Encuentros providenciales

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Jorge Carrión

Librerías

Barcelona, Anagrama, 2013, 342 pp.

Este libro de Jorge Carrión es una defensa de las librerías independientes. Frente a las grandes cadenas, cuyo objetivo primordial es vender, no sería escasa la posibilidad de que las librerías se extinguieran como lugares de encuentros providenciales con la literatura y el arte. Para Carrión, el tacto editorial se pierde entre la mercadotecnia del imperio norteamericano.

Libro de libros, libreros y librerías, este volumen es al mismo tiempo apunte de viajes, crónica, interpretación del presente y crítica de la economía cultural. No es un ensayo académico, porque no tiene la cuadratura de una tesis. Bien podría concluir a la mitad de sus trescientas páginas; no reflexiona paso por paso, con método creciente. Jorge Carrión (Tarragona, 1976) es un coleccionista, como Walter Benjamin concebía al historiador, y a quien, no casualmente, evoca. Él mismo advierte: “La historia de las librerías […] solo puede relatarse a partir del álbum de postales y de fotos.”

Los momentos más claros ocurren cuando Carrión apela a astucias teóricas, puentes semánticos. La librería como espacio, templo, viaje, brújula, mapa, resto arqueológico, espectáculo, turismo, museo, negocio. Es entonces cuando se ve clara la senda de Carrión. Porque entre los callejones y lances de forastero adonde lleva la lectura, el bosque llega a perderse de la vista. No es que Librerías esté plagado de digresiones. Sucede que es una digresión en la discusión contemporánea. Cuando casi nadie habla de las librerías (sí de la industria editorial o de la historia de la lectura), Carrión intenta rescatarlas: son socialmente significativas. De ahí que en sus páginas no se citen libros sobre librerías (los hay pocos) y que pueda entenderse como un texto de viajes. No un anecdotario crudo de apuntes y estampas, sino un trayecto bien ordenado en la escritura, legible ya para el lector-viajero.

Pero Librerías hilvana también un recorrido histórico, no solo geográfico. Los escaparates de libros algún día se hallaron en los andenes del tren, cuando despuntaba el auge mercantil y se abarataba el libro con el desarrollo industrial de la Europa decimonónica. (El tren, el ascensor, las migraciones masivas, los primeros viajeros lectores.) Las exposiciones universales organizadas por Inglaterra y Francia a mediados del siglo xix fueron “monstruosos escaparates del Mito del Progreso” y Estados Unidos hará lo mismo –como relata Carrión– pero con la televisión, el cine y la experiencia lectora, “fusionando la librería, la tienda de souvenirs y la cafetería al estilo de Starbucks”.

Las librerías son también consecuencia del desarrollo capitalista: son un negocio. Usan la fama –se empeñan en construirla– para pescar clientes, vender más libros y poder seguir en el mercado. Históricamente han sido lugares de encuentros literarios (tanto tertulias como milagrosos descubrimientos individuales) y también han impulsado la actividad creativa (incluyendo el arte plástico, el teatro, la música) o incluso han difundido –con justicia para el lector– títulos prohibidos por el pudor de la época. La imperiosa condición mercantil, no obstante, ha ensanchado esos espacios de vanidad, turismo, museografía vintage y coquetería para el souvenir: hay que vender.

Hasta aquí se puede estar de acuerdo con Carrión. Y al punto propone que los Estados protejan las librerías independientes frente a las grandes cadenas (como Barnes & Noble) porque tienen un significado social distinto de la mercadotecnia desechable. Librerías es un recuento-recorrido de las buenas razones para apreciar esos espacios. No participa de ningún apretado esquema nacional: habla de la situación mundial, prescinde deliberadamente de las fronteras. Las fuentes y las experiencias del autor-viajero no dependen de una sola lengua o de una sola región geográfica. Al final de sus páginas, el lector puede quedarse con la impresión de que la librería independiente (la mayor parte de los ejemplos es de mediados de siglo XX) es privativa de la cultura, la alta creación o los grandes encuentros del lector con la literatura.

Detengámonos un momento. El aprendizaje profundo podría sustituir (en Netflix, Amazon, Google, por ejemplo) las horas invertidas para acudir a la librería y buscar (o hallar milagrosamente) un libro, una película. Librerías bosqueja un encuentro providencial del que hasta ahora no están exentas las grandes cadenas de libros, a pesar de su hinchada mercadotecnia. Rechazar de antemano las ventajas que pudiera traer el mercado –y las tecnologías de la información– o presuponer siempre que todo lo estropea, que todo se maquina perversamente desde los Estados Unidos, debe ponerse en tela de juicio.

Jorge Carrión ha hecho una cartografía social e histórica de la librería. Las estampas, álbumes y postales que la conforman son estupendas curiosidades para el lector. Pero Librerías pudo haberse publicado, con gran éxito, sin omisiones importantes, en el mediodía del siglo pasado. ~

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(Ciudad de México, 1986) es editor del sitio de web de Enrique Krauze.


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