La jornada de la mona y el paciente, de Mario Bellatin

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Dos maneras de ser radical. Una: extremar una disciplina, explorar sus lรญmites hasta toparse con el silencio. La otra: desplazar un arte, arrastrarlo hacia otros campos para obligarlo a decir, ya contagiado, de otro modo. En un extremo, digamos, Picasso: la sistemรกtica indagaciรณn de lo pictรณrico, la sucesiรณn de estilos, el virtuosismo siempre subversivo. En el borde contrario, Duchamp: la contaminaciรณn de gรฉneros, la confusiรณn de arte y vida, la creaciรณn de obras vacรญas de valores clรกsicos pero plenas de intenciรณn. ยฟLa narrativa?, la โ€œmรกs retrรณgrada de las artesโ€ (Juan Josรฉ Saer). Ocupada en decir, marcha por lo menos cincuenta aรฑos atrรกs de las artes plรกsticas (William Burroughs). Sus autores mรกs radicales โ€“no pocos y tal vez los mejoresโ€“ han ejercido, con furia y tino, el primer radicalismo. Muy pocos, no obstante, se han divertido con la otra vanguardia. La literatura, podrรญa decirse, aรบn espera su viraje conceptual.

ร‰ste es el primer punto.

Segundo: Mario Bellatin es, resueltamente, nuestro radical. En una literatura toda tรณpicos, su obra descuella como un discurso aparte. En medio de la complacencia generalizada, rigor e intransigencia. Bellatin (1960) es un autor extremo y lo es doblemente: ejerce, con precisiรณn, ambos radicalismos. Aunque compuesta de รญnfimos libros, su obra cumple con una tarea desmesurada: continuar el inquietante legado de Salvador Elizondo, encarnar sin apenas compaรฑรญa la vanguardia mexicana. En el principio de su obra fue la experimentaciรณn ya clรกsica, la experiencia de los lรญmites. De Efecto invernadero a Poeta ciego, una bรบsqueda minimal: recursos exiguos, mundo acotado, impecable puritanismo. Su objetivo: despojar a la narrativa de toda rebaba para descubrir, en el fondo, lo especรญficamente literario. Despuรฉs, a partir de El jardรญn de la seรฑora Murakami, la otra vanguardia: la fusiรณn de gรฉneros, la elaboraciรณn de apรณcrifos, los necios juegos posmodernos. Acotado el mundo y empobrecida la narrativa, la obra de Bellatin va mรกs allรก de la literatura: incluye fotos, remeda los ready-mades, se resuelve en un oscuro performance. Oculto bajo sucesivos disfraces, el autor escribe como si pintara o fotografiara. Antes que libros, esboza mecanismos. Desvarรญa.

Tercero: la lรญnea recta serรญa, en este caso, decepcionante. Si la obra de Bellatin marchara verticalmente, avanzando siempre en un mismo sentido, postularรญa una idea ya vencida: el progreso. No lo hace. La jornada de la mona y el paciente es ejemplar en este sentido: aunque es la pieza mรกs reciente de la mรกquina narrativa de Bellatin, no es la mรกs radical. Mรกs bien al contrario: supone, a primera vista, un retroceso. Mientras las รบltimas obras se entretenรญan desplazando la escritura hacia otras esferas, รฉsta vuelve a explorar los bordes de lo literario. Su pregunta: ยฟquรฉ puede ser escrito? Su anรฉcdota: los apuntes de un hombre โ€“presumiblemente el mismo Bellatinโ€“ que, sumido en una depresiรณn, consulta a un analista. Parecerรญa รฉsta una obra mรกs dramรกtica, mรกs narrativa, que las anteriores, como si Bellatin deseara de pronto decir. Los personajes, antes meras excreciones del decorado, parecerรญan tener sustancia; las reflexiones del protagonista, sentido. Al lado del vigor conceptual brillan algunas imรกgenes de una potencia casi decimonรณnica: el episodio de la mona y el padre, la descripciรณn del consultorio, la metรกfora del condenado a muerte. Podrรญa decirse, sin exagerar, que este libro es para Bellatin lo que Compaรฑรญa fue para Beckett: un dispositivo narrativo que, sin sacrificar el rigor, permite exponer ciertas imรกgenes casi arquetรญpicas.

Podrรญa decirse tambiรฉn lo contrario: La jornada de la mona y el paciente es una de las obras mรกs extremas de Bellatin. Aunque no intenta contagiar la literatura con otras artes, tampoco vuelve al principio. Como en Shiki Nagaoka o Perros hรฉroes, la escritura sigue siendo desplazada. ยฟHacia dรณnde? Ya no hacia las artes visuales sino mรกs cerca, hacia el cuerpo del autor. Los tres รบltimos libros de Bellatin โ€“Underwood portรกtil, Lecciones para una liebre muerta y el presenteโ€“ se fatigan con el mismo propรณsito: construir relatos pretendidamente autobiogrรกficos. A la manera de otras obras actuales, funden confesiรณn y narrativa para crear una escritura mestiza, en clave. Al revรฉs de ellas, no pretenden salvarse de este modo del cansancio de la novela. Hace tiempo que Bellatin descree, sabiamente, de este gรฉnero. Su objetivo es mรกs hondo y, por lo mismo, menos transparente: facturar una escritura autobiogrรกfica para poner en crisis, paradรณjicamente, la escritura. Para apuntar hacia el autor antes que hacia la prosa misma. Para sugerir: esta escritura no es autosuficiente, no se cierra en la forma de un libro, continรบa en el cuerpo del autor, quien no casualmente lleva, en un permanente performance, una abigarrada mano artificial. Piรฉnsese de nuevo en Duchamp y en su cรฉlebre travestismo. Piรฉnsese en aquello que buena parte del arte contemporรกneo pronuncia: importa mรกs el gesto que la obra.

Entendemos que este punto, el cuarto, es nebuloso. Tambiรฉn lo es el gesto.

รšltimo: ยฟes un buen libro La jornada de la mona y el paciente? A estas alturas esta pregunta es ya improcedente. Hace tiempo que Bellatin renunciรณ, tambiรฉn, a componer buenos libros. Como lo ha notado Nicolรกs Cabral, sus primeras obras aรบn mantenรญan un armado mรกs o menos convencional: podรญan ser leรญdas como libros cerrados, dueรฑos de una trama, plausibles y recomendables. Cualquiera, incluso los lectores mรกs conservadores, podรญa disfrutar Salรณn de belleza. Ahora son apenas unos cuantos los que gozarรกn libros como รฉste. Hay poco para ser disfrutado: ni tramas claras ni atmรณsferas sรณlidas ni contenidos humanistas. Hay apenas palabras que, renuentes a cerrarse en sรญ mismas, refieren a otras artes, a distintos lenguajes. Uno lee los รบltimos libros de Bellatin y la experiencia es casi neutra: no nos deslumbra la forma, no nos conmueve el fondo, nada nos empuja a ejercer un juicio literario. Es como si el libro no importara, como si sรณlo fuera parte de ese enigmรกtico gesto que no terminamos de comprender. Quizรก Bellatin pueda decir como Cรฉsar Aira que โ€œun libro no es nadaโ€. Quizรก (como ha apuntado Graciela Speranza acerca de Aira en su formidable Fuera de campo. Literatura y arte argentinos despuรฉs de Duchamp) no importan tanto los libros como el continuo de escritura que รฉstos sostienen. Tal vez sea asรญ. O tal vez no estamos entendiendo nada. ~

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es escritor y crรญtico literario. En 2008 publicรณ 'Informe' (Tusquets) y 'Contra la vida activa' (Tumbona).


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