Estética del carnaval en Trinidad

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El caso de Guillermo Molina Morales merece un comentario. Sin padrinazgo ni exposición mediática ha publicado tres poemarios y ha recibido por cada uno de ellos tres de los más preciados premios que se conceden a la poesía en España: el IX Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez por Estado de emergencia (Hiperión, 2013), el XI Premio Internacional de Poesía Antonio Carvajal por Epilírica (Hiperión, 2008) y ahora el Margarita Hierro por mar caníbal. También es autor teatral de dos obras: Plenty amor (Trinidad, 2012) y No me toques los Colones (Jamaica, 2011). Como apunta el título de su primer poemario, la poesía de Guillermo Molina parte de la matriz estética del poeta zaragozano –como él– Miguel Labordeta. Abre el segundo de sus poemarios con una extensa cita de Labordeta que define esa matriz: “nos estamos riendo desde hace siglos […] y, como todos sabéis, el horno no está para bollos”. Así es el discurso de estos tres libros: risa y –como dice ahora el lenguaje mediático– zasca. Quizá deba añadirse que los tres forman un periplo viajero: el camino de la vida del joven poeta que parte de su Zaragoza natal y continúa por Madrid, París, Varsovia para llegar al Caribe de Trinidad y Tobago. La próxima estación será Bogotá, donde ejerce ahora el autor como investigador del Instituto Caro y Cuervo. Ese periplo es el resultado de una serie de peripecias, esto es, experiencias en el proceso educativo del poeta, en su intento por encontrar el sentido de la vida y un lugar en el mundo.

mar caníbal ofrece un momento más social –o, si se quiere, menos ensimismado– en ese proceso educativo. Sigue las mismas pautas de su producción precedente: hermetismo lúdico, humorismo no exento de acidez y cierto ensimismamiento, pero esa acidez deja espacio a la toma de conciencia, conciencia de las contradicciones sociales, culturales y étnicas que enturbian el entorno vital del poeta. Ese entorno es caribeño –el mar caníbal–. Guillermo Molina ha sido profesor en la University of West Indies de Trinidad durante cuatro años y esa etapa de su vida es el caldo de cultivo de esta poesía. El título del libro, además de ubicar este discurso poético, le añade la dimensión grotesca –el cruce entre el paisaje, la crueldad, el sexo, la gastronomía, la muerte–, seña característica de esa estética humorística.

El grotesco es la estética de Molina Morales. Le permite articular un discurso de gran fuerza expresiva, en las antípodas de la ñoñería habitual de la poesía radicalmente ensimismada. Le concede una mirada alegre y libre ante la confusión dominante en un mundo de extraordinarios contrastes y desigualdades. Combina así el humorismo con la necesaria tensión dramática. Es la estética del carnaval. En este poemario el carnaval está presente de varias formas. Una de ellas, bien explícita: Moko jumbie, el zancudo del carnaval caribeño. Cabe mencionar que Trinidad es una sociedad multiétnica, en la que dominan dos etnias, los afro-trinitenses y los indo-trinitenses. Los primeros, descendientes de esclavos. Y los segundos, víctimas de una migración forzada desde la India. A esto hay que sumar un mosaico de costumbres, religiones y creencias, y una convivencia conflictiva. A esa conflictividad responde Molina Morales con una palabra libre y rebelde. Libre para desvelar contradicciones y rebelde ante el abuso. Es también una palabra hermética. El poeta juega con el lector mediante un discurso elíptico y desplazado. El poema que abre el libro lleva este hermetismo verbal al extremo. Es el único poema que carece de título y el discurso carece de coherencia sintáctica y versal. “Ahí, decían // dice la crónica: sirenas”. Consciente de la dificultad para comprender este juego lingüístico, Molina Morales cita al poeta del mestizaje Édouard Glissant: “Las opacidades pueden coexistir, confluir, tramando tejidos de forma tal que la verdadera comprensión recaerá sobre la textura de esta trama y no sobre la naturaleza de los componentes”. También cita al Nobel trinitense V. S. Naipaul para dar la pista del sentido del libro: “Esta es una historia cuya única lección consiste en que la vida continúa”.

Las series que forman la trama del grotesco no son solo temáticas –como he señalado, paisaje-crueldad-sexo-comida-vida/muerte–. En este libro son también compositivas. Unas se destacan por los títulos: Herencia, Frontera. Otras, se reconocen por los personajes: Marcus Garvey (o la traición), Emperador Jacques I (o la estupidez), Disturbios (el narco Dudus Coke o la violencia). A estas últimas cabe adscribir muchos de los poemas con dimensión histórica: Aeropuerto, Anansi, Palenque, Emigrantes, Independencia, Democracia… Pero todas ellas tienen en común la esencia del grotesco: el trenzado entre la risa y la crueldad, la presencia de las series de lo básico y primario, el dramatismo y la palabra en libertad, en un cóctel de la más libre fabulación con el firme vínculo al mundo de la realidad histórica. Así es la epilírica de Guillermo Molina Morales.

 

mar caníbal, Guillermo Molina Morales

Pre-Textos, 2021, 70 páginas.

IV Premio internacional de poesía Margarita Hierro. Fundación Centro de Poesía José Hierro.

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Luis Beltrán Almería es catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Zaragoza. En 2021 publicó 'Estética de la novela' (Cátedra).


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