Buenos Aires, 10 de marzo de 1979. José Bianco aparece en una cena en casa de Julio…, un sociólogo amigo de María Elena Satostegui, primera mujer de Arnaldo Orfila. Hablamos de vaguedades hasta que Julio aborda la realidad cotidiana: “Aquí no morís, che, aquí desaparecés.” Entendemos por qué vive aterrado. Nos informa de los dieciséis mil desaparecidos, de los cuerpos mutilados que han sido arrojados al Río de la Plata o cremados por las noches en el cementerio de Chacarita. La S.S. no lo hacía mejor. Nos cuenta el efecto en ondas del terror: desaparece el sospechoso, los sospechosos de haberlo ayudado, los que tenían conexiones legales o profesionales con él, los amigos, y así círculos más amplios y lejanos de la víctima original. La tortura en Argentina se ha burocratizado en cuanto a que ocurre de manera similar en regiones distintas, pero no en el sentido de responder a una lógica previsible. La incertidumbre de los parientes de las víctimas es doble: ignoran de dónde llega la orden y no tienen siquiera el derecho a la resignación. De pronto, María Elena interrumpe el recuento alarmada porque Julio alza mucho la voz: “Tenés vecinos.” Pepe Bianco la apoya y le pide prudencia. La cena en una atmósfera de tensión. Otro piensa que la situación no es tan mala. “No me jodás, che –exclama Julio–, este país está hundido, no hay salida, Argentina es un país de miér… coles.” Al día siguiente, un mesero nos dijo: “Este es un lindo país que no nos merecemos.”
Fragmento de "Tránsito por Sudamérica", publicado en Vuelta Nº36, noviembre de 1979.
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.