Fernanda Canales y Alejandro Hernández Gálvez
100 x 100 Arquitectos del siglo XX en México
México, Arquine, 2011, 288 pp.
Hay algo de entrañable en la obsesión humana por clasificar y catalogar. Sei Shōnagon, Plinio el Viejo, las Siete Maravillas de la Antigüedad, los cien mejores discos del Billboard, Georges Perec o el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg coinciden en el intento de plantear una visión subjetiva de un tema específico haciendo una selección que sigue ciertas reglas fijadas de antemano. Hay también algo de neurótico en todo esto; sabemos que es imposible clasificar el universo en su totalidad, pero tenemos el deseo oculto de que una lista pudiera poner en orden al caos.
El libro 100×100. Arquitectos del siglo XX en México, de Fernanda Canales y Alejandro Hernández Gálvez, tiene un origen peculiar: nació de un póster que mostraba la cronología gráfica de la arquitectura mexicana del siglo xx. Era un intento por catalogar cierta información desordenada. Posteriormente surgió una duda: ¿es posible graficar la historia? Es decir, siguiendo el planteamiento que Franco Moretti hace en Graphs, maps, trees acerca de encontrar una manera cuantitativa para contar la historia de la literatura, Canales y Hernández Gálvez se propusieron sistematizar la historia de los cien arquitectos mexicanos más relevantes del siglo pasado, su obra, sus orígenes, las relaciones que mantuvieron entre sí, una historia transversal, en fin, que pudiera encontrar claves nuevas para entender el tema en su conjunto. El esquema era complejo y en cierta forma no consiguió su objetivo, sino que se transformó en un libro más sintético pero que conserva el catálogo de personajes. No es la primera vez que se intenta una tarea así. En 1961, Max Cetto hizo una compilación de sus afinidades electivas y publicó Modern architecture in Mexico, un ejercicio subjetivo que resumió la modernidad arquitectónica de mediados del siglo XX, y en 1989, Louise Noëlle publicó Arquitectos contemporáneos de México, una especie de índice de los arquitectos más relevantes del momento y una cronología detallada de sus obras.
La arquitectura mexicana del siglo XX es contundente. Pocos países han podido equilibrar un legado constructivo tan fuerte sin dejar de ser modernos, retomando tradiciones y manteniéndose abiertos a las influencias más vanguardistas de un siglo que creyó en el progreso y la racionalidad. Sin embargo, la mayoría de esta producción arquitectónica es prácticamente desconocida, no solo por el público en general sino también por los propios arquitectos actuales. Luis Barragán, Teodoro González de León, Juan O’Gorman o Mario Pani son referencias innegables que cualquier estudiante reconoce con facilidad; no sucede lo mismo cuando surgen nombres como Ramón Marcos, Augusto Pérez Palacios, Alejandro Prieto o José Luis Benlliure. Si profundizamos un poco, el conocimiento que los arquitectos mexicanos tienen de la arquitectura del siglo pasado es decepcionante. No conocer el pasado es no saber cómo actuar en el presente. Ignorar la tradición reciente es peligroso, fácilmente se cae en la mediocridad de la imitación sin análisis, la copia mediática, el gusto por la inmediatez.
La ignorancia acerca del tema ha sido provocada en gran parte por la poca difusión de los autores y sus obras. Canales y Hernández Gálvez han intentado llenar este hueco, han asumido el rol de arqueólogos de informaciones extraviadas, dispersas en varios archivos, fragmentadas entre diversas instituciones o entre familiares. De igual modo, muchas de las obras, al no estar protegidas, han sido modificadas o demolidas, la mayoría de las veces sin tener conciencia de su valor intrínseco, por ignorancia de sus dueños o por especulación inmobiliaria. Y esta es la clave para entender la verdadera utilidad de este libro, el redescubrimiento de obras que podrían pasar inadvertidas incluso para sus propios ocupantes. La arquitectura tiene una condición peculiar, posee un valor material que juega en el mercado inmobiliario y que muchas veces opaca su valor arquitectónico. Desconocer estos valores ha provocado que se haya perdido gran cantidad de obras importantes.
Este libro no pretende ser un recuento crítico, es simplemente un esquema, una gráfica extendida. Como dicen sus autores, esto es un fichero, un índice para cien libros posteriores. Una tarea para neuróticos. Es apenas el prólogo de un trabajo de catalogación que pudiera incluir una cronología de las obras completas de cada arquitecto y mapas de ubicación de cada obra. Podría ser un proyecto virtual, más interactivo, que pudiera actualizarse de manera constante. Al igual que los hechos históricos, es más fácil dilucidar el valor de las obras arquitectónicas entre más alejadas se encuentren en el tiempo. Los vicios y virtudes de cada una de las obras se entienden mejor cuando también se entienden las circunstancias en las que fueron planeadas. Como decía Jorge Luis Borges acerca de las traducciones, cada época debe tener sus listas. Cada generación tiene una sensibilidad propia y hace sus clasificaciones basada en ella. Los ojos con que vemos la modernidad arquitectónica de un país pueden variar y, en este momento, esta es nuestra mirada. Curiosamente, las coincidencias con el libro de Max Cetto y con el de Louise Noëlle son casi totales. ¿Querrá decir esto que el espíritu moderno continúa vigente? ¿Que las generaciones no son tan efímeras? ¿O tal vez que no tenemos la perspectiva necesaria para disentir? Da cierto morbo saber qué obras continuarán vigentes en un libro parecido dentro de cincuenta, cien años. Por lo pronto, este parece ser nuestro canon, el espíritu de nuestra época. ~