La mirada de Buster Keaton

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Charles Simic

El flautista en el pozo. Ensayos escogidos, 1972-2003

Mรฉxico, Ediciones Cal y Arena, 2011, 276 pp.

 

Hemos estado leyendo a Charles Simic desde hace casi dos dรฉcadas, gracias, en parte, al entusiasmo con que Rafael Vargas lo ha traducido y editado. Es una obra poรฉtica que, nutrida en Serbia y redactada en Estados Unidos, nos es curiosamente familiar: Simic estรก mรกs cerca de nosotros que algunos poetas que escriben en la colonia Roma.

Lector duro de Heidegger, Simic (Belgrado, 1938) ha conseguido elaborar una diรกfana concepciรณn del mundo, como si se impusiera la tarea de expresar con los tรฉrminos mรกs sencillos las ideas mรกs complejas. Lo hemos constatado en otros casos: la terrible experiencia de una infancia marcada por la Segunda Guerra pasa a travรฉs del tamiz de un doble exilio, el del contexto fรญsico y el del contexto lingรผรญstico, de tal forma que el poeta se convierte en un sereno vigilante de su propia obra, para que no la arrastre el tentador patetismo de la atrocidad vivida y para que se exprese bien (que no es lo mismo que “correctamente”) en la lengua de adopciรณn. Los poemas de Simic son artefactos nรญtidos y, si cabe decirlo, ecuรกnimes, pero no porque sean imparciales sino porque el รบnico partido que toman es el de su propio funcionamiento interno, sin imponernos una explicaciรณn o, peor aรบn, una lecciรณn de vida. Lo sentimos cercano porque el trato que le da a la cosa que observa, o al tema que desarrolla, es el de un sosegado tuteo.

Ahora aparece una selecciรณn de los ensayos y prosas varias escritas por Simic entre 1972 y 2003. El flautista en el pozo es el tรญtulo del libro, que proviene de un supuesto ritual sagrado que practicaba una tribu del Amazonas: cada siete aรฑos cavaban un profundo agujero y abandonaban ahรญ a su mejor flautista; siete dรญas despuรฉs, al borde de la inaniciรณn, el flautista comenzaba a tocar. Y ya. El desenlace es el momento del taรฑido: el flautista toca para todos, para nadie, pero lo hace con la convicciรณn de que eso es lo que le corresponde hacer. Simic propone que “Dios es el pรบblico ideal, especialmente si no se puede dormir o si se estรก en un agujero en el Amazonas” (nuestro poeta padece de insomnio). Sin auditorio y sin esperanza (yo agregarรญa, para disentir un poco: sin Dios), el flautista taรฑe porque el flautista taรฑe. Y el poeta, idealmente, tambiรฉn.

Mezcla de reseรฑas, semblanzas, aforismos y memorias, El flautista en el pozo es la constataciรณn en prosa de que el pensamiento del poeta ha sido de una congruencia invariable a lo largo de las dรฉcadas. Su notoria relaciรณn con los objetos (que nos lleva a emparentarlo constantemente con Francis Ponge) surge a la superficie de sus textos en todo momento: “Cada objeto es un espejo”; “La forma es el aspecto visible del contenido”; “Me gustarรญa demostrarles a los lectores que las formas mรกs familiares que los rodean son ininteligibles”; “Es el objeto que miro el que fija las reglas de su visibilidad”; “Tratรกndose de tenedores todo mundo es un experto”; “A veces –y esto es una paradoja– sรณlo las imaginaciones mรกs descabelladas pueden tender un puente sobre el abismo entre la cosa y la palabra”.

Sus influencias y lecturas, ademรกs de las que provienen de sus avatares pictรณrico y filosรณfico, tambiรฉn estรกn presentes en el libro, desde el omnipresente Whitman, pasando por Vasko Popa, Benjamin Pรฉret, Emily Dickinson, Aleksandar Ristoviฤ‡(un poeta serbio del que no sabemos nada salvo por lo que nos dice el propio Simic), Octavio Paz, Roberto Calasso, Saul Bellow y hasta llegar a Pablo Neruda, cuyas Odas elementales produjeron en el joven serbio poemas como el siguiente: “Tรญa lechuga, quiero mirar debajo de tu falda.” En donde lo relevante no es la imaginerรญa visual que viste con faldas a la lechuga, sino la propuesta de una mirada ligeramente incestuosa.

Y tambiรฉn estรกn los recuerdos y los apuntes autobiogrรกficos, que constituyen una parte importante del libro y cuyo aire es semejante al de las memorias de Sรกndor Mรกrai, salvo por el hecho de que Simic fue una especie de Oliver Twist en Belgrado y Mรกrai fue un burguรฉs en Budapest. A la manera del cรฉlebre poema de Auden, “Musรฉe des Beaux Arts”, en el que se postula que el sufrimiento toma lugar mientras los demรกs lo ignoran o desdeรฑan, Simic pareciera ser ese niรฑo que patina en un estanque a la orilla de los acontecimientos:

 

Los alemanes bombardearon Belgrado en abril de 1941, cuando yo tenรญa tres aรฑos de edad. Una bomba cayรณ en el edificio de enfrente y lo destruyรณ. No recuerdo nada acerca de esa bomba, aunque luego me contaron que el estallido me arrancรณ de la cama y me lanzรณ hasta el otro lado del cuarto. Al dรญa siguiente nos fuimos de la ciudad a pie. Recuerdo un prado muy hermoso, nubes grandiosas sobre nuestras cabezas, y de pronto un aviรณn volando muy bajo.

 

Que el recuerdo del prado prepondere sobre el de la bomba arroja luz sobre lo que serรก la poesรญa posterior de Simic, que de ninguna manera es trivial ni le da la espalda a la historia, muy al contrario, pero que insiste en la equivalencia poรฉtica que pueden tener la guerra y las nubes, el hambre de los aรฑos de infancia y la inexplicable felicidad con que transcurrieron. En un momento dado, Simic habla de la impasible mirada de Buster Keaton ante alguna amenaza brutal, y agrega: “Eso es lo que es la gran poesรญa. Una magnรญfica serenidad frente al rostro del caos. Lo suficientemente sabia como para fingirse tonta.”

Va quedando claro que la poesรญa es el tema central de los ensayos de Simic, y que para รฉl (como para Sรณcrates la filosofรญa) la manera de entender y concebir la poesรญa es lo mismo que la manera de entender y concebir la vida. Siempre hay que ir un poco mรกs allรก, parece decirnos: “La poesรญa es una forma de conocimiento, pero la mayorรญa de la poesรญa nos dice lo que ya sabemos.” Ir mรกs allรก implica, sรญ, un riesgo, y escribir sin voluntad de errar es una forma del autoengaรฑo.

 

Espero permanecer abierto, experimentando tanto como pueda, incluso hacer el ridรญculo de vez en cuando. La รบnica cosa que me da miedo es la amargura, la bilis acompaรฑada de la certidumbre de que por fin he entendido todo.

 

Una รบltima, irresistible cita: “Igual podrรญa abrir un cafรฉ tarot, comprarme arracadas y ropas de gitano y llamarme Madame Olga.” ~

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(ciudad de Mรฉxico, 1969) es poeta. Es autor, entre otros tรญtulos, de 'Bipolar' (Pre-Textos, 2008), 'Pitecรกntropo' (Almadรญa, 2009) y 'Ex profeso' (Taller Ditoria, 2010).


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