Emilio Sánchez Mediavilla: “En política internacional, Bahréin funciona como una especie de colonia de Arabia Saudí”

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A la manera de Guy Delisle, pero sustituyendo las viñetas por la crónica periodística, Emilio Sánchez Mediavilla (Santander, 1979) relata sus vivencias en Bahréin en su primer libro, Una dacha en el Golfo (2020), merecedor del I Premio Anagrama de Crónica Sergio González Rodríguez. Al igual que el novelista gráfico canadiense muestra la realidad de países como Birmania o Israel, –los cuales visita acompañando a su mujer, de Médicos Sin Fronteras–, el editor y fundador de Libros del K.O., –también en compañía de su pareja, destinada en la isla bahreiní por trabajo–, cuenta los secretos de un país poco o nada conocido, emplazado en el Golfo Pérsico y del tamaño de Menorca. Antigua colonia británica, Bahréin es un país de mayoría chií pero gobernado por una monarquía suní, sometido a numerosas tensiones políticas y sectarias que agitan Oriente Medio.

Sánchez Mediavilla guarda un grato recuerdo de los dos años transcurridos en la isla, y para completar su relato no ha dudado en introducir los testimonios de algunos disidentes del régimen, a los que ha entrevistado en Londres o Berlín, y encarar con soltura la compleja realidad geopolítica y social de un país que, en este libro, nos ayuda a conocer. Pese a dedicar buena parte de la crónica, por su relevancia, a los grandes temas, en el fondo, confiesa que su propósito no es otro que contar un país desde el elogio de lo cotidiano, como hace Delisle. Y por este motivo le ha influido tanto la mirada y el tono del dibujante, pese a que él se decanta por la no-ficción y las palabras para perfilar su retrato bahreiní.

Hace ya un tiempo que volvió de Bahréin y escribe en Una dacha en el Golfo que, tras publicar este libro, no podrá volver a vivir en un país situado en el puesto 167 de 180 en la clasificación de libertad de prensa. ¿Qué echa de menos de la isla?

Echo de menos la sensación de estar temporalmente fuera de casa. Es una sensación muy agradable, cuando tienes la oportunidad de irte a vivir a otro país y sabes que es temporal, con unas buenas condiciones, y que no se trata de una emigración forzosa por temas económicos o políticos. Lo tomas como un paréntesis necesario, una aventura, y más al tratarse de un país tan ajeno para mí como era Bahréin, tan diferente, en Oriente Medio. Disfrutaba mucho de las pequeñas cosas, del día a día. Era una realidad sugerente para mí, y pese a acostumbrarme a ella con el paso del tiempo, no dejó nunca de sorprenderme. Fue una experiencia muy agradable, y echo de menos esa sensación de descubrimiento. Regresamos hace cuatro años, ha pasado bastante tiempo desde que volví, y miro hacia atrás y pienso en mis amigos, en mis rutinas, en los olores, en los paisajes y hace que lo eche de menos.

Como editor y cofundador de Libros del K.O., ¿ha escrito un libro que le hubiese gustado publicar?

Sí, ja ja. De hecho, mis socios me comentaron que lo publicase con Libros del K.O., aunque lo rechacé desde el principio, porque me daba mucha vergüenza publicar mi primer libro en mi editorial. Como otros escritores, tenía mis inseguridades y necesitaba demostrarme que mi libro podía interesar a otra editorial. Ya publicado en Anagrama y visto el resultado, creo que no deja de ser un libro de no-ficción, de crónica periodística, que pienso que encajaría en el catálogo de nuestra editorial.

Escribe que la crítica a la época colonial no ha salido todavía del mundo académico y activista, y que no ha sido asumida por la cultura popular. ¿Qué papel juegan en este desconocimiento países como Estados Unidos o Gran Bretaña?

Un papel muy importante. Basta fijarse en el poder fabulador de su ficción y sus industrias culturales. Gran parte de la visión occidental de la época colonial se la debemos a Hollywood; por ejemplo, a filmes bélicos sobre la guerra de Irak, como El francotirador, de Clint Eastwood, o En tierra hostil, de Katherine Bigelow. Un capítulo del libro La semilla del odio, de Mónica G. Prieto y Javier Espinosa, habla de los artificieros iraquíes encargados de desactivar bombas, que cobran una miseria, sin contar con material, en chanclas, y usando para desactivar destornilladores caseros, y pienso que, en realidad, lo que conoce el gran público es esa especie de astronauta estadounidense del Ejército, como muestra Bigelow, el punto de vista del militar estadounidense y sus problemas. Aunque la película tenga una narrativa crítica, está todo rodeado de un toque fantasioso y épico, y realmente lo que echo en falta es que me cuenten la historia del artificiero iraquí, y no la épica del soldado. Todo es un gran espectáculo. Por eso diferencio el mundo académico, donde sí se están haciendo discursos completamente distintos; aunque no deja de ser un circuito muy cerrado, por lo que esto al gran público no llega. El discurso crítico no ha traspasado a la cultura popular, como se ve en el caso del cine.

En España, lo más noticiable de Bahréin en los últimos años en su premio de Fórmula 1, donde se ha visto al rey Juan Carlos I

Sí, de hecho, después de abdicar ha estado una quincena de veces en Bahréin y tiene una gran relación con la familia real de allí.

¿Por qué se celebra un premio de Fórmula 1 allí?, ¿qué papel juega el deporte en mejorar el papel del país?

Se busca el blanqueamiento de un régimen despótico y tiránico que viola sistemáticamente los derechos humanos a través de una política de relaciones públicas centrada en el deporte. El caso más obvio es el de la Fórmula 1, que se convierte en un espectáculo internacional con el que la familia real bahreiní se permite el lujo de construir un gran circuito en medio del desierto y mostrar músculo financiero, así como servir de escaparate. Además, uno de los príncipes, atleta vigoréxico, creó un equipo de triatlón y fichó al campeón olímpico de Londres 2012, y también fundaron el equipo de ciclismo Bahréin-Mérida, fichando a Nibali, en su momento, uno de los mejores ciclistas del mundo. Otro de los miembros de la familia real se presentó a las elecciones de la FIFA y, ahora, han comprado un club de fútbol en París. Este comportamiento se enmarca dentro de esas políticas que usan todos los países del Golfo Pérsico para, a través del deporte, blanquear sus tiranías y, de paso, entretenerse. También lo ha hecho Qatar con el Mundial de Fútbol de 2022 o con el PSG.

Ya que cita a Qatar, ¿qué relación tiene Bahréin con los demás países de la Coalición del Golfo?

Con Arabia Saudí las relaciones son excelentes, hasta el punto de que, sobre todo en política internacional, Bahréin funciona incluso como una especie de colonia de Arabia Saudí. Es una isla muy pequeña, conectada por un puente con el país saudí, y las familias reales tienen una estupenda relación, ambas son suníes, lo que provoca que Bahréin haga un seguimiento de lo que marcan los saudíes. Esto se va claramente en la represión de las revueltas de Bahréin de 2011. Pero también se observa en la actual crisis diplomática entre Arabia Saudí y Qatar. Arabia rompe relaciones con Qatar, e incluso cierra fronteras, iniciándose un conflicto democrático entre ambos países. Bahréin le hace, automáticamente, el seguimiento, y corta relaciones diplomáticas con los qataríes, así como las comunicaciones de avión con este país, que son importantísimas. Algo similar ocurre con los Emiratos, totalmente alineados con Arabia Saudí. Qatar ahora es la apestada en este conflicto geoestratégico.

Explica que para entender Bahréin y Oriente Medio es importante no simplificarlo todo a un conflicto chií versus suní

No toda la oposición en Bahréin a la monarquía es en clave sectaria chií y suní, es mucho más complejo. Hay muchos suníes que están en contra del Régimen, también chiíes que son de familias privilegiadas y tienen buenas relaciones con el poder. En un primer titular hay que recurrir a las etiquetas suní versus chíi para explicar Bahréin, Oriente Medio o el Golfo, pero luego hay que rascar y matizar para que no se quede en un titular tan simple. Hay otros ingredientes que explican lo que ha ocurrido, aunque los bandos se hayan acabado identificando con estas etiquetas, pero si lo planteas solo como un tema religioso se pierde parte del conflicto.

¿Es palpable para un occidental llegado allí el rechazo entre las facciones chií y suní?

Un occidental lo nota si se involucra en la vida del país. Si no tienes amistades bahreinís, si vives en una burbuja de expatriados, es posible que se te escape. Aun así, es difícil no enterarse, porque se percibe fácilmente la gran presencia de policía y fuerzas antidisturbios en las calles, o se ven enfrentamientos y pintadas. Y si conoces gente se nota la brecha sectaria más aún. Si son chiíes, es más que probable que tengan algún familiar que haya sido encarcelado o torturado, o que haya sido expulsado del trabajo después de las revueltas de La Perla. Es un país muy pequeño, donde los porcentajes de represión son aterradores. También percibí en algunos amigos suníes el desprecio que sentían hacia los chiíes, a los que consideran, prácticamente, una raza inferior, unos herejes.

Escribe Mary Beard que las estatuas y las esculturas públicas ofrecen distintos desafíos a nuestra visión de la historia. En Bahréin, la Primavera Árabe de 2011 se produjo en la plaza de La Perla, donde, precisamente, la estatua que allí estaba, fue derribada tras la represión de las protestas. Curiosamente, en este caso es su ausencia la que la ha convertido en un símbolo para los opositores al régimen.

Sí, ocurrió un hecho muy curioso. Tras la represión del régimen a los que acamparon en La Perla, la estatua se derribó. Una manera un poco infantil del régimen de intentar olvidar lo que, en palabras de un ministro, supone una “mala memoria” de lo ocurrido. Y lo que sucede tras esto es que se convierte en el gran símbolo de la revolución, y ahora tiene un poder iconográfico más fuerte que el que tendría si siguiese existiendo la estatua. Además retiraron unas monedas de curso legal que tenían impresas a ambos lados la estatua de La Perla. Son reacciones infantiles por parte del poder y, como se ha visto, contraproducentes para sus intereses. La estatua de La Perla, además, en origen, representa todo lo contrario, ya que se construye en conmemoración a la Coalición del Golfo, y cada pata de la escultura representa a cada uno de los países integrantes.

¿Por qué la Primavera Árabe bahreiní no ha tenido el más mínimo eco si se compara con lo ocurrido en países como Egipto?

Bahréin es un país minúsculo, apenas conocido y poco importante en el imaginario occidental. Por otro lado, mientras que en Bahréin ocurre esto, parte también del mundo árabe vive revueltas parecidas, la Primavera Árabe, y lo que ocurría en Egipto, Túnez y luego Siria tiene más eco, pues cuentan con un poder geopolítico y geoestratégico más intenso, y eso jugaba en contra de que se hablase de Bahréin. Además, Bahréin es un país muy importante para Reino Unido o Estados Unidos. Es la sede de la quinta flota estadounidense, y el Reino Unido ha construido recientemente una base militar muy importante allí. La monarquía británica tiene una gran relación con la bahreiní, antigua colonia, y eso explica también parte del silencio.

Ha hablado anteriormente de La semilla del odio. ¿Qué otros textos recomienda para conocer la realidad de Bahréin y de Oriente Medio?

Sectarian Gulf, de Toby Matthiesen, es muy bueno, ya que el autor estuvo en la plaza de La Perla y presenció la represión del régimen a los allí presentes. Puedo citar también otros como The Arabs: a history, de Eugene Rogan; The Middle East, de Bernard Lewis; o Bahrain uprising, de Ala’a Shehabi y Marc Owen Jones. Y recomiendo el formidable documental, también en inglés, Shouting in the dark. También me parece muy buena y especial la película La bicicleta verde, de la directora Haifaa Al-Mansour.

¿Cómo es –y ha sido– editar en tiempos de pandemia?

Al principio fue un poco complicado el mero hecho de trabajar, me costaba mucho concentrarme. Hubo semanas en que a mí y al equipo nos costaba sacar ese trabajo cotidiano de edición y lectura porque no podíamos concentrarnos. Pasados los meses nos vamos acostumbrando a la “nueva normalidad”, y hemos ido publicando algunas novedades que se quedaron aparcadas. En el caso de Libros del K.O., como siempre hemos publicado poco y despacio, no ha supuesto gran problema no haber publicado entre marzo, abril y mayo. También nos ha ayudado el hecho de contar con nuestros libros en la versión digital, aunque el e-book sigue representando un porcentaje muy pequeño de la facturación total, al menos en España. Ahora estamos a expensas de qué va a ocurrir, asumiendo la incertidumbre.

 

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Elios Mendieta es periodista. Es autor de 'Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún' (Escolar y Mayo).


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