Historia viva
James Lockhart, Los nahuas después de la Conquista. Historia social y cultural de los indios del México
central, del siglo XVI al XVIII, Fondo de Cultura
Económica, México, 1999.En los últimos treinta años el estudio de las sociedades indígenas posteriores a la Conquista ha sido una de las fronteras más fecundas de la historiografía mexicana. Tras haber sido ignoradas y menospreciadas durante siglos como meros vestigios o lastimosas ruinas de las sociedades prehispánicas, estas comunidades indígenas son ahora estudiadas en sus aspectos políticos, económicos, sociales, ambientales, culturales, religiosos y lingüísticos. Entre los historiadores que se han abocado a estos temas, James Lockhart ocupa una posición fundamental, y ahora el Fondo de Cultura Económica ha traducido al español su obra magna, Los nahuas después de la Conquista, publicada en inglés en 1992.
Resumir en el breve espacio de una reseña este vasto y fascinante libro sería imposible, pues cubre ampliamente todos los aspectos fundamentales de las sociedades nahuas coloniales y presenta un vívido y detallado fresco de las formas de vida, las ideas y las acciones de los nahuas del Altiplano Central entre el siglo XVI y el XVIII. Por ello me limitaré a señalar sus rasgos más originales.
La principal diferencia entre la perspectiva que ofrece Lockhart y la que ofrecieron predecesores suyos, como Charles Gibson, el autor de la primera gran historia de los pueblos nahuas coloniales,1 e incluso contemporáneos como Serge Gruzinski,2 es que utiliza como fuentes primordiales los textos escritos por los propios indígenas en lengua náhuatl. Los nahuas después de la Conquista es la culminación de más de veinte años de trabajo archivístico, filológico e histórico de Lockhart con los documentos nahuas coloniales que incluyen pleitos judiciales, testamentos, denuncias ante la Corona, historias locales y títulos primordiales. Estos escritos "mundanos", como los llama el propio Lockhart, dan a su obra una dimensión cotidiana y una concreción humana excepcional. A través de ellos nos enteramos de disputas familiares y pequeños crímenes, pero también podemos conocer las más profundas concepciones respecto a la organización del cosmos y de la sociedad. Gracias a ellos podemos escuchar las variadas, cambiantes y contradictorias voces de los propios nahuas.
La visión que emerge de estos documentos resulta sorprendente. En primer lugar, los indígenas no percibieron la Conquista y la imposición del dominio español como una catástrofe y ni siquiera como una transformación radical; por el contrario, lo que ellos percibían eran la existencia de continuidades profundas en el seno de los altépetl, sus unidades políticas fundamentales desde tiempos prehispánicos. En segundo lugar, sus gobernantes siguieron siendo los mismos, al igual que su territorio y, desde luego, su forma de subsistencia, la agricultura del maíz. Incluso en el terreno de la religión, el nuevo santo patrono católico vino a ocupar el lugar que antes había pertenecido al dios patrono y cumplió sus mismas funciones de padre del altépetl, símbolo de su identidad étnica y defensor de sus pobladores.
Para explicar cómo es que los nahuas coloniales percibían estas continuidades, pese a los cambios radicales que los españoles les impusieron en los terrenos político, económico y religioso, Lockhart propone que hubo un proceso de "doble identidad equivocada". En él, los indígenas interpretaron las instituciones e ideas impuestas por los españoles como esencialmente idénticas a las suyas propias, de manera que pudieron adoptarlas y al mismo tiempo quedar convencidos de que nada importante había cambiado; por su parte, los españoles percibieron la ostensible adopción de sus instituciones e ideas por parte de los indígenas como un triunfo inequívoco de su labor evangelizadora y civilizadora, sin percibir cabalmente las profundas continuidades que se disimulaban tras ella. A resultas de este equívoco ambos bandos quedaron contentos, y esa mutua satisfacción, por más ilusoria que nos parezca, fue la base de una convivencia exitosa y pacífica entre indígenas y españoles en el Altiplano Central a lo largo de más de tres siglos.
Desde esta perspectiva, Lockhart describe con detalle cómo los indígenas recibieron y adoptaron las novedades traídas por los españoles, desde palabras, géneros literarios, formas musicales y arquitectónicas, hasta animales y herramientas, integrándolas siempre al marco de su propia sociedad y cultura. Fue gracias a ello que no percibieron el cambio colonial como una ruptura, pese a los mitos nacionalistas del "trauma de la Conquista" que nos hemos construido los mexicanos en los últimos dos siglos.
Los nahuas después de la Conquista no es un libro de fácil lectura, sino un tratado erudito, lleno de información, de discusiones con otros estudiosos y de análisis filológicos. Sin embargo, Lockhart utiliza esa cantidad abrumadora de datos para presentar una visión clara y coherente de las sociedades nahuas coloniales. En ella podemos reconocer la vitalidad, el ingenio y la capacidad de adaptación de estos hombres que supieron sobrellevar circunstancias tan extremas. Esta es una herencia de la que los mexicanos de hoy podemos sentirnos tan orgullosos como nos sentimos de las culturas prehispánicas.
Mostrarnos la riqueza de la cultura náhuatl colonial a partir de sus propias manifestaciones es el gran logro de esta obra que merece contarse, sin duda, entre las más importantes de la historiografía mexicana del siglo XX. –