La literatura tiene un pequeรฑo espacio y fuero para tratar de reescribir el mundo, pero cuando el poder busca reescribir la historia desde sus actos, apenas surgen copias de las mรกs tristes lรญneas que ya conocimos. Quizรกs el punto de partida ha quedado en el olvido: ningรบn autoritarismo es novedoso, ni siquiera cuando su avance reciente da la impresiรณn de serlo. Hemos conocido cada una de sus formas, desplantes, evoluciones y efectos. De ahรญ proviene el temor a sus acciones.
Podemos excluir de la lista de disfuncionalidades a los esquemas autoritarios tradicionales, para quienes las elecciones son un mero ritual burocrรกtico. Putin, Maduro, Ortega, Dรญaz-Canel, Asad, Khamenei o incluso Min Aung Hlaing, con su junta militar en Myanmar, son el apartado estรกtico en medio de un proceso intensificado de regresiรณn polรญtica: tenemos sociedades que, en plena libertad, eligen ser gobernadas por proyectos autocrรกticos.
Georgia Meloni, con un planteamiento abiertamente xenรณfobo, antiderechos y nativista, se convirtiรณ en 2022 en presidenta del Consejo de Ministros de Italia, posiciรณn equivalente a la de primera ministra. Ese mismo aรฑo, el partido FIDESZ de Hungrรญa ganรณ su cuarto periodo consecutivo para mantener en el cargo a Viktor Orbรกn. En 2023, Erdoฤan fue reelecto en Turquรญa. Lo mismo ocurriรณ con el gobierno de El Salvador a principios de 2024. Meses despuรฉs, Javier Milei ganรณ las elecciones argentinas y, en Mรฉxico, el partido oficialista arrasรณ en las urnas, que le habrรญan podido cobrar la militarizaciรณn de funciones civiles, el aumento atroz de desaparecidos, la no contenciรณn de la violencia, por lo menos un escรกndalo inmenso de corrupciรณn e infinidad de mentiras con costo pรบblico.
Asรญ, las reciรฉn ocurridas elecciones estadounidenses se suscriben a un fenรณmeno donde los votos entregan el poder a quienes atacan los derechos de distintas minorรญas, enaltecen retรณricas nacionalistas o aislacionistas, sistematizan la relativizaciรณn en una lucha franca contra la verdad y terminan por capturar el conjunto de instituciones del Estado o llegan a modificar el marco jurรญdico de sus paรญses para consolidarse.
Si bien el nรบmero de autocracias tradicionales, cerradas, que conquistan el poder por la vรญa armada o la sostienen mediante la fuerza pรบblica, se ha reducido en el รบltimo siglo, las autocracias electorales mantienen su solidez.
No hay originalidad alguna en que los seguidores de gobiernos autoritarios se nieguen a reconocerlos como tales. Cargo los saldos de un totalitarismo clรกsico, el sirio, y la memoria cercana de dos, el libio y el nicaragรผense. Gadafi en algรบn momento se considerรณ un polรญtico abierto al mundo; Ortega y Asad no se reconocen dictadores. De este lado del planeta, hasta ahora, lo raro era encontrarse con un autรณcrata orgulloso del calificativo, como Bukele o Trump. En cambio, dรญas atrรกs, un seguidor de Erdoฤan me afirmรณ que los autoritarismos no eran tan mala opciรณn. Nos hicimos todos turcos, dirรญa un amigo porteรฑo.
โSerรญa la primera vez que en un paรญs existe un partido รบnico en un sistema plenamente democrรกtico. El Salvador este dรญa ha vuelto a hacer historiaโ, pronunciรณ Bukele en febrero de este aรฑo. Lo pudo haber dicho casi cualquiera en la lista de lรญderes afines a la รฉpoca.
La metamorfosis se encuentra en las sociedades y sus parรกmetros, como en los liderazgos que combinan las contradicciones histรณricas, de principios e ideolรณgicas, a las que se aferran.
A las esperanzas laicas, la democracia y la repรบblica, les exigimos lo que no estaban destinadas a proveer; ni la democracia obliga a la responsabilidad ni la concepciรณn de una repรบblica estรก blindada de sus hijos. Un componente, la รฉtica, imposible de garantizar y (soy consciente de mi repeticiรณn sobre ella en estas pรกginas) solo delimitada por la traducciรณn cรญvica de la moral en el derecho y la ley, se convirtiรณ en la gran vรญctima de nuestra posmodernidad.
Como ha ocurrido despuรฉs de la segunda victoria de Trump, las explicaciones que resumen su triunfo โcomo el de Sheinbaum, Milei, etcรฉteraโ a travรฉs de una รบnica razรณn o una pequeรฑa colecciรณn de estas, se centran en elementos relativamente inmediatos que excluyen la amplitud del fenรณmeno. Sin duda, para el caso norteamericano, la relaciรณn, un tanto artificial y primitiva de los mundos woke-antiwoke, Gaza e Israel y las demรกs causas convertidas en sospechosas comunes tuvieron un grado de impacto. En Mรฉxico, seguramente uno mayor corriรณ a merced de los apoyos sociales. En Italia y Argentina hay instrumentaciones medianamente paralelas. Pero el problema es mรกs profundo.
Las preocupaciones financieras siempre han ido de la mano con los resultados de las votaciones. La excepciรณn podrรญa ser Mรฉxico, donde una inflaciรณn prohibitiva no se vinculรณ realmente al ejercicio electoral reciente. Cada paรญs tiene sus propias inclinaciones suicidas y reticencias conceptuales. Tampoco es eso.
Cuando las promesas alrededor de la percepciรณn o realidad de la economรญa son capaces de romper el equilibrio de principios que permite la defensa de los derechos, el rechazo a la violencia y su lenguaje o el desprecio a la mentira, no se tiene una mera cartera preocupada: se tiene una sociedad autodestructiva. Lo mรกs probable es que, en algรบn punto, esa economรญa que tanto se vende como oferta polรญtica termine por quebrarse y, con ella, queden los reductos de todo lo aplastado: derechos, las ruinas de la violencia, la verdad.
Los valores de la democracia, la pluralidad y la habitabilidad polรญtica dejaron de importar y no solo a las mayorรญas. El extravรญo de la รฉpoca estรก en la falta de balance que permitรญa hablar y pensar tanto de lo grande como de lo pequeรฑo, en la economรญa domรฉstica y los valores polรญticos como democracia y pluralidad. Se podrรก argumentar que dichos valores siempre han sido intereses de grupos sin las angustias de la precariedad. Tal vez, solo que desde esos pequeรฑos grupos se logrรณ modelar un proyecto de mundo un tanto menos agresivo para sรญ mismo. Al menos en intenciones, nada regateables cuando las intenciones opuestas de los otros pequeรฑos grupos, ahora en Washington, Mรฉxico, El Salvador, Roma, Buenos Aires y demรกs, avalan la agresividad de los entornos sociales y polรญticos.
Lo global de la elecciรณn del 5 de noviembre en Estados Unidos no se remite รบnicamente a las implicaciones obvias hacia el resto del planeta, sino en la legitimaciรณn de algo que quiere terminar, ojalรก no lo haga: la era del posible diรกlogo entre diferentes. Un experimento breve, lleno de fracasos y encomiable.
Una lรณgica desjerarquizada se usa para justificar el ambiente abrumado. Esta dice que antes de Trump ya habรญa costos humanos en las polรญticas migratorias, que ya habรญa militares en cada esquina de Mรฉxico y nuestro sistema de justicia no funcionaba, que la crisis argentina es costumbre de cacerola vacรญa. Pero no toma en cuenta las magnitudes en las que esos mismos problemas pueden crecer bajo el espรญritu de un autoritarismo por elecciรณn, que seguramente pedirรก una nueva palabra para denominar con mayor claridad nuestros dรญas.
Ha ganado una enfermedad discreta, aceptada en sus momentos de gloria, la militancia. Solo que ningรบn gobierno militante asegura gobernanza, porque la realidad se le escapa frecuentemente. Son gobiernos que comparten otra cualidad: tienden a ser golosamente ineficientes.
Si importan poco aquellos valores que hoy se desprecian, habrรก que escribir mรกs sobre ellos. Aunque no conecten, no preocupen, no sean llamativos en lo inmediato. Porque si la respuesta es otra inmediatez garantizamos la mezquindad a largo plazo donde no importan los migrantes deportados, las vรญctimas de la violencia, la mรญnima decencia. Y al seguir haciรฉndolo, habrรก que tomar en cuenta, siempre, las preocupaciones que han llevado a tomar decisiones en las urnas, pero nunca a costa de perder el equilibrio, sino intentando devolvรฉrselo. ~
es novelista y ensayista.