Una cerilla encendida para iluminar una parte de la memoria europea

En 1923, Josep Pla conoció en la República de Weimar a Aly Herscovitz, una joven judía alemana. En 1955 se enteró de que fue asesinada en Auschwitz. Un nuevo libro recompone su vida y muerte.
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Algunos de los experimentos más sugerentes del panorama narrativo hispánico contemporáneo se proyectan hacia el territorio de lo transmedia, haciendo uso de diferentes plataformas y formatos posibilitados por las tecnologías digitales para expandir aún más una buena historia, como muestran obras de creadores polifacéticos como Vicente Luis Mora, Jorge Carrión o Agustín Fernández Mallo. El medio también puede ser el mensaje, claro, pero se ha de contar con un buen contenido detrás. No muy lejos de esta tendencia queda todo el proceso que hay detrás del último libro publicado por Xavier Pericay, Aly Herscovitz. Cenizas en la vida europea de Josep Pla (Athenaica, 2023), aunque lo cierto es que conviene hablar de trabajo colectivo, pues al nombre del filólogo, periodista o político se deben sumar los de Arcadi Espada, Marcel Gascón, Eugenia Codina y Sergio Campos.

Todo comienza en el año 2007, cuando el grupo –reunido, pese a la distancia de sus habituales lugares de residencia, en torno al blog del autor de Raval (2000)– emprende decididas pesquisas sobre la figura de Aly Herscovitz, una joven judía alemana que el escritor Josep Pla había conocido en tiempos de la República de Weimar y que refiere en sus Notes disperses (1969). No obstante, como en toda obra en que se desarrollan los vericuetos y dificultades del proceso de investigación, existe un conjunto de fechas determinantes. Es el caso del año 1923, cuando el periodista de Palafrugell y Herscovitz se conocen; pero también 1955, cuando él descubre que su antigua compañera había sido aniquilada por la Solución Final nazi en Auschwitz. También cabría hablar de 2010 como fecha importante, puesto que es cuando se publica el libro electrónico Aly Herscovitz, que podía comprarse en web y que definieron como un blook. Y, por último, el año 2023, en que aparece esta última etapa, ahora sí en formato físico, para complementar –y a la vez contar– todo el proceso desde que el póker de investigadores se obsesiona con la historia de Herscovitz hasta que el libro ve la luz coincidiendo con el aniversario del primer encuentro entre Pla y esa misteriosa mujer a la que describió como “no muy alta, llena, rubiales, ojos grises, dentadura blanca, poco preocupada por la manera de vestir”.

El libro de Pericay podría calificarse como “novela de investigación de escritor”, concepto desarrollado por el profesor de literatura española José Martínez Rubio, ya que tenemos un personaje-detective –en este caso, un póker de entusiastas sabuesos– obsesionado con investigar un suceso real acaecido en el pasado, al mismo tiempo que ofrece al lector información detallada sobre los problemas y avances que surgen en el proceso indagatorio. Con ello, la obra se convierte en un artefacto metaficcional, un original work-in-progress, y la investigación en curso constata que la búsqueda en el pasado también repercute en el presente de los singulares detectives. 

En este tipo de trabajos –entre los que Martínez Rubio refiere Soldados de Salamina (2001), Enterrar a los muertos (2005) o Cita en Sarajevo (2009)– existe un esquema cronológico que sigue prácticamente todo investigador que da cuenta de sus avances en las páginas: hallazgo; curiosidad; obsesión; investigación; verdad; escritura. Es esto lo que ocurre en la obra objeto de estudio: del casual hallazgo del nombre de Aly Herscovitz en las memorias de Pla –de cuya vida y obra el propio Pericay o Espada son inequívocos expertos– se pasa a la insaciable obsesión para averiguar todo sobre la misteriosa mujer hasta, en los años posteriores, publicarse los distintos acercamientos cosechados, para los que el grupo investigador ha acudido a todo tipo de registros: bibliotecas, entrevistas, documentos oficiales, cartas, etcétera.

En indagaciones como las referidas, una de las conclusiones a las que llega el autor es la imposibilidad de alcanzar una verdad absoluta: son más los interrogantes que aparecen en el camino que las conclusiones irrefutables que se pueden alcanzar. Así, es todo un acierto que el volumen acabe con unas preguntas de difícil respuesta, en las que se interpela al lector a la sosegada reflexión. Y es que son muchas las vías de meditación que se abren a lo largo del libro. Una de las grandes temáticas, como ya destacó Daniel Gascón en esta misma revista hace catorce años, es la conciencia del Holocausto. Partiendo de un pensamiento de su compañera Codina, Pericay escribe que la Shoá, al menos en la cultura española, no se siente como algo propio, lo cual supone “un error que había que asumir” (p. 89). 

De ahí que resulte tan pertinente la pedagogía sobre la barbarie que el escritor incluye por medio de Claude Lanzmann, autor del gran monumento sobre el Holocausto, el documental Shoah (1985) –qué bien, por cierto, que también se cite el libro de memorias del pensador judío, La liebre de la Patagonia (2011), donde considera la palabra “Shoah” como un epónimo: “Para mí ‘Shoah’ era un significante sin significado, una expresión breve, opaca, un término impenetrable, que no podría fracasar (p. 502)–; pero también que se hable de de Reyes Mate, autor de testimonios impagables como Por los campos de exterminio (2003), y experto en el pensamiento de supervivientes de Auschwitz como Primo Levi, o la siempre habitual, y no por ello menos necesaria, Hannah Arendt, entre otros.

Resulta también estimulante que Pericay no dude en meter el dedo en la llaga francesa. Como han estudiado investigadores como François Marcot o, en el caso español, historiadores como José María Faraldo en su libro Hitler contra Stalin. La resistencia en Europa, 1936-1956 (2022), no hubo más de medio millón de resistentes galos en la época de Vichy, de ahí que sea necesario siempre torpedear el mito del país entero como resistentes durante la II Guerra Mundial. Es algo que supo anticipar de manera fehaciente Manuel Chaves Nogales en su La agonía de Francia (1941) –como bien se recuerda en Aly Herscovitz– y Pericay dedica muy buenas páginas a estudiar lo que significó la redada del Velódromo de Invierno, la mayor ejecutada contra los judíos en Francia durante la contienda universal, los días 16 y 17 de julio de 1942. Aly fue una de las víctimas, y desde el tenebroso campo de Drancy fue enviada en un tren de ganado hacia Auschwitz, donde fue asesinada.

No queda exenta la ternura de las páginas dedicadas a Robert Herscovici, sobrino de la protagonista y decisivo en la investigación, a quien entrevista el grupo en su casa parisina durante su labor detectivesca. También entran en el relato personajes menos esperados, como el editor y fundador de la editorial Destino Josep Vergés –un guardián de la moral católica (p. 279)–. Al final, el lector se pregunta si este serial tendrá algún capítulo más –¿acaso un documental, para ponerle, ahora sí, la guinda transmedia al asunto?– y queda muy conforme con las páginas leídas, ya que arrojan luz sobre una de esas tantas figuras que quedaron condenadas al olvido al ser reducidas a cenizas en la vida europea del convulso siglo XX.

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Elios Mendieta es periodista. Es autor de 'Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún' (Escolar y Mayo).


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