Baudolino, de Umberto Eco

Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

 

Umberto Eco, Baudolino, traducciรณn de Helena Lozano Mirelles, Lumen, Barcelona, 2001.

En el museo parisiense de Cluny y en el viejo museo histรณrico de Praga, los visitantes pueden admirar, azorados, esos objetos mรญticos: cuernos de Unicornio. Se trata, en realidad, de gigantescos colmillos de narval —Pablo Neruda escribรญa narwhal, en inglรฉs—, cetรกceo septentrional de aguas frรญas cuya hembra tiene esa peculiaridad: un desmesurado colmillo izquierdo, espiralado y grรกcil. Astutos comerciantes medievales hacรญan pasar el colmillo del narval por el cuerno de aquella mรญtica bestia blanca que sรณlo se rendรญa ante la majestad de una virgen, como puede verse en los tapices flamencos y franceses que despliegan el tema. Hay uno de estos tapices, increรญblemente, en la ciudad de Durango: lo vi allรญ en julio de 2001. Ni quรฉ decir tiene que esos cuernos-colmillos tenรญan gran aceptaciรณn en las cortes feudales europeas y representaban un negocio redondo para los traficantes. El escritor espaรฑol Juan Eslava Galรกn contรณ una historia parecida en torno a las virtudes afrodisiacas del cuerno del rinoceronte africano en su novela En busca del Unicornio.

El narval, considerado con atenciรณn, es un animal extraordinario. El Unicornio, estofa de la fรกbula, es una invenciรณn llena de encanto. Por un lado, pues, la realidad sorprendente; por el otro, las alegorรญas fantรกsticas. En el cruce peculiar de ambas, la "imagen abandonada" (C. S. Lewis) de la mentalidad medieval. En esa intersecciรณn fecunda surgen historias como la que cuenta Umberto Eco en su novela mรกs reciente: Baudolino.

Dos puntos del รกmbito mediterrรกneo, el Piamonte y Bizancio, sirven como los ejes maestros de la narraciรณn. Un hecho histรณrico la enmarca: la Tercera Cruzada, en la que tuvo un papel central el emperador Federico Barbarroja, muerto en 1190 en plena campaรฑa. Un hecho mรญtico le da profundidad y sentido: la busca del maravilloso reino del Preste Juan, en las remotas tierras del Oriente. En la extraordinaria aventura que cuenta el alejandrino Baudolino —de la piamontesa Alejandrรญa, el lugar donde tambiรฉn naciรณ Eco en 1932— al logoteta y cronista bizantino Nicetas Coniates, los lugares, los hechos y las fantasmagorรญas medievales van trenzรกndose en un vรฉrtigo de invenciones, mentiras y epifanรญas. El primer capรญtulo, por ejemplo, es toda una epifanรญa lingรผรญstica, cuya elaboraciรณn debemos tanto a Umberto Eco cuanto a su traductora al espaรฑol, Helena Lozano Mirelles. En el apรฉndice que รฉsta firma, se explica cรณmo Eco mezclรณ dialectos y lenguas cultas para presentarnos la visiรณn de "un aldeano que a sus catorce aรฑos se ve arrojado al centro del mundo, que aprende a escribir en Alemania, pero intenta escribir en la lengua que sabe".

El lector que se enfrenta a este primer capรญtulo, titulado "Baudolino empieza a escribir", sufre un momento de severo desconcierto: no entiende nada. Con un poco de paciencia y de atenciรณn, empero, en cosa de minutos aprende a leer lo que Eco —y Lozano Mirelles— le ofrecen. Esto por sรญ solo constituirรญa un mรฉrito notable de la novela de Eco: se trata de un libro que le enseรฑa cรณmo leer(lo) a sus lectores. Bien mirado, ¿no es esto lo que hacen los buenos libros a sus lectores? Sin especiales esfuerzos filolรณgicos, con un poco de cuidado, es posible abrirse paso en ese texto infantil de Baudolino, puerta ideal para conocer su peripecia; en el primer capรญtulo hay tambiรฉn, claro, aventuras menudas y conmovedoras, como el orgasmo de un temprano abrazo sexual, que para el protagonista es un autรฉntico cataclismo: "hame venido como una apocalypsin", escribe Baudolino en su lengua inventada.

En El nombre de la rosa (1980), Umberto Eco trazรณ un espacio cerrado: el de la abadรญa donde ocurre la historia de los crรญmenes que ponen a prueba la agudeza deductiva del monje-detective Guillermo de Baskerville. A la claustrofobia sedentaria de aquella novela, su cuarta entrega de gran aliento narrativo opone el nomadismo de un puรฑado de temerarios viajeros encabezados por el locuaz y mentiroso Baudolino. Entre ambas, Eco escribiรณ una novela cuya historia ocurre en nuestros dรญas (El pรฉndulo de Foucault, 1988) y otra de tema dieciochesco (La isla del dรญa de antes, 1994). Los puntos extremos de ese cuarteto novelesco, la primera y la mรกs reciente, son plenamente medievales, con la diferencia apuntada: el contraste entre el confinamiento de la abadรญa y los vastos paisajes geogrรกficos, de Parรญs al Oriente insondable.

Baudolino estรก llena de guiรฑos eruditos de los que de verdad valen la pena en una novela: uno puede ir descubriรฉndolos por su cuenta —o no, pues el libro de todas maneras resulta enormemente divertido, con las dosis justas de ideas puestas literalmente en juego. Son ideas de toda รญndole (polรญticas, morales, cientรญficas, precientรญficas, histรณricas) con las que Eco tambiรฉn se divierte enormidades y, quiรฉn sabe, a lo mejor hasta arregla viejas cuentas pendientes con su propia vida acadรฉmica y con el lado mรกs tradicionalista de su educaciรณn. –

 

+ posts

(Ciudad de Mรฉxico, 1949-2022) fue poeta, editor, ensayista y traductor.


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: