Los días que no fueron

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Elvira Navarro

Los últimos días de Adelaida García Morales

Barcelona, Literatura Random House, 2016, 128 pp.

 

No es ningún secreto que el oficio de escritor está más cercano al del obrero que al de estrella de cine. A nadie se le oculta que son muy pocos los escritores que logran vivir de sus libros. O dicho de otra manera: que son demasiados los literatos que, una vez jubilados, deben renunciar a sus pensiones y vivir de profesiones precarias. Este hecho está presente en el núcleo de la nueva novela de Elvira Navarro (Huelva, 1978), Los últimos días de Adelaida García Morales, de la misma forma que lo estaba en su novela anterior, La trabajadora. En ambas obras, Navarro mezcla en la trama la precariedad laboral y el contexto de la literatura. Si en La trabajadora era una correctora la que sufría los impagos de su editorial, en su libro más reciente la autora ficcionaliza los últimos instantes de la vida de una de las escritoras más misteriosas de la literatura española contemporánea: Adelaida García Morales (Badajoz, 1945-Dos Hermanas, 2014). Las dos novelas están atravesadas por una narrativa del fracaso y analizan una sociedad que parece desdeñar a los escritores, inmersos en la precariedad laboral. Un discurso similar se desprende de las primeras páginas de esta novela cuando una “señora de aspecto descompuesto” se presenta en el despacho de una concejala de cultura para pedir cincuenta euros con los que ir a visitar a su hijo a Madrid. Esa mujer que “va sin maquillar y con la mitad del pelo blanco, como si se hubiera olvidado de la existencia de las peluquerías”, es Adelaida García Morales, que saltó a una fama que detestaba tras el estreno en 1983 de la película El sur, dirigida por Víctor Erice –su marido durante algunos años– y basada en un relato hipnótico que ella misma había escrito unos años antes.

Siguiendo la estela de escritores como Emmanuel Carrère (con Limónov), Jean Echenoz (con sus biografías noveladas de Emil Zátopek –Correr–, Nikola Tesla –Relámpagos– y Maurice Ravel –Ravel–) o Pierre Michon (con Rimbaud el hijo, un pastiche de biografía, ensayo y poema), Elvira Navarro ha centrado su libro en una única personalidad. A diferencia de los escritores anteriores, Navarro se ha fijado en una existencia minúscula, en una vida que fue diluyéndose hasta llegar al silencio más absoluto, en una muerte que pasó inadvertida (“Muy pocos en el pueblo saben que allí vivía Adelaida García Morales. Muy pocos, de hecho, la conocen siquiera de oídas”). En un determinado momento del relato, la narradora, haciendo alusión a la protagonista de El sur, se pregunta “¿en qué consiste una Gran Vida?”. De algún modo, parece que la propia Navarro trasladara esa pregunta al lector: ¿tuvo una Gran Vida Adelaida García Morales? Esa narrativa del fracaso profundiza en la idea errónea de asociar personajes fracasados a un cierto halo literario, incluso romántico. A través de una marcada distancia narrativa, Navarro propone eliminar cualquier brillo literario para presentar a una autora de éxito efímero cuya relevancia se mide en los resultados que un buscador ofrece: “La googleó, pero como no está al tanto de los códigos literarios y la entrada que le dedica la Wikipedia pinta escasa, no le quedó claro si se trataba de una autora relevante.”

La estructura de esta cortísima novela –apenas 82 páginas de relato y otras treinta destinadas al Epílogo, Aclaraciones y Créditos– alterna los episodios centrados en la concejala que atiende la demanda de la escritora y descubre su repentino fallecimiento, y aquellos otros que narran el rodaje de un documental acerca de la escritora y cuyos protagonistas, desprovistos de nombres propios, se reducen a la realizadora del documental y tres personas que conocían a Adelaida: la mujer con horquillas naranjas cuyo hijo coincidió en el colegio con el de la autora, el psiquiatra de la Seguridad Social que atendió su cuadro depresivo y una mujer rubia que iba a Las Teresianas con ella. Una mirada poliédrica e imaginativa que recrea, a partir de documentos reales –artículos, mails, entrevistas, declaraciones o transcripciones de podcasts–, lo que pudieron haber sido aquellos días finales.

El lector asiste a un debate que encierra una severa reflexión: ¿cómo es posible que una autora que figuró como lectura obligatoria de los bachilleratos haya sido tan radicalmente olvidada? El libro de Elvira Navarro, tan hiriente y punzante como sus obras anteriores, se revela finalmente como un homenaje velado pero feroz a esa mujer con crispación muda y escritura brillante de la que ya solo se pueden contar leyendas. ~

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(Valencia, 1982)es periodista. Es cofundadora de la emisora El Extrarradio.


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