En defensa de la socialdemocracia

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Tony Judt

Cuando los hechos cambian

EdiciĆ³n e introducciĆ³n de Jennifer Homans

TraducciĆ³n de Juan RamĆ³n Azaola y BelĆ©n Urrutia

Madrid, Taurus, 2015, 408 pp.

Entre la figura del pensador culto y riguroso y la del intelectual pĆŗblico, el historiador inglĆ©s Tony Judt (Londres, 1948-Nueva York, 2010) fue, durante los aƱos noventa del pasado siglo y la primera dĆ©cada de este, un feroz polemista que reivindicaba el rostro benĆ©fico del Estado del bienestar frente al capitalismo sin lĆ­mites que preconizan los adalides del neoliberalismo. Por aquellos aƱos, el sociĆ³logo Christopher Lasch recogĆ­a en un ensayo titulado La rebeliĆ³n de las Ć©lites y la traiciĆ³n a la democracia el malestar que empezaba a asentarse en buena parte de la izquierda norteamericana. Tras la caĆ­da del Muro de BerlĆ­n, toda la geopolĆ­tica cambiĆ³ de sesgo auspiciando una Ć©poca que resultarĆ­a falsamente unipolar. Con el foco de interĆ©s moviĆ©ndose en direcciĆ³n a Asia –y al Cercano Oriente–, las carencias del poder europeo fueron haciĆ©ndose mĆ”s evidentes: una polĆ­tica exterior endeble y contradictoria, la falta de mĆŗsculo militar, el nacionalismo creciente, la relativa debilidad de la economĆ­a y, en Ćŗltima instancia, la crisis de un modelo social que habĆ­a prestigiado al continente. Sin ejĆ©rcito ni una diplomacia conjunta que le dotara de voz propia, el Ć©nfasis de la UniĆ³n en el poder suave y modĆ©lico de la persuasiĆ³n y el ejemplo adquirĆ­a asĆ­ todo su sentido polĆ­tico. En lugar de la guerra entre naciones, la disposiciĆ³n de cooperar; en lugar de gobiernos populistas o de dictaduras totalitarias, la inteligencia liberal de las democracias parlamentarias; en lugar del darwinismo social, las generosas redes de seguridad que ofrecen las grandes polĆ­ticas pĆŗblicas. No fue, sin embargo, exactamente asĆ­ como se desarrollaron aquellos aƱos. “La historia de la humanidad es en buena medida absurda”, sostiene en When I was a child I read books la excelente novelista estadounidense Marilynne Robinson y es a esta especie de estupidez intrĆ­nseca a la que apela continuamente Tony Judt en su libro pĆ³stumo Cuando los hechos cambian.

La referencia a Marilynne Robinson no es casual. Tanto Robinson, en sus ensayos, como Judt comparten una mirada pesimista y acerba, combativa y crĆ­tica, sobre la evoluciĆ³n que ha vivido la democracia en el Ćŗltimo cuarto de siglo. “¿Y si las buenas instituciones fueran producto de las buenas intenciones?”, inquiere desafiante la novelista. De un modo similar, libro tras libro, el historiador inglĆ©s ha reivindicado la primacĆ­a de la moral social por encima de la simple ecuaciĆ³n del beneficio econĆ³mico. Si para Robinson el ethos cĆ­vico de la tolerancia y la solidaridad, que se ha ido construyendo con el esfuerzo de cada generaciĆ³n, se encuentra ahora en peligro por el dogma de la austeridad y las urgencias –“reales o imaginarias”– del corto plazo, para Tony Judt hay que rehuir la dictadura de la productividad porque, como insiste en uno de los ensayos de Cuando los hechos cambian, “para que las democracias modernas sobrevivan al shock del ‘supercapitalismo’ de Reich deben estar cohesionadas por algo mĆ”s que la bĆŗsqueda del beneficio econĆ³mico privado, particularmente cuando este se encuentra cada vez en manos de menos beneficiarios […] Una sociedad civilizada necesita algo mĆ”s que el autointerĆ©s, ya sea ilusorio o consciente, para mantener la narrativa comĆŗn de sus fines”. Recuperar esta amplitud de lo humano, ahora desdibujada por el criterio de los tĆ©cnicos y los intereses de una minorĆ­a privilegiada, constituye el gran tema moral que alienta el pensamiento de Judt. La fuerza de su argumentaciĆ³n, siempre refinada y atenta al matiz, resulta evidente en su escritura; como, por otra parte, tambiĆ©n algunos de sus lĆ­mites.

Para empezar, Cuando los hechos cambian no deja de ser un libro recopilatorio de artĆ­culos y breves ensayos que su autor fue publicando a lo largo de los aƱos, en su mayorĆ­a en The New York Review of Books, como respuesta a las necesidades mĆ”s o menos apremiantes de la actualidad. Sobresalen algunos temas como el de Israel y el conflicto palestino, sobre el que Judt mantenĆ­a una posiciĆ³n particularmente dura: “El problema de Israel, en suma, no es –como a veces se sugiere– que sea un ‘enclave’ europeo en el mundo Ć”rabe; sino mĆ”s bien que llegĆ³ demasiado tarde. Ha importado consigo un proyecto separatista de finales del siglo XIX a un mundo que ha cambiado, un mundo de derechos individuales, de fronteras abiertas y de derecho internacional.” La crĆ­tica recurrente a la administraciĆ³n Bush, sobre todo despuĆ©s del 11 de septiembre, es otro de los leitmotiven habituales con el cual reivindica la necesidad de la cooperaciĆ³n y no la actitud unilateral de los imperios. Especialmente brillantes resultan algunos de los perfiles biogrĆ”ficos que traza Judt, como los obituarios dedicados a FranƧois Furet y a Leszek Kołakowski, las pĆ”ginas en las que habla de Albert Camus o los capĆ­tulos inĆ©ditos que escribiĆ³ para un libro inconcluso sobre el ferrocarril. En Ćŗltima instancia, sin embargo, la idea matriz que anuda Cuando los hechos cambian es el miedo a perder las grandes conquistas del Estado del bienestar y de la socialdemocracia. Citando a Keynes, nos recuerda que “la incertidumbre –elevada al nivel de la inseguridad y el temor colectivo– era la fuerza corrosiva que habĆ­a amenazado y podrĆ­a amenazar de nuevo el mundo liberal”. La historia, aunque no se repita, rima con cierta insistencia, nos viene a decir el autor, por lo que nos equivocarĆ­amos si tirĆ”semos gratuitamente por la borda un relato de prosperidad conjunta que ha permitido vincular a los ciudadanos en un proyecto comĆŗn. Hasta quĆ© punto se puede sostener el Estado del bienestar en un mundo cada vez mĆ”s inestable es una cuestiĆ³n que el libro no responde y que, en todo caso, forma parte de las incĆ³gnitas del futuro. AhĆ­ se anotan temas que Judt apenas trata: los efectos del envejecimiento demogrĆ”fico, del endeudamiento masivo, de la revoluciĆ³n tecnolĆ³gica y del surgimiento de una nueva y poderosa clase media en los paĆ­ses emergentes. Entre la presiĆ³n acuciante, y en ocasiones cĆ­nica, del realismo estricto y el marco moral de los grandes ideales, el debate estĆ” servido. ~

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(Palma de Mallorca, 1973) es periodista y asesor editorial.


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