Los lectores mexicanos nunca soñaron con tener una tan magnífica síntesis del mundo medieval europeo, escrita especialmente para ellos. En efecto, aunque el libro La civilización feudal / Europa del año mil a la colonización de América apareció publicado hace ya varios años en Francia, Italia y Brasil, en realidad fue escrito por Jérôme Baschet –dilecto discípulo de Jacques Le Goff– en San Cristóbal de Las Casas, motivado por las preguntas e inquietudes de sus alumnos de la licenciatura de historia de la Universidad Autónoma de Chiapas. Afortunadamente, esta obra llega por fin a sus destinatarios iniciales. Su origen, sin embargo, no debe hacernos pensar que se trata de un manual más de historia medieval dirigido a estudiantes universitarios. En realidad, estamos frente a un libro innovador, grato y ameno, que toda persona interesada en la historia puede disfrutar.
Una de las grandes originalidades de esta obra radica en la manera en que el autor aborda las transformaciones históricas de larga duración en una sociedad compleja, como lo fue la civilización medieval. En efecto, Jérôme Baschet rechaza explícitamente la costumbre tan arraigada de dar cuenta de la historia de una sociedad distinguiendo en ella –y tratando por separado– la economía, la sociedad, la política y la religión (que suele colocarse junto con la “cultura”), alegando con razón que esta división, si bien puede tener algún sentido en el mundo capitalista e industrial, resulta totalmente artificial para comprender el funcionamiento de otras sociedades. El autor opta, en cambio, por analizar en profundidad diversos “fenómenos sociales totales” del Medievo que permiten comprender la estructura, el funcionamiento y las transformaciones de la sociedad feudal en su conjunto.
Por otra parte, Jérôme Baschet retoma la noción de su maestro –Le Goff– de un largo Medievo que se extiende desde el siglo v hasta la Revolución industrial. Sin duda, a lo largo de aquellos casi quince siglos el mundo europeo conoció grandes trasformaciones. Sin embargo, ciertos principios que estructuraban la sociedad –el papel central de una institución que trascendía las fronteras políticas (la Iglesia); la división tripartita de la sociedad (campesinos, guerreros y clérigos); el dominio conjunto sobre las tierras y los hombres (el feudo); y una articulación muy particular entre los ámbitos locales en los que transcurría la casi totalidad de la vida de la inmensa mayoría de las personas y un espacio europeo unificado por la religión católica y el uso del latín como lengua de las élites letradas– se mantuvieron a todo lo largo de este extensísimo periodo.
A pesar de tomar como punto de partida esta noción de largo Medievo, el libro no pretende cubrir todo este periodo, sino que se concentra especialmente en lo que el autor denomina el Medievo Central (siglos XI, XII y XIII), aunque también le dedica un largo capítulo al establecimiento y consolidación del sistema feudal (del siglo V al X), y otro al Bajo Medievo (siglos XIV y XV) y a su trasplante-mutación en tierras americanas a raíz de la conquista española.
La obra se divide en dos partes. Una primera, “Formación y auge de la cristiandad feudal”, que el autor modestamente anuncia como más “convencional” por estructurarse de acuerdo con el orden temporal (del fin del Imperio romano al descubrimiento y colonización de América). Sin embargo, la manera de abordar esta historia está muy lejos de seguir las convenciones historiográficas habituales. Por el contrario, el autor, haciendo gala de una enorme capacidad de síntesis y de una admirable claridad de exposición, destaca las transformaciones sociales que afectan a los hombres del común (las grandes migraciones humanas, la desaparición de la esclavitud y su sustitución por la servidumbre, la expansión del cristianismo, las fluctuaciones demográficas, la formación de la aristocracia, y sobre todo el poder creciente de la Iglesia), relegando a un segundo plano los conflictos políticos, las guerras y la formación de las incipientes naciones.
La segunda parte, “Estructuras fundamentales de la cristiandad”, constituye a su vez un logradísimo ejemplo de antropología histórica. En ella Jérôme Baschet profundiza en el estudio del Medievo Central a través del análisis de varias de las categorías rectoras de la sociedad feudal: el tiempo –la percepción cotidiana de los tiempos sociales, la visión historiográfica de la época y los brotes de milenarismo–, el espacio –el arraigo de los campesinos a la tierra, la polarización de los espacios y la articulación que realiza la Iglesia entre lo local y lo universal–, la salvación –el creciente dualismo entre fuerzas divinas y fuerzas diabólicas y la construcción de un más allá dividido en cinco lugares–, el concepto de persona –donde el autor muestra de manera muy convincente que esta no se reducía a una simple suma de un cuerpo y una alma–, el parentesco –consanguíneo, espiritual y divino– y la imagen –desde los debates sobre el papel religioso de las imágenes hasta las transformaciones de las formas de representación.
En esta segunda parte, el autor no sólo da cuenta de algunos de los estudios más recientes y originales que se han escrito sobre el medievo, sino que presenta en forma sintética los resultados de sus propias investigaciones sobre el Infierno, el cuerpo y las almas (cuyo tema le fue sugerido por la lectura del bello libro de Pedro Pitarch, Ch’ulel: una etnografía de las almas tzeltales, FCE, 1996), el parentesco y las imágenes.
Esta bella obra, que sin duda será fuente de inspiración para múltiples historiadores dispuestos a renovar su disciplina, cumple con creces su objetivo: mostrar que aunque nuestra sociedad capitalista e industrial tiene sus orígenes en el mundo feudal europeo, este se regía por lógicas muy diferentes de las nuestras. El papel del medievalista consiste, así, en mostrar que el feudalismo constituía un mundo que hoy en día nos resultaría extraño y exótico, y al mismo tiempo darnos las herramientas conceptuales para comprenderlo mejor. Estamos, pues, ante una obra mayor que no sólo contribuye a renovar la historia medieval de Europa, sino que abre nuevos caminos historiográficos e invita a los jóvenes investigadores a adentrarse por los caminos de una antropología histórica que tiene mucho que aportar al conocimiento de las sociedades del pasado y del presente, incluyendo las industriales y postindustriales.
Finalmente, vale la pena señalar que las imágenes que acompañan este libro no son meras ilustraciones sino que son elementos de primera importancia sobre los que descansa un buen número de las argumentaciones del autor. ~
(ciudad de México, 1954), historiador, es autor, entre otras obras, de Encrucijadas chiapanecas. Economía, religión e identidades (Tusquets/El Colegio de México, 2002).