Jacques-Louis David, Public domain, via Wikimedia Commons

Guerreras

Desde la antigua Grecia hasta la Ucrania de hoy, los anales bรฉlicos estรกn tapizados de horrores para con las mujeres.
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Es difรญcil desentraรฑar los pensamientos de la helรฉnica Helena y por eso se multiplican las versiones de su secuestro o fuga, de su lealtad o infidelidad, su castidad o delectaciรณn, o bien, la de un rapto que acaba por engendrar un estocรณlmico amor.

A Menelao y a los aqueos no les cabe duda de que fue una apropiaciรณn indebida. Por algo los diez aรฑos de guerra.

Cuando, al otro lado de las murallas de Troya, Menelao buscaba darle caza a Paris, este retozaba frescamente con la mujer robada o seducida. No la fuerza, sino que la invita: โ€œEa, acostรฉmonos y deleitรฉmonos en el amor… Nunca el deseo me ha cubierto asรญ las mientes como ahora, ni siquiera cuando tras raptarte de la amena Lacedemonia me hice a la marโ€ฆโ€. Cuenta Homero que โ€œรฉl fue primero al lecho; y su esposa lo siguiรณโ€.

Homero no llega al final de la guerra. La suerte de las troyanas podemos leerla en Eurรญpides.

Sabemos que cuando reciรฉn se habรญa fundado Roma, tenรญan tal dรฉficit de mujeres que decidieron robarlas en el episodio conocido como El rapto de las sabinas. Rรณmulo organizรณ un espectรกculo para que viniera gente de los distintos pueblos y los sabinos se aparecieron con todo y sus mujeres. Plutarco nos dice: โ€œDesenvainando las espadas y lanzรกndose con gritos, raptaron a las hijas de los sabinosโ€.

La usanza sentimental del reciรฉn casado que cruza el umbral con la mujer en brazos, estรก conmemorando este rapto, es la representaciรณn de la mujer que no entra por su propio pie, sino que va forzada a cuestas del hombre.

Los sabinos se tardaron tanto en organizar su campaรฑa militar contra los romanos, que para entonces las cosas habรญan cambiado. En lo mรกs รกlgido de la batalla, aparecieron las sabinas llamando โ€œcon los nombres mรกs queridosโ€ a sus padres en un bando y a sus maridos en el otro. Dicen a sus compatriotas: โ€œSi no vinieron a defendernos cuando รฉramos vรญrgenes, por quรฉ ahora quieren volvernos viudas.โ€ Resultรณ que los romanos no eran tan malos maridos; con ellos las mujeres apenas tenรญan la obligaciรณn de hilar.

Los bandos firmaron el armisticio y โ€œlas mujeres presentaban a sus padres y hermanos con sus maridos e hijos y llevaban comida y bebida a los que lo pedรญan, cuidaban a los heridos, llevรกndolos a su casa y les daban ocasiรณn para ver que ellas eran dueรฑas del hogar y que sus maridos estaban pendientes de ellas y les otorgaban con cariรฑo toda clase de consideracionesโ€.

Mรกs allรก de estas dos historias, los anales bรฉlicos estรกn tapizados de horrores para con las mujeres; desde la prehistoria hasta nuestros dรญas. Por eso un gran autor escribiรณ: โ€œCuando las guerras se ganan, las ganan los hombres; cuando se pierden, las pierden las mujeresโ€.

En tal asunto, ya en el siglo veinte, no hubo mayor barbarie que la de los rusos. En una obra maestra sobre el avance de las tropas estalinistas puede leerse: โ€œMiles y miles de mujeres con bestias sobre ellas. Madres frente a sus hijas y niรฑas frente a sus madres. Una noche tras otra, o a plena luz del dรญa, ahรญ mismo en cualquier calle, con treinta o cien espectadores. Un nuevo soldado, un cosaco, un obrero sin baรฑarse, un dรญa y otro tambiรฉn hasta matarlas o hasta que ellas mismas se mataran o hasta que las madres mataran a las hijasโ€.

Muchos libros de historian narran estos sucesos; pero si usted quiere un testimonio de primera mano, le recomiendo Una mujer en Berlรญn. โ€œLa pequeรฑa Gerti, tierna y reflexiva, confesabaโ€ฆ  con las pestaรฑas bajas que tres rusos la habรญan sacado del refugio y, primero uno tras otro y luego todos revueltos, la habรญan violado en un sofรก de una planta bajaโ€ฆ una vez consumado el acto, revolvieron en los armarios de la cocina y sรณlo encontraron mermelada y achicoria. La mermelada se la echaron a cucharadas a la pequeรฑa Gerti en el pelo entre grandes carcajadas, y luego le vertieron generosamente encima la achicoriaโ€.

Las mujeres alemanas prefieren olvidar la historia; las polacas la conocen bien, saben lo que significa la invasiรณn de un ejรฉrcito indisciplinado, ebrio, hediondo, venido de una tierra sin libertad, sin respeto por el individuo.

En esta parte del mundo mรกs que en ninguno, las mujeres han sabido ser guerreras.

Por eso el 8 de marzo, las aguerridas mujeres en Polonia, antes que marchar, se ocuparon y se siguen ocupando de socorrer a las ucranianas; asistiendo a las desplazadas, embarazadas, a quienes precisan de un aborto o cualquier atenciรณn mรฉdica; enviando alimentos, cosas de mujeres, denunciando a los padrotes que en la frontera quieren enganchar muchachas, recaudando alimentos dando cobijo a niรฑos, impartiendo cursos de lenguas, traduciendo documentos, facilitando transporte, levantando guarderรญas, y ayudando en lo posible para que las mujeres y niรฑas ucranianas no caigan en manos del baboso monstruo ruso.

Ceterum censeo Putinum esse delendum.

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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