David Monteagudo
Braรฑaganda
Barcelona, Acantilado, 2011, 282 pp.
Con solo tres novelas publicadas en su haber (Fin, 2009; Marcos Montes, 2010, y Braรฑaganda, 2011), aunque admite tener mรกs libros escritos en el cajรณn, David Monteagudo se ha convertido indudablemente en uno de los portavoces mรกs dignos e interesantes de la narrativa espaรฑola contemporรกnea, tan reacia a apartarse de los moldes impuestos por un realismo de varias dรฉcadas. Dueรฑo de una vocaciรณn literaria firme pero un tanto tardรญa, ya que confiesa haberla descubierto a los cuarenta aรฑos, Monteagudo (Viveiro, 1962) pasa por encima de esos moldes, tomando si acaso unos cuantos elementos, y se sigue de largo hacia la comarca donde habita –siempre mรณvil, siempre inquieta– la literatura “de gรฉnero”, ese anfibio dispuesto a vagar con igual soltura por las tierras de la novela policiaca que por las aguas cenagosas de la fantasรญa y el terror. ¿Y cuรกles son los elementos de la literatura realista que Monteagudo adopta no para darles la consabida vuelta de tuerca sino para reajustarlos y reubicarlos en un nuevo contexto? En Fin, su debut traducido ya a diversas lenguas, el retrato generacional se transforma en el marco de una trama apocalรญptica que esboza con suma efectividad un mundo en el que campean la desapariciรณn y el pรกnico ante el exterminio de la especie humana. En Marcos Montes, el retrato social se va diluyendo poco a poco como si se tratara de un pentimento pobre para evidenciar un cuadro centrado sobre todo en la errancia sobrenatural y la vida despuรฉs de la muerte. En Braรฑaganda, la mรกs personal de las tres novelas de Monteagudo, el retrato costumbrista cede a los embates de un pincel tan diestro y misterioso como el del padre de Orlando, el narrador, empeรฑado en pintar la esencia de una chica del pueblo que bautiza el libro: “Era curioso ver cรณmo la imagen emergรญa lentamente, cada vez con mรกs relieve –cada vez con mรกs profundidad–, de la superficie del lienzo […] Ese proceso mรกgico no era perfectamente gradual, como lo puede ser el revelado de una fotografรญa, sino que tenรญa su peculiar ritmo interior y sus aparentes contradicciones.” Unidas por un estilo prolijo aunque no fatigoso, proclive a ver en el paisaje geogrรกfico un reflejo y hasta un correlato del paisaje anรญmico –Braรฑaganda es un ejemploestupendo–, las tres novelas de Monteagudo desarrollan un “peculiar ritmo interior” que mantiene al lector en vilo constante. Nos encontramos frente a un autor que maneja con habilidad los mecanismos del suspenso y el thriller para adentrarse en ciertos pantanos de la naturaleza humana, un relojero que se inclina por explorar y comprender “la hora de las brujas: la hora imprecisa en la que los objetos, entre dos luces, adquieren perfiles engaรฑosos”.
El dominio de la imprecisiรณn y la oblicuidad, de todo aquello que se dice sin ser necesariamente dicho, gana un fulgor especial en Braรฑaganda, tรญtulo con el que Monteagudo –avecindado desde hace tiempo en Cataluรฑa– regresa a la Galicia de su infancia. Ese fulgor es similar al que baรฑa una de las escenas nocturnas que el narrador nos entrega con estremecedora nitidez lรญrica: “[Las nubes] se abrieron hechas jirones y apareciรณ en todo su esplendor el redondo rostro de la luna […] A primera vista la luna parecรญa bondadosa en su perfecta redondez y su blanco luminoso. Pero una mirada mรกs atenta, mรกs persistente, descubrรญa en su enigmรกtica quietud un aire displicente, y en su cara mal dibujada la expresiรณn congelada y distante de una loca.” Subyugados por una suerte de demencia lunar, los pobladores de Braรฑaganda –una comunidad de las montaรฑas gallegas a la que nos acerca y de la que nos aleja un vertiginoso ojo literario en deuda con la รณptica cinematogrรกfica– deben enfrentar no solo el distanciamiento de los nรบcleos metropolitanos –una condiciรณn que tambiรฉn hace acto de presencia en Fin– sino los ataques cada vez mรกs feroces de una bestia legendaria que cobra una insรณlita realidad: el hombre lobo o lobishome. Con la pericia mostrada en sus novelas anteriores, Monteagudo teje una madeja en la que confluyen el relato de iniciaciรณn y el estudio de la alienaciรณn rural, la radiografรญa de las fisuras familiares y la recuperaciรณn de la manรญa licantrรณpica. De la mano o mรกs bien de la voz de Orlando, el niรฑo que intenta llevar con levedad la carga de su nombre mitolรณgico –hay una alusiรณn directa al Orlando furioso de Ariosto–, asistimos a la manifestaciรณn de un salvajismo ancestral que empieza cebรกndose con las mujeres para luego reventar las barreras de gรฉnero y desatar un reguero de sangre que acentรบa su lustre macabro al cabo de la tormenta de nieve que atenaza al pueblo a lo largo de ocho dรญas. Aunque los crรญmenes ocurren a la intemperie, en sombrรญos exteriores regidos por un poder noctรญvago, la intranquilidad se filtra lenta pero segura a los interiores de Braรฑaganda: a la escuela donde el retrato de Cรกndida –el amor imposible de Orlando– parece florecer milagrosamente sobre el caballete, a la finca donde el rico hacendado Cรฉsar Besteiro se encierra con todos los hombres de la poblaciรณn durante una noche que se antoja eterna, al hogar familiar sitiado por la intensa blancura de la Gran Nevada. Patentes asimismo en Fin y todavรญa mรกs en Marcos Montes, con sus mineros atrapados en las tinieblas subterrรกneas y organizados en una peregrinaciรณn que hace pensar en La parรกbola de los ciegos de Brueghel, estos ambientes claustrofรณbicos constituyen una de las mejores pruebas del vigor narrativo de Monteagudo. Otra prueba es el modo en que la figura del licรกntropo –a la manera del Kurtz conradiano– sobrevuela la historia entera sin materializarse hasta las รบltimas pรกginas de Braรฑaganda, en una memorable escena de bordes alucinatorios en la que el padre de Orlando se rendirรก a una visiรณn escalofriante. “No sabes lo que es esta hambre”, farfulla la bestia en la lengua oscura con que batalla por expresar los motivos de su ira. Pero los motivos del lobo, como los motivos de la literatura, no deben ser forzosamente claros, y David Monteagudo es consciente de ello: por eso cierra su novela con un final abierto. Entiende que allรญ, en ese lรญmite, comienza la verdadera labor del lector. ~
(Guadalajara, 1968) es narrador y ensayista.