Una relectura del Holocausto

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Timothy Snyder

Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia

TraducciĆ³n de Paula Aguiriano, InĆ©s Clavero, Irene Oliva y David Paradela

Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2015, 528 pp.

Hay un escalofrĆ­o que recorre el pensamiento europeo de la segunda mitad del siglo XX y es la sombra que despliegan los campos de exterminio sobre el proyecto de la modernidad. En una frase convertida ya en tĆ³pico, el filĆ³sofo de la Escuela de FrĆ”ncfort Theodor Adorno sentenciĆ³ que escribir poesĆ­a despuĆ©s de Auschwitz es un acto de barbarie. MĆ”s aĆŗn, para el austriaco Jean AmĆ©ry, la misma nociĆ³n de humanidad desapareciĆ³ en las cĆ”maras de gas. Conceptos como belleza, verdad, bien o dignidad humana fueron borrados de la historia. Por supuesto, hoy sabemos que el siglo de los totalitarismos fue tambiĆ©n el de la muerte programada, pero el Holocausto permanece como una singularidad que trastoca nuestras creencias sobre el gĆ©nero humano. En este sentido, la realidad de Auschwitz no pierde vigencia sino que sigue interpelĆ”ndonos: ¿Por quĆ© sucediĆ³? ¿Puede volver a ocurrir? ¿QuĆ© papel desempeƱa la memoria en la reivindicaciĆ³n de la justicia?

Hablar de la memoria supone hablar de una interpretaciĆ³n de los hechos. En Tierra negra, el historiador Timothy Snyder nos ofrece una relectura del Holocausto compleja, fascinante y polĆ©mica; no del gusto de todos. Empecemos primero por lo conocido: la historia del antisemitismo en Europa es larga, aunque ha tenido en el pasado menos de persecuciĆ³n racial que religiosa. Es en la segunda mitad del XIX cuando se produce un cambio de paradigma que intensificarĆ” de un modo especial la judeofobia. Por un lado, el fuerte movimiento migratorio de judĆ­os rusos y polacos hacia el occidente europeo; por otro, la irrupciĆ³n del nacionalismo como ideologĆ­a con un fuerte componente Ć©tnico y racial. Para Snyder, este Ćŗltimo elemento resulta fundamental para interpretar al nazismo. “En el mundo de Hitler –explica– la Ćŗnica ley era la jungla.” De este modo, las distintas razas combaten por el dominio de un territorio acotado, del que depende su alimentaciĆ³n y, por tanto, su supervivencia. Esta necesidad de control del espacio fue el segundo elemento clave en la ideologĆ­a nacionalsocialista. El FĆ¼hrer despreciaba las posibilidades tĆ©cnicas de incrementar la productividad agrĆ­cola necesaria para alimentar a su pueblo, por lo que pensaba que el Tercer Reich debĆ­a crecer hacia el este con el objetivo de incorporar las fĆ©rtiles llanuras de Ucrania. Esa mentalidad no dejaba de ser una variante del colonialismo –conquistar los territorios deseados y expulsar o someter a la poblaciĆ³n autĆ³ctona–, donde los judĆ­os ocupaban un lugar especial, ya que en el imaginario nazi constituĆ­an una perversiĆ³n de la naturaleza que distorsionaba la lĆ³gica inapelable de la biologĆ­a. “El incesante conflicto de las razas –leemos en Tierra negra– no era un elemento mĆ”s de la vida, sino su esencia. Afirmarlo no era construir una teorĆ­a, sino observar el universo tal y como era. La lucha era la vida, no un medio para conseguir un fin; no se justificaba por la prosperidad (capitalismo) o la justicia (socialismo) que supuestamente conllevaba […] La raza era real, mientras que los individuos y las clases eran construcciones efĆ­meras y errĆ³neas.” Para Hitler, tanto el capitalismo y el comunismo –una fĆ³rmula clave en la propaganda de la Ć©poca era apelar al “bolchevismo judĆ­o”– como las instituciones democrĆ”ticas que protegĆ­an los derechos de las minorĆ­as estaban directamente inspirados o controlados por los judĆ­os. Hacerlos desaparecer suponĆ­a pues un acto de higiene casi ecolĆ³gica, ya que “cualquier ejercicio de deliberaciĆ³n Ć©tica era en sĆ­ mismo un signo de corrupciĆ³n judĆ­a” que iba en contra del derecho de los mĆ”s fuertes.

El punto mĆ”s interesante de la tesis de Snyder radica en su anĆ”lisis minucioso del desarrollo del Holocausto. ¿Fue estrictamente programado? No. ¿RespondĆ­a a la lĆ³gica interna del nazismo? Sin duda. El exterminio evoluciona paralelamente a la guerra. Tras el pacto con la UniĆ³n SoviĆ©tica y el despiece de Polonia, los soviĆ©ticos y los alemanes se aprestaron a destruir las instituciones polĆ­ticas de los paĆ­ses ocupados. Si para Stalin el objetivo era eliminar a sangre y fuego los estamentos burgueses y promover la dictadura del proletariado, para Hitler el empeƱo pasaba por destruir cualquier salvaguarda que limitase la limpieza racial. Con la invasiĆ³n de la UniĆ³n SoviĆ©tica en 1941, Alemania fue ocupando territorios que habĆ­an sido devastados previamente por los soviĆ©ticos y en donde el peso de las instituciones era ya prĆ”cticamente inexistente. Una de las lecciones fundamentales de este libro es que, sin la protecciĆ³n de un Estado y sus garantĆ­as, los lĆ­mites morales se disuelven y la vida se convierte en un violento combate por la supervivencia. Se trata de un dato esencial para Snyder. “La polĆ­tica de matanzas –escribe– fue una creaciĆ³n colectiva, la uniĆ³n de las experiencias lituanas y las expectativas nazis […] Los lituanos enseguida entendieron que el mito judeobolchevique equivalĆ­a a una amnistĆ­a polĆ­tica masiva para todo aquel que hubiera colaborado con los soviĆ©ticos, asĆ­ como la posibilidad de reclamar los negocios que habĆ­an arrebatado a los judĆ­os.” Si la UniĆ³n SoviĆ©tica habĆ­a destruido previamente el entramado institucional de los paĆ­ses ocupados, los alemanes encontraron vĆ­a libre para lanzar una polĆ­tica basada en el antisemitismo ancestral: cada judĆ­o acribillado tenĆ­a el potencial de borrar el pasado colaboracionista de un lituano, un letĆ³n, un polaco o un ucraniano. Snyder insiste una y otra vez en este hecho: fue el desmantelamiento de los distintos Estados lo que abriĆ³ paso definitivamente al Holocausto. Sin las garantĆ­as legales que ofrecen las instituciones ni el respeto a la personalidad jurĆ­dica de los hombres, los judĆ­os (o, en su caso, cualquier otra minorĆ­a) carecĆ­an de defensa. La polĆ­tica empujaba al asesinato. Muy pronto, la muerte adquiriĆ³ una dimensiĆ³n industrial.

Si esta es la hipĆ³tesis central del libro, el Ćŗltimo capĆ­tulo de Tierra negra resulta cuando menos confuso. El autor se disfraza de politĆ³logo y convierte su interpretaciĆ³n del Holocausto en advertencia para el futuro. Hay motivos para ello si pensamos que el genocidio forma parte de la experiencia humana, segĆŗn puede constatarse a diario con el exterminio de las minorĆ­as cristianas (y no solo cristianas) a manos del Estado IslĆ”mico. Pero Snyder no se limita a seƱalar lo obvio, sino que elucubra acerca de la posibilidad de un nuevo Holocausto, esta vez en Ɓfrica, y como consecuencia de alguna catĆ”strofe ecolĆ³gica de signo mundial que obligue a los nuevos imperios (China o Rusia) a movilizarse. Su temor reside en “una interacciĆ³n entre la escasez local y una potencia colonial capaz de extraer alimentos y a la vez exportar ideologĆ­a global”, al igual que sucediĆ³ en la Alemania nazi. El argumento puede convencer o no. Es cierto que en la historia se repiten ciertos arquetipos, pero nunca es idĆ©ntica a sĆ­ misma. Y ningĆŗn contexto anula la libertad humana ni determina por completo nuestro futuro. A pesar de estas dudas, Tierra negra constituye una lectura magnĆ­fica, poderosa y sugestiva. ~

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(Palma de Mallorca, 1973) es periodista y asesor editorial.


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