FrƩdƩric Martel
Cultura
Mainstream. CĆ³mo
nacen los fenĆ³menos de masas
TraducciĆ³n de NĆŗria
Petit FontserĆØ, Madrid,
Taurus, 2012, 464 pp.
Ni el capĆtulo en que FrĆ©dĆ©ric Martel nos explica que la clave para entender el negocio del cine de Hollywood son las palomitas. Ni el que dedica a analizar por quĆ© el pop no es un gĆ©nero musical ni un movimiento histĆ³rico, sino una constante que se reinventa una y otra vez. Ni las pĆ”ginas en que describe cĆ³mo la University of Southern California se ha convertido en “la universidad del mainstream”. Ni siquiera la parte en que se habla de los culebrones del ramadĆ”n. Estoy convencido que a los lectores de esta secciĆ³n de crĆtica libresca de una revista cultural les va a interesar sobre todo el capĆtulo “Pauline, Tina & Oprah” de Cultura Mainstream. CĆ³mo nacen los fenĆ³menos de masas, que Martel titulĆ³ Mainstream en su ediciĆ³n original (Flammarion, 2010). Porque seguimos buscando en este tipo de secciones crĆtica evaluativa, crĆtica erudita, anĆ”lisis intelectual, una selecciĆ³n de los tĆtulos que merecen ser leĆdos y discutidos; pero el sociĆ³logo y periodista francĆ©s nos recuerda que las mutaciones de la crĆtica literaria y cinematogrĆ”fica comenzaron en los tiempos de Mad Men.
En 1968 Pauline Kael entrĆ³ en la redacciĆ³n del New Yorker: defenderĆ” TiburĆ³n, el cine porno o Matrix, destrozarĆ” pelĆculas de Rohmer, Bergman, Lanzmann o los Coen; como harĆ” Carlos Boyero dĆ©cadas mĆ”s tarde, crea una ficciĆ³n de intimidad con su lector y sintoniza con los gustos del espectador medio. Es contemporĆ”nea de Susan Sontag, que aunque afĆn a los productos mĆ”s sofisticados de la cultura europea, tambiĆ©n buscĆ³ en el camp y el kitsch superar la divisiĆ³n jerĆ”rquica y por tanto antidemocrĆ”tica entre la alta y la baja cultura. “Pauline Kael y, despuĆ©s de ella, Tina Brown y por supuesto Oprah Winfrey anuncian el futuro de una vida cultural sin la figura del intelectual. E incluso muy pronto una vida cultural sin la figura del crĆtico”, afirma Martel. Brown pasĆ³ de dirigir Vanity Fair a liderar con un espĆritu similar el New Yorker. Winfrey inaugurĆ³ a mediados de los noventa un club de lectura que, rescatando clĆ”sicos y recomendando novedades, se ha convertido en un espacio fundamental para entender el mercado de los libros en Estados Unidos. No se trata de calibrar la calidad de una obra, sino de observar su potencial de popularidad. Si serĆ” cool; si se consumirĆ” masivamente. No se trata de ser juez, sino de gestionar la informaciĆ³n, de hacerla circular, proponiendo interpretaciones posibles, a menudo parceladas segĆŗn las comunidades mĆ”s propensas a recibir positivamente la obra. En consonancia, por supuesto, con el auge de los estudios culturales, en detrimento de la filologĆa y otras formas de lectura y de autoridad tradicionales. Mucho se habla de la disoluciĆ³n entre lo alto y lo bajo, o del predominio estadounidense en la cultura global, pero es necesario trazar genealogĆas argumentadas de esos procesos histĆ³ricos. Martel no es historiador, pero no olvida que cualquier fenĆ³meno puede entenderse mejor gracias a las cronologĆas de hechos paralelos que van urdiendo la red que los explica. Este libro es una gran red que trata de explicarnos el mundo musical, cinematogrĆ”fico, video-lĆŗdico, periodĆstico, literario, televisivo en que vivimos.
SegĆŗn Martel son ocho las fuentes principales de cultura mainstream en el mundo de hoy: TurquĆa, AmĆ©rica Latina, China, India, JapĆ³n, Estados Unidos, el Sudeste AsiĆ”tico y Oriente Medio. La compartimentaciĆ³n nacional y lingĆ¼Ćstica de Europa no permite hablar de una producciĆ³n mĆ”s o menos unificada en nuestra regiĆ³n, aunque sin duda es en el Reino Unido donde se producen mĆ”s discos y series con fortuna global. Y Rusia, de momento, se mantiene como un monstruoso productor de cultura para uso casi exclusivamente local. Hace tiempo que el manga y el anime japoneses crearon el Ćŗnico imaginario transmedia autĆ³ctono capaz de rivalizar con el que ha impuesto Hollywood; pero en las Ćŗltimas dĆ©cadas se ha ido imponiendo en otras zonas del planeta la idea de que sus ficciones, su mĆŗsica o sus canales de televisiĆ³n, con los valores que van a ellos asociados, tienen que aspirar no solo a los emigrados que viven en uno u otro punto del planeta, sino tambiĆ©n a los consumidores de otras culturas. El caso de Al-Jazeera –que Martel analiza– es emblemĆ”tico a ese respecto, con su trayectoria panĆ”rabe que ha acabado por convertir la cadena de noticias en una referencia internacional. Esas expansiones, como seƱala el autor, no se realizan sin fricciones ideolĆ³gicas y, por tanto, polĆticas y religiosas. La presencia del cine norteamericano en las salas de proyecciĆ³n de todo el mundo ha sido defendida tanto por los lobbies y las asociaciones profesionales como por las embajadas y los servicios secretos. La dimensiĆ³n imperial de los Estados Unidos ha sido y es tanto militar y diplomĆ”tica como simbĆ³lica y, por tanto, cultural. AsĆ, la suma de miles de singles, pelĆculas, series de televisiĆ³n, videojuegos, talk shows, cĆ³mics, novelas y franquicias en general da lugar a una red de energĆa que se superpone a la geopolĆtica tradicional. Y que puede ser vista en tĆ©rminos de guerra.
La guerra cultural no es mencionada –en este ensayo que es tambiĆ©n la crĆ³nica de una vuelta el mundo (o de varias) en busca de los protagonistas de la cultura planetaria– por la gran mayorĆa de los entrevistados por Martel, pero aparece en el libro como uno de sus temas de fondo y da tĆtulo a su segunda parte. En Mumbai se cita con Amit Khanna, director ejecutivo de una multinacional dedicada a las industrias creativas y a los medios de comunicaciĆ³n, que le dice: “Queremos desempeƱar un papel central, polĆtica y econĆ³micamente. Creemos en el mercado global y tenemos unos valores, unos valores indios, que promover. Vamos a enfrentarnos con Hollywood en su propio terreno. No solo para ganar dinero, sino para afirmar nuestros valores.” Mucho antes, en las primeras pĆ”ginas del volumen, Joseph Nye, quien fuera secretario adjunto de Defensa de la administraciĆ³n Clinton, explica cĆ³mo ve Ć©l el asunto: “El soft power es la atracciĆ³n, no la coerciĆ³n”, esto es, “la influencia a travĆ©s de los valores, como la libertad, la democracia, el individualismo, el pluralismo de la prensa, la movilidad social, la economĆa de mercado y el modelo de integraciĆ³n de las minorĆas en Estados Unidos”. No es de extraƱar que, si los Estados Unidos han tenido tan alta conciencia de su misiĆ³n de liderazgo del mundo contemporĆ”neo, el resto de Ć”reas culturales hayan acabado aprendiendo la relaciĆ³n entre ganancia econĆ³mica e influencia simbĆ³lica. Si la serialidad es un concepto de origen estadounidense, si se puede trazar una lĆnea que va de Henry Ford a hbo, pasando por varias cadenas de hamburgueserĆas y el imperio Walt Disney (pelĆculas, muƱecos de peluche, parques temĆ”ticos, canales de televisiĆ³n, cruceros, etc.), no es de extraƱar que el resto de grandes paĆses hayan aprendido a producir tambiĆ©n en cadena. Porque solo por acumulaciĆ³n, por saturaciĆ³n de parcelas de lo real, gracias tanto a la generaciĆ³n como al consumo masivos, se puede ser realmente influyente.
“Se estĆ” dibujando una nueva cartografĆa de los intercambios culturales”, afirma Martel. Cultura Mainstream es un esbozo provisional de ese escenario inabarcable y en mutaciĆ³n constante. El anĆ”lisis es brillante; la exposiciĆ³n, amena; la informaciĆ³n de primera mano, envidiable; la lectura de conjunto, necesaria –si ese adjetivo significara algo a estas alturas del partido–. El Ćŗnico problema de este recomendable volumen es que no aborda lo digital y lo virtual, tal vez porque los aƱos que pasan entre que se concluye un libro y que este se publica y se traduce lo condenan a quedar desactualizado, o quizĆ” porque ni siquiera los directivos de las multinacionales de contenidos y de los conglomerados mediĆ”ticos son capaces de responder a la pregunta que todos nos estamos planteando: ¿QuĆ© va a pasar? ~
(Tarragona, 1976) es escritor. Sus libros mƔs recientes son la novela 'Los muertos' (Mondadori, 2010) y el ensayo 'Teleshakespeare' (Errata Naturae, 2011).