Animales de hábitos nocturnos

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Joca Reiners Terron

La tristeza extraordinaria del leopardo de las nieves

Traducción de Paula Abramo

Oaxaca, Almadía, 2015, 220 pp.

I. La tristeza extraordinaria del leopardo de las nieves es un bestiario de criaturas de hábitos nocturnos. Es también una historia gótica de vampiros. Y un thriller. Y una fábula (excepto que no tiene moraleja).

Artífice de lo inquietante, el novelista, poeta y editor brasileño Joca Reiners Terron (Cuiabá, 1968) imagina una maraña de fechorías que ocurren simultáneamente una noche en las calles de São Paulo. Testigo privilegiado, el mecanógrafo insomne de una comisaría le ayuda a su padre enfermo a conciliar el sueño narrándole los detalles criminales registrados en el 77° Distrito Policiaco de la ciudad, a la vez que recuerda episodios de su infancia como hijo único de la improbable unión entre un judío alemán y una prostituta aficionada a los boleros. Las historias de entonces y las de ahora suceden en escenarios de penumbra, territorios fronterizos entre humanidad y animalidad: un zoológico que celebra su primer paseo nocturno, las montañas doradas de Altái, el automóvil de un taxista melómano que busca presas para afilar el instinto asesino de sus rottweilers y una tétrica casona del barrio de Bom Retiro (que, como todas las zonas de inmigrantes de las grandes ciudades, nunca duerme).

El libro está organizado en siete capítulos que, en principio, alternan la trama del mecanógrafo con relatos llamados en conjunto “Mundo animal”. Sin embargo, a medida que avanza la lectura, los personajes comienzan a circular libremente entre una sección y otra hasta terminar relacionándose entre ellos de maneras insospechadas. Si narrar es de veras una labor de hilo y aguja, entonces Reiners Terron es un tejedor sobresaliente: con tal destreza entrelaza las tramas, hilando tan fino, que en una segunda lectura saltan pistas que hacen al lector (o a esta lectora en particular) desear haber sido un mejor detective en la primera ronda.

II. De manera paralela, el leopardo de las nieves es protagonista de cuatro episodios que relatan sus aventuras desde que renuncia a la infinitud de los montes de Altái para unirse a un campamento humano, cautivado por la voz de una mujer en duelo, hasta que termina preso en un zoológico. A través de los pensamientos e impresiones del felino, Reiners Terron habla también de nosotros: “pese a toda su fragilidad física y moral, aquellos pobres seres quebradizos y de humor inestable eran capaces de cantar con una melancolía extraordinaria. Nada podía hacer frente a su tristeza”. La música como la más alta manifestación de lo humano.

Así como las raíces del resto de los relatos atraviesan continentes y generaciones, el recorrido del leopardo comienza lejos en términos geográficos y temporales. Acaso sería más atinado decir que de la historia solo sabemos el final, porque tiene un principio sospechado en la cima de una montaña. Quien lo imagina es una criatura encapuchada que, a causa de una grave enfermedad, pasa los días alejada del mundo y encuentra alivio poniendo en dibujos sus viajes con el blanco felino: el leopardo platicando con una serpiente bajo la luna llena, el leopardo avanzando a rastras por la vegetación de la estepa, el leopardo asomándose a una tienda de campaña para escuchar a una mujer cantar.

La Sra. X, la enfermera especializada en pacientes terminales que ha quedado a cargo de la criatura mediante un extraño contrato con su familia, se pasa los días limpiando sus lesiones. (Y no es poca cosa, porque su cuerpo es todo una herida abierta, sus sábanas enormes gasas ensangrentadas, su rostro un desorden de costras, sus manos muñones que manarían pus continuamente de no estar cubiertos con un par de guantes.)

III. Así como la criatura va perdiendo pedazos de carne a causa de su terrible padecimiento, al llegar al zoológico el leopardo de las nieves entra en una depresión tan severa que su pelaje se vuelve rojizo y empieza a desprenderse “como si estuviera desintegrándose en pleno aire”. El felino es un espejo.

Todo aquel que haya visitado un zoológico (las jaulas de los gorilas son especialmente terribles) lo sabe: no hay desconsuelo más hondo que el de un animal en cautiverio. En ese sentido, La tristeza extraordinaria del leopardo de las nieves es un libro revelador, pero desprovisto de esperanza. Sus personajes viven y mueren en el límite, torpemente, avanzando a tientas en la oscuridad. No hay finales felices para Reiners Terron.

Ya lo dijo Jeremy Bentham: la dimensión moral de los animales no descansa en sus habilidades de razonamiento o comunicación, sino en su capacidad de sufrir. Es el dolor lo que nos hace iguales. Pido entonces prestadas las palabras de Pedro el Rojo, aquel simio del “Informe para una academia” de Kafka que aprende a beber vino, fumar pipa y ponerse pantalones para pasar por ser humano. Tras enlistar sus ocupaciones durante su encarcelamiento –sollozar sordamente, lamer hasta el aburrimiento una nuez de coco, golpear la pared del cajón con el cráneo, enseñar los dientes cuando alguien se le acercaba– el animal lanza al público su feroz testimonio: “Y en medio de todo ello una sola evidencia: no hay salida.” ~

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(Ciudad de México, 1984). Estudió Ciencia Política en el ITAM y Filosofía en la New School for Social Research, en Nueva York. Es cofundadora de Ediciones Antílope y autora de los libros Las noches son así (Broken English, 2018), Alberca vacía (Argonáutica, 2019) y Una ballena es un país (Almadía, 2019).


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