie de los folios las siglas “FGB/mvb”. El 19 de marzo de 1965, Gutiérrez Barrios reportó, por ejemplo, la publicación y distribución en la UNAM de un “boletín” elaborado por el “Frente Organizado de Prensa Universitaria que preside Óscar Rodríguez” donde se protestaba por el “ataque” del que fuera “víctima” Miguel Ángel Granados Chapa, “estudiante de Ciencias Políticas y Sociales” y reportero del periódico Lucero.
El también capitán Luis de la Barreda Moreno, quien dirigió la DFS durante buena parte de la década de los setenta, registró el 14 de noviembre de 1975 un desayuno privado en la casa de Javier Rondero Zubieta, quien presidía la asociación de profesores de la facultades de Derecho y de Ciencias Políticas de la UNAM, con el entonces candidato presidencial priista José López Portillo y la participación de Miguel Ángel Granados Chapa, “ejecutivo del periódico Excélsior”, quien le habría sugerido que los medios de comunicación colectivos deberían “estar orientados a capacitar a las clases sociales del país”.
Sería uno de los primeros reportes que Luis de la Barreda registraría de Granados Chapa antes del conflicto y posterior golpe de mando a la cooperativa del diario Excélsior perpetuado por el entonces presidente de México, Luis Echeverría. Siete meses después, el 13 de julio de 1976, De la Barreda escribiría un amplio reporte de la asamblea realizada por la Unión de Periodistas Democráticos de México, entonces dirigida por Granados Chapa, cuyo objetivo primordial fue anunciarles a sus agremiados “el problema por el cual atravesaba la cooperativa Excélsior”. Al día siguiente, el 14 de julio, igual informaría de su visita a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, entre cuyos asistentes estaría el estudiante Andrés Manuel López Obrador.3 Ahí, Luis de la Barreda resaltaba que Granados Chapa culpaba a “altos miembros del gobierno” y al propio presidente Echeverría de haber “instigado a los propios trabajadores de la cooperativa” para perpetrar la célebre salida de la dirección del diario de Julio Scherer García, junto con un grupo de periodistas de la cooperativa, entre ellos Granados Chapa, el 8 de julio de 1976. Luis de la Barreda seguiría registrando las reuniones y manifestaciones de agravio y solidaridad que siguieron al conocido “golpe a Excélsior”. En el expediente de la DFS las siglas de su director, el capitán Luis de la Barreda Moreno, están señaladas como “LBM/cor”.
El comandante Javier García Paniagua, hijo del general Marcelino García Barragán –secretario de la Defensa Nacional durante el gobierno de Díaz Ordaz e involucrado en la masacre de estudiantes en Tlatelolco en 1968– y padre del actual secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, también vigiló y registró los movimientos de Granados Chapa. Entre los tres informes que se conservan en el expediente de la DFS sobre Granados Chapa elaborados personalmente por García Paniagua, sobresale por su extensión y descripción cronológica uno de siete folios dirigido a la Secretaría de Gobernación con el título “Acción Comunitaria, A. C.”.
García Paniagua reportó ahí la larga jornada de celebración en el Hotel Fiesta Americana por el décimo aniversario de la agrupación que, según su propio reloj, iniciaría a las 8:30 y concluiría a las 23:35 horas del 3 de junio de 1977. “De 8:30 a 10:30 horas, en el Salón Palace” se “sirvió un desayuno a los concurrentes y después se abordó el tema ‘La educación en la reforma política’”, inicia puntual la crónica del evento, con “una asistencia aproximada de 450 personas”. Serían pasadas las “18:00 horas” cuando Miguel Ángel Granados Chapa habría tomado la palabra para llamar la atención sobre la reforma política entonces impulsada desde el ejecutivo: “Granados Chapa expresó que la reforma política no podría agotarse en modificaciones legislativas ya que la reforma política profunda supone una transformación de los valores de los comportamientos políticos de los ciudadanos para que sea una gran obra de educación política”, apuntó García Paniagua en su informe. Cuatro horas después, concluía su crónica: “cabe señalar que los concurrentes comenzaron a retirarse a las 22:00 horas y al término del acto, únicamente había aproximadamente 50 personas”.
La vigilancia de Miguel Nazar Haro a Granados Chapa lo llevó incluso a seguirlo por diversos lugares en la Ciudad de México y en otras entidades federativas. El 29 de septiembre de 1978, reportó la presencia de Granados Chapa en el Centro Regional de Hidalgo donde fue invitado a una mesa redonda titulada “A diez años de Tlatelolco”. El 18 de octubre siguiente, lo vigilaba en una conferencia titulada “Repercusiones del Movimiento Estudiantil de 1968 en el régimen del Lic. Luis Echeverría Álvarez”, con la asistencia de Lorenzo Meyer, Carlos Pereyra y Francisco J. Paoli Bolio, celebrada en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. El 8 de enero de 1980 registraba la salida de Granados Chapa como director de Radio Educación; el 25 de marzo siguiente lo sigue al Palacio de Bellas Artes en el acto conmemorativo del 50 aniversario del Partido Comunista Mexicano. En 1981, los reportes de Granados Chapa elaborados por Nazar Haro se suceden casi uno por cada dos semanas. A ello se suman las otras fichas u hojas emitidas por otros informantes de diversas secciones de la DFS.
El 19 de septiembre de 1981, un año antes del final de la administración de José López Portillo, un amplio informe escrito por el propio Nazar Haro dio cuenta de un perfil realizado a Francisco Javier Laborde, ingeniero civil, empresario, cercano “amigo” de Julio Scherer García y Granados Chapa.
El registro de la reunión con los directivos de la revista Proceso, donde supuestamente se les habría ofrecido la información del “regalo” de un rancho al presidente López Portillo es igual de puntual. Empezando por la fecha: “el día 17 de agosto de este año [1981] felicitó a la revista Proceso por los ataques que hizo a la Dirección Federal de Seguridad, en relación a las supuestas investigaciones del FBI sobre automóviles americanos robados”. El informante no explica si él mismo estaba en Proceso ese día o si alguien de los ahí reunidos le habría transmitido la información. El uso en primera persona de la voz narrativa que redacta el informe, sin embargo, sugiere que el informante estaba en esos momentos: “ese mismo día ofreció a esa revista datos sobre una propiedad a la que denomina ‘palacio’, con valor de ‘500 millones de pesos’, que según dijo había[n] regalado el Estado Mayor Presidencial y el exgobernador del Estado de México, Dr. Jorge Jiménez Cantú, a la familia López Portillo”. Y continúa: “también expresó que proporcionaría estos datos al periodista Miguel Ángel Granados Chapa”.
Si nos detenemos a mirar la fecha en que el informe-perfil de Francisco Javier Laborde fuera elaborado por el entonces director de la DFS y remitido a la Secretaría de Gobernación, el 19 de septiembre de 1981, caeremos en la cuenta de que la información del regalo del rancho de Tenancingo ya había sido publicada por el propio Granados Chapa en su célebre Plaza Pública del 24 de agosto, así como la célebre respuesta en “carta abierta” que realizó el entonces presidente José López Portillo, ampliamente desplegada en la portada del Unomásuno, aquel jueves 27 de agosto de 1981:
“Señor Miguel Ángel Granados Chapa”, lo saludaba inicialmente: “como un espejo, su artículo ‘El rancho de Tenancingo’ me hizo ver reflejada mi imagen en la opinión del pueblo de mi patria”. Para continuar: “Y he resultado no caer en la tentación.” Y añadía: “En ella no hay nada prohibido y lo que no está prohibido en un sistema legal como el nuestro, está permitido”, le argumentó el entonces presidente. Reconocía más adelante que había visitado ese rancho de 80 hectáreas: “he ido varias veces al rancho y recorrido a caballo sus alrededores. El microclima es una gloria y los senderos y paisajes bellísimos”, le describió.
El rancho era “ideal como refugio de un hombre sin porvenir en México: un expresidente. La idea de vivir en ese lugar, aislado, para ser el mejor expresidente de México es muy tentadora”, le explicaba al columnista Granados Chapa, para después reconocer que aceptar un regalo de esa magnitud no era propio de su estatura histórica: “aunque es grande la tentación, con verdadera tristeza de presunto propietario rural, he resuelto no aceptar la donación”, se justificaba.
Durante esos mismos días y en las entrañas de la DFS, Nazar Haro, como hemos visto, se ocupaba de reunir toda la información posible del origen, el originario y propagador de la “filtración” del regalo del rancho de Tenancingo.
A partir de ese momento, para Granados Chapa iniciaba una vigilancia más estrecha, periódica e intimidante. A Nazar Haro lo sustituiría al mando de la agencia quien fuera uno de sus alumnos más destacados en las intrigas y vericuetos del espionaje político: José Antonio Zorrilla. Seguiría el asesinato a mansalva del célebre columnista Manuel Buendía Tellezgirón, autor de la columna Red Privada.
Hasta los últimos días de vida, Miguel Ángel Granados Chapa se mantuvo vigilante de cada uno de los procesos de investigación y seguimiento judicial del artero crimen contra quien fuera su maestro y amigo, el 30 de mayo de 1984. En su libro póstumo, Buendía, el primer asesinato de la narcopolítica en México (Grijalbo, 2013) –cuya elaboración y dedicación habría precipitado su fallecimiento, según describe su hijo Tomás Granados en la “Nota editorial” del libro–, Granados Chapa se planteó demostrar una hipótesis inquietante, que aún queda por aclarar: el contubernio de los capos del narcotráfico con el gobierno federal. Pruebas de esa supuesta alianza criminal habrían querido ser transmitidas o filtradas al columnista Manuel Buendía, lo que habría llevado a Zorrilla a ordenar su aniquilación. ~
- El 14 de junio de 2023 la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Cuajimalpa, recibió el archivo del periodista Miguel Ángel Granados Chapa para su revisión y clasificación con estrictos criterios académicos. El acuerdo fue celebrado por los familiares Shulamit Goldsmith, Tomás Granados Salinas y Octavio Mercado González, rector de la UAM-Cuajimalpa, Angélica Martínez de la Peña, directora de la DCCD, Margarita Espinosa Meneses, jefa del DCC, y Fernando del Collado, coordinador de la Cátedra Miguel Ángel Granados Chapa. ↩︎
- Los 10 directivos de la DFS fueron el teniente coronel Marcelino Iñurreta de la Fuente (1947-1952), el coronel Leandro Castillo Venegas (1952-1958), el licenciado Gilberto Suárez Torres (1958-1959), el coronel Manuel Rangel Escamilla (1959-1964), el capitán Fernando Gutiérrez Barrios (1965-1970), el capitán Luis de la Barreda Moreno (1970-1977), el comandante Javier García Paniagua (1977-1978), el teniente coronel Miguel Nazar Haro (1978-1982), el licenciado José Antonio Zorrilla Pérez (1982-1985) y el capitán Pablo González Ruelas (1985). ↩︎
- En su libro ¡Gracias!, el expresidente Andrés Manuel López Obrador rememora: “En mi época de estudiante también ocurrió el golpe al periódico Excélsior, el 8 de julio de 1976. El presidente Luis Echeverría decidió silenciar a ese diario independiente que dirigía con dignidad Julio Scherer García. Tampoco voy a olvidar que Miguel Ángel Granados Chapa, Froylán López Narváez y Heberto Castillo fueron al auditorio de Ciencias en la UNAM a exponer lo que había pasado y, a partir de entonces, cada vez que había una marcha, al pasar Bucareli y Reforma, donde está Excélsior, se coreaba la consigna ‘¡Prensa vendida!’”. ¡Gracias!, Grijalbo, México, 2024, p. 20. ↩︎
es periodista y escritor.