Nietzsche contra Freud

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Michel Onfray

Freud. El crepรบsculo de un รญdolo

Traducciรณn de Horacio Pons, Madrid, Taurus, 2011, 504 pp.

 

La diatriba o la invectiva, como se prefiera llamar al escrito que se dirige como ataque indiscriminado contra una persona, contra un ideario o una doctrina o contra una instituciรณn, es un gรฉnero difรญcil y sobre todo resbaladizo porque, por bien intencionados que sean sus propรณsitos, corre el peligro de desautorizarse por efecto de su propia beligerancia, que pone en guardia al lector –sobre todo si uno ya es un individuo mayor de edad y medianamente cultivado–. Guardo el recuerdo de algunas invectivas cรฉlebres: una biografรญa de Julio Cรฉsar escrita por Lamartine –que irritรณ mi conciencia de adolescente fascinado por el prรณcer romano–, el Antidรผhring de Friedrich Engels –que tambiรฉn fue una lectura adolescente– o el Facundo de Sarmiento que hoy, sin embargo, tan lejos como estoy de los caudillos argentinos decimonรณnicos, puedo apreciar por su extraordinaria factura literaria. Todas ellas estaban escritas con pasiรณn y desenfado, en abierta hostilidad hacia los personajes que retrataban y con el รกnimo manifiesto de hacer cuanto mรกs daรฑo fuera posible a su tradiciรณn y su memoria.

La invectiva tiene mandatos de estilo muy precisos. Se requiere que el autor se exprese con una prosa รกgil y diรกfana –cuando se trata de insultar y descalificar no ha lugar a los equรญvocos y las oscuridades sintรกcticas– para que el texto convenza al lector sin exasperarlo o ponerlo en contra. Hay que saber citar a la vรญctima y atraparla cuando incurre en contradicciones o incongruencias si se trata de un escritor, o cuando se traiciona a sรญ mismo o a sus partidarios e incondicionales si se trata de un hombre o una mujer de acciรณn; hay que detectar sus flaquezas morales y, si es posible, de forma intachable, cuidando de hacerlo con la ayuda de sus propias obras y la de sus apologetas y hagiรณgrafos. Y hay que mantener el tono reprobatorio a lo largo de muchas pรกginas para no caer en el denuesto o en lo panfletario.

Desde este punto de vista estรก claro que Michel Onfray ha escrito una diatriba perfecta contra Freud y el freudismo, y, por aรฑadidura, esplรฉndidamente traducida. Lo ha hecho bajo la advocaciรณn de Nietzsche, cuyo estilo pendenciero emula a lo largo de quinientas pรกginas sin que el registro tonitruante de sus denuncias y descalificaciones del psicoanรกlisis y de su padre fundador decaiga en un solo momento. Sus argumentos estรกn ordenados con cuidado para desmontar la totalidad de una empresa teรณrica, psiquiรกtrica o asistencial –o como quiera llamรกrsela– que ha ocupado a miles de individuos mรกs o menos inteligentes durante mรกs de un siglo en nuestras culturas modernas; ha generado una bibliografรญa inmensa y ha renovado la representaciรณn que los individuos de nuestra รฉpoca tienen de sรญ mismos hasta el punto de cambiar el vocabulario.

Onfray es enormemente eficaz en la cita, la referencia y en el diseรฑo cartesiano de sus denuncias –y no solamente: luce fotografiado como Descartes en la solapa del libro–, para lo cual se ha servido de una lectura implacable de los numerosos vestigios documentales y testimoniales dejados por Freud y sus colegas freudianos acerca del modo como pergeรฑaron sus conceptos mรกs conocidos, la manera en que interpretaron sus casos clรญnicos, sus rencillas internas en el movimiento psicoanalรญtico y sus relaciones personales e รญntimas. Una caracterรญstica notable de los psicoanalistas originarios es el celo con que guardaron las actas de sus congresos y sus correspondencias que, como es previsible, los revelan como seres plagados de defectos y miserias espirituales, personalidades que pueden llegar a incurrir en delirio. Onfray se queja una y otra vez de la forma en que esa documentaciรณn ha sido manipulada, expurgada y censurada por el freudismo, pero lo cierto es que, pese a ello, รฉl ha podido servirse de ella para destruir sin paliativos a Freud y sus acรณlitos sin mรกs dificultad que tomarse el trabajo de leerla.

Uno se pregunta quรฉ prรณcer intelectual se salvarรญa de una investigaciรณn semejante si estuvieran al alcance de antibiรณgrafos como Onfray los papeles รญntimos de, pongamos por caso, Frege u Oppenheimer o Nabokov o de algรบn Nobel contemporรกneo. Todavรญa me estremece recordar el efecto que me produjo leer la escatolรณgica correspondencia entre James Joyce y Nora Barnacle. Sin embargo, ¿cuรกnto debe el Ulises a la flatulencia erotizada de Joyce?

Freud aparece retratado como un mรฉdico pequeรฑoburguรฉs incestuoso, cargado de prejuicios homofรณbicos y misogรญnicos, judรญo vergonzante y claudicante con el fascismo, amante de su cuรฑada, antifilรณsofo y no obstante guiado por una vocaciรณn filosรณfica frustrada. Un pseudocientรญfico fraudulento abrumado por los mismos sรญntomas que diagnosticaba en sus enfermos, dado a la numerologรญa y al ocultismo, adicto a la cocaรญna y manipulador por igual de sus acรณlitos y sus pacientes. Y, por aรฑadidura, obsesionado por el dinero y el poder.

Onfray no perdona una sola falta, pero en los momentos en que la diatriba se ensaรฑa con el personaje, el libro decae en interรฉs. No obstante, no serรญa hacer justicia a su trabajo cuestionarlo o rechazarlo por su manifiesta animadversiรณn y porque se vale de centenares de referencias รญntimas descontextualizadas o porque trata como verdades de a puรฑo lo que, en la obra de Freud, a menudo son conceptos en formaciรณn, conjeturas teรณricas aplicadas a fenรณmenos que nunca antes habรญan sido abordados y meras fantasรญas que asaltan a quien incursiona por ese territorio desconocido que es la sexualidad humana. Onfray ataca con saรฑa al personaje pero tambiรฉn la emprende contra todos y cada uno de los pivotes de la teorรญa psicoanalรญtica. Solo se salvan de su furor los Tres ensayos sobre la teorรญa sexual.

Es cierto que el psicoanรกlisis no se sostiene delante de su propia pretensiรณn de cientificidad y es bueno que alguien se tome el trabajo de advertirlo; pero la promiscuidad de Ferenczi, los devaneos mรญsticos de Jung, la peligrosa proximidad de Adler con el nazismo o el sectarismo de Freud no pueden invalidar su influencia. Aunque Onfray logra su cometido al desacreditarlos, es su mito poderoso lo que permanece incรณlume tras la diatriba, lo mismo que el idealismo trascendental de Kant sobrevive a las tonterรญas que el filรณsofo de Kรถnigsberg escribiรณ acerca de las mujeres en su ensayo sobre lo bello y lo sublime; y Schopenhauer sigue siendo grande pese a su antisemitismo.

Aunque el libro se prodiga en el tรญpico chismorreo de todas las antibiografรญas, Onfray no solo se detiene en ellas: tambiรฉn recorre con cuidado el conjunto de la obra de Freud, contrasta con eficacia la aspiraciรณn cientรญfica con los resultados obtenidos, desarbola su mรฉtodo terapรฉutico, denuncia su conservadurismo encubierto y desmantela la taumaturgia freudiana. En la conclusiรณn –demostrando que Onfray no es tonto–, รฉl mismo se plantea la pregunta que asalta al lector varios centenares de pรกginas incendiarias: cรณmo ha podido semejante patraรฑa ganar la conciencia colectiva durante mรกs de un siglo. Da cinco razones a modo de respuesta: la tematizaciรณn de la sexualidad en la antropologรญa, el diseรฑo del movimiento psicoanรกlitico como empresa de dominaciรณn cultural, la conformaciรณn del psicoanรกlisis como un remedo de la iglesia cristiana –con su Cristo, sus apรณstoles, sus concilios y sus herejรญas–, su oportunidad histรณrica en la crisis de la sociedad occidental y el aura libertaria que obtuvo el freudismo tras su asociaciรณn con el marxismo en los aรฑos sesenta –por cierto, debida a uno de los maestros de Onfray, Louis Althusser, conspicuo psicรณpata.

Por desgracia, ninguna de estas razones estรก tratada en profundidad en el libro, que se dedica demasiado a la descalificaciรณn ad hominem. Si acaso Onfray apenas sugiere que esta es una tarea crรญtica pendiente y necesaria. Pero esto no alcanza para desmerecer en nada su brulote antifreudiano como un esplรฉndido ejercicio de hermenรฉutica crรญtica. ~

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(Buenos Aires, 1948) es filรณsofo, escritor y profesor de estรฉtica en la Universidad de Barcelona. Es autor de, entre otros tรญtulos, 'Filosofรญa y/o literatura' (FCE, 2007).


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