Diario de 360, de Luis Goytisolo

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Luis el fatalista      
      
     Luis Goytisolo, Diario de 360, Seix Barral, Barcelona, 2000, 288 pp.
     Las afueras del escritor barcelonés Luis Goytisolo, hermano del también novelista Juan y del poeta José Agustín, aparece en 1958, en pleno auge del realismo social que encuentra su expresión teórica en Problemas de la novela, de Juan Goytisolo y en La hora del lector, de José María Castellet. La novedad de Las afueras no está en su fidelidad a la estética de la novela social sino, precisamente, en su radical replanteamiento del realismo: alejamiento de la tradición española, acercamiento a la narrativa italiana y norteamericana, rechazo de la demagogia y una renovación de la estructura concebida como parte de la materia narrativa. Es decir, se acerca a las exigencias éticas y estéticas de la década de los sesenta, una de las más ricas del siglo XX, y que coincide, en parte, con la renovación propuesta por algunos de los grandes narradores del boom latinoamericano, muy especialmente el Vargas Llosa de La ciudad y los perros. Es a lo largo de dicha década que Luis Goytisolo irá publicando los cuatro volúmenes que han de constituir su obra más ambiciosa, Antagonía, pieza clave de nuestra narrativa contemporánea, autobiografía y biografía crítica de una generación, crónica sarcástica dominada por la presencia corrosiva del narrador.
      Goytisolo no abandonará esta necesidad de replantearse en cada nueva novela la necesidad de abrir nuevos caminos, en una escritura guiada por la inteligencia, con una prosa acerada en la que palpitan una emoción lírica ante el paisaje y una inquietante sensibilidad elegiaca. A diferencia de otros novelistas de la época, rechaza la tradición realista. No es tampoco, a diferencia de otros contemporáneos, experimental, sino que rechaza una estabilidad para crear otra nueva. Y como casi todos ellos, no rechaza la conciencia social sino que la saca de sus esquemas convencionales o demagógicos.
     En la década de los noventa Goytisolo publica dos novelas, Placer licuante y Escalera hacia el cielo, que a juicio de muchos de sus lectores representa una crisis negativa que le lleva a la esterilidad creadora, mientras que yo he preferido verlo, al igual que ocurrió con el Vargas Llosa de Elogio de la madrastra o Los cuadernos de Don Rigoberto, como un replanteamiento y una necesidad de escapar de la complacencia. De esta etapa de aridez narrativa surge una de las mejores novelas de Vargas Llosa, La fiesta del Chivo, y una de las más ambiciosas de Luis Goytisolo, Diario de 360, donde se nos dice o recuerda que "el verdadero creador se distingue por su voluntad de no repetir lo ya hecho, de fundar su propio espacio narrativo".
     Goytisolo parece sentirse incómodo ante una paradoja de su propia creación, que es la de mostrarse implacable contra el lector complaciente y riguroso consigo mismo como escritor, y la de buscar al mismo tiempo un círculo amplio de lectores. Una paradoja muy visible en este libro y que le lleva a arremeter inoportunamente contra escritores cuya capacidad de seducción está en la facilidad de su escritura, como ocurre con Javier Marías o con García Márquez, o en la facilidad para proyectarse como figura pública, como ocurre con Carlos Fuentes. Críticas que, por pudor, debería haber dejado en manos de los críticos.
     Nueva paradoja: su radicalismo le lleva a…

Nueva paradoja: su radicalismo le lleva a redefinir creativamente qué es la novela y a plantearla como un terreno abierto en el que intervienen, como en un campo magnético, la reflexión, la memoria, el diario, el aforismo, el adelgazamiento del hilo narrativo, la fuerza lírica y la complejidad estructural. Goytisolo hace agudas observaciones sobre algunos de sus autores preferidos, reflexiona sobre el declive de la novela y nos habla de su propia escritura, una de las más lúcidas y exigentes de nuestra narrativa contemporánea, basada, estructuralmente, en la relación entre fragmento y unidad ("la expresividad del mosaico reside en el conjunto del dibujo que esos fragmentos configuran con independencia de la forma de cada uno de ellos"), y creativamente en la fusión de pensamiento, memoria e imaginación.
     Esta visión moderna contrasta con una visión muy convencional de la literatura vista como un proceso histórico, es decir, fiel a este fatalismo propio de las historias de la literatura cuya única función es la desprestigiada función pedagógica. Lo que le lleva a hablar, entre otras cosas, de "los mil años de oscuridad", "esos mil años de infelicidad que para el mundo significó la Edad Media" o a afirmar que "la historia de la novela es, hasta cierto punto, la historia de la desaparición de lo que tradicionalmente se entiende por peripecia o argumento", como si la novela hubiera empezado el siglo XIX y estuviese condenada a desaparecer a partir de este Diario.
     Acaso la verdadera paradoja no esté en esta concepción limitada de la literatura sino que en esta misma concepción fatalista se encuentra la clave dramática de una novela que para tantos lectores no puede ser considerada como tal por no atenerse a las reglas (¿impuestas por qué demiurgo?) del género. A diferencia de Carlos Fuentes, funámbulo en la cuerda floja que une y separa a la modernidad de la posmodernidad, Goytisolo, como Paz, vive la nostalgia de la unidad y la conciencia del Apocalipsis, de un mundo que, puesto que se le escapa de las manos a él, considera que se nos escapa a todos nosotros. Como Joyce, que no trata de buscar una nueva salida a la novela sino de cerrarlas todas, abarcando en el Ulises toda la historia de la literatura para colocarla en un callejón sin salida o cuya única salida es Finnegans Wake; o como Picasso, cuya fuerza creadora le lleva a abarcar toda la historia de la pintura y su propia "historia" para destruirlas, colocando a la pintura figurativa en un callejón cuya única salida es la apocalíptica abstracción. De lo que se trata no es de negar la historia, sino de considerarse su último testigo, para afirmar que un ciclo se ha cerrado o se está cerrando definitivamente. Por eso, "ahora las obras de interés que llegan a nuestras manos son muy escasas", algo que se debe "a los cambios en los hábitos sociales o en el modo de vida que se han producido de consecuencias inquietantes". No importa ahora si Goytisolo, como todos los jinetes del Apocalipsis, está equivocado en esta visión negativa del futuro, sino en las consecuencias dramáticas que tiene para su escritura.
     Cada día de la semana de este diario toca un tema distinto y estos temas se van uniendo como las piezas de un mosaico. La tensión narrativa no está tanto pues en lo que se narra como en la disposición de lo narrado. Y esto exige una actitud alerta y de complicidad por parte del lector. Aunque esta disposición es ya por sí misma materia narrativa, puesto que permite una serie de cambios que dan una especial dinámica al conjunto. Hay días en los que domina la imaginación, otros la reflexión y otros la memoria. Unas veces hay una implacable visión distanciada, cruel en su afilada inteligencia, otras una sensibilidad personal dominada por la evocación, por el erotismo, por el acercamiento a la naturaleza, por la dolorosa conciencia del envejecimiento. También el enfrentamiento de dos mundos: el del erotismo frente al de la violencia sexual, el de la ciudad frente al del campo, el de una Edad de Oro frente a una Edad de Contaminación física y moral.
     Diario de 360 es un libro que trata de reivindicar dramáticamente un tiempo mítico que por lo que tiene de evolutivo es perecedero y nos conduce a un futuro estéril o contaminado. Un círculo se ha cerrado, y en su interior se escucha, como un lejano zumbido de avispas, una concepción de la vida. Donde estuvo emplazado el colegio, nos dice Goytisolo, se vendió el terreno, demolieron el edificio y en el mismo solar construyeron una residencia para ancianos. –

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