Ida Fink
Huellas
Traducciรณn de Elzbieta
Bortkiewicz, Madrid,
Errata naturae, 2012,
240 pp.
Recuerdo que un novelista del Este (¿Ivan Klรญma, Kundera?) le decรญa en una ocasiรณn a Philip Roth que la mejor literatura es la que se escribe en las peores circunstancias, que lo que se escribe hoy en Occidente no son mรกs que memeces insustanciales e intrascendentes, y que el hombre necesita haber perdido la libertad para hablar de la libertad con conocimiento de causa, como necesita haber perdido el amor para hablar del amor. Naturalmente, esto no es cierto, pero debemos admitir que cuando un hombre o una mujer escriben en circunstancias dramรกticas es porque tienen algo que decir, algo urgente, algo que no puede esperar.
Hay situaciones en la vida en las que, de pronto, todo se viene abajo. Lo que hasta entonces habรญa sido excepcional, el miedo, la desesperaciรณn, la rabia, se vuelve natural. Entonces “el aspecto de la gente cambia, ya no es el mismo: otra expresiรณn en los ojos, otras miradas, otra manera de andar, un nuevo rictus en los labios”. Nos volvemos desconfiados, egoรญstas, indiferentes al dolor ajeno. El mundo aparentemente sigue siendo el mismo, el sol sigue saliendo todos los dรญas, el viento sigue soplando algunas tardes, llueve, caen las hojas de los รกrboles, los niรฑos gritan en los parques…
Polonia, aรฑos treinta y cuarenta del siglo pasado, escribe una mujer judรญa. Escribe cortas historias, cincuenta aรฑos despuรฉs, sin prisas. No quiere olvidar nada. Quizรกs lo que escribe pueda interesarle a alguien algรบn dรญa. No es que no tenga nada mejor que hacer, es que es lo mejor que puede hacer. Lo mejor para ella y lo mejor para nosotros. Escribe por ejemplo: “Pocas veces recuerdo a Sabina, pero รบltimamente mรกs.” Escribe tambiรฉn: “Maravillada por la belleza de la vida.” O: “Debes desprenderte de tu manรญa de buscar asociaciones.” O: “El silencio es nuestro enemigo. El silencio significa la avalancha de pensamientos.”
Los veinte relatos que componen este hermoso y sobrecogedor libro son otras tantas historias morales. Ida Fink no escribe para saldar deudas con el pasado, la escritura nunca saldรณ ninguna deuda, no escribe para denunciar ningรบn hecho atroz, la de Ida Fink no es una literatura testimonial. Es simplemente literatura, pero, como la autรฉntica literatura, siempre es algo mรกs que literatura. Huellas es su tercer libro. Publicado en inglรฉs en 1997 (previamente habรญa aparecido en polaco, lengua en la que escribirรญa siempre), no es un libro mรกs sobre el Holocausto. Ni siquiera es, estrictamente hablando, un libro sobre el Holocausto, aunque el Holocausto sea el telรณn de fondo de todos estos relatos. Quizรกs sobre sus secuelas, sobre sus imborrables huellas. Esas huellas que quedan grabadas en nuestro inconsciente y afloran de cuando en cuando, generalmente en los sueรฑos, mezcladas entre otras huellas con las que aparentemente no existe ninguna conexiรณn. Todo vuelve. El pasado no estรก muerto. Ni siquiera estรก pasado.
Ida Fink construye sus relatos con un recuerdo, con un sueรฑo, con un estado de รกnimo, o de desรกnimo, y se pregunta por quรฉ recuerda unos hechos y no otros, por quรฉ recuerda a unas personas y no a otras, por quรฉ recuerda anรฉcdotas aparentemente sin importancia, por quรฉ recuerda un paisaje, un olor, una sensaciรณn, un grito, un gesto, un silencio, por quรฉ precisamente esos y no otros.
En Huellas hay relatos de una belleza sobrecogedora (“Julia. Apuntes para una biografรญa”), relatos que cortan la respiraciรณn (“Ascenso”, “La mano”), relatos que encogen el alma (“Eugenia. Apuntes para una biografรญa”, “Ya hemos ido a la รณpera”), relatos estremecedores (“Sabina bajo los sacos. Apuntes para una biografรญa”, “La descripciรณn de un amanecer”). Relatos, todos ellos, de una humanidad que desarma. Apuntes para una biografรญa, vemos que subtitula algunos de estos relatos. Y eso es, en cierto sentido, lo que son todos ellos, apuntes para la biografรญa de la propia autora sin duda, Ida Fink (1921-2011), pero tambiรฉn de tantas otras mujeres a las que, como a ella, les tocรณ vivir la experiencia del gueto y el Holocausto.
Hay libros que tenemos la obligaciรณn de leer. Si les parece demasiado rotunda, demasiado impertinente, esta afirmaciรณn, dejรฉmoslo entonces en libros que deberรญamos leer. No, no me refiero a los clรกsicos, ninguna duda al respecto, ninguna duda aunque ya no los lea nadie y a lo sumo se los conozca por algunas absurdas y ridรญculas versiones cinematogrรกficas (como pasa con la religiรณn, por cierto, la divulgaciรณn lo rebaja todo). No, me estoy refiriendo a los libros que hablan, sin rodeos, sin subterfugios, sin falso sentimentalismo, sin grandilocuencia, de la condiciรณn humana. Y las razones por las que deberรญamos leerlos son las mismas que llevaron a sus autores a escribirlos. Razones morales en รบltima instancia. Leer es algo mรกs que leer. ~
(Madrid, 1950) es crรญtico literario y traductor. En 2006 publicรณ el libro de relatos Esto no puede acabar asรญ (Huerga y Fierro).