Tiempos de memoria, tiempos de olvido, tiempos de reconciliación
La tarde del 21 de octubre de 1940 tuvo lugar en el Hotel Ritz de Madrid un homenaje a Heinrich Himmler, entonces director de la policía de Hitler. Era anfitrión el director de la policía franquista y posterior alcalde de Madrid, conde de Mayalde, quien en su discurso dijo:
Camaradas italianos y alemanes, si existe un pueblo de memoria histórica, es el español, por ello no podrá olvidar las afrentas de que ha sido objeto durante varios siglos de decadencia por ciertos odiados poderes del mundo.1
Sospecho que puede ser una de las primeras referencias a la “memoria histórica” de los pueblos, referencia que a Himmler seguro le sonó a conocido pues toda la ideología nazi se basaba en la venganza frente a la humillación sufrida por Alemania en el Pacto de Versalles y la “puñalada por la espalda” supuestamente asestada por la República de Weimar. El futuro como venganza de un pasado humillante.
Una anécdota reveladora de cuanto de confuso y turbio hay en la expresión memoria histórica, que hoy regresa, con frecuencia por el otro lado del espectro político, aunque siempre con la misma vocación totalitaria que entonces. La memoria confundida con la historia y como instrumento de propaganda. Pues memoria e historia no riman, salvo que se haga por un diktat del poder que impone una y otra.
Este libro nace en el contexto de numerosas reivindicaciones de supuestas “memorias históricas”, y lo hace a partir de alguna constatación y no pocas perplejidades. Por una parte, la constatación de que parece ser necesaria una reconciliación del mundo hispano consigo mismo y de algunos países con su propia historia (es el caso de España o de México), pero también de la dificultad de articular una historia común a un “nosotros” discutido y debatido. La perplejidad emerge al constatar que quizá esa reconciliación no es del todo necesaria, pues nunca se produjo la separación y ésta es producto de las estrategias políticas cortoplacistas más que de la verdadera memoria colectiva, otra más de las muchas “tradiciones inventadas” que las cambiantes historias nacionales van produciendo. ¿De verdad hay las fisuras que algunos perciben? ¿Acaso nuestras sociedades necesitan conciliarse, o son los políticos quienes nos invitan a la división, para luego imponer su reconciliación?