Olvidar el futuro, de Agustín Ramos

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Un escritor en la cima de su carrera es citado por el hombre más rico del mundo en sus oficinas. Llega puntual a la cita. El millonario lo halaga, brevemente, luego le pide un favor: que le dé un curso de redacción a su secretaria. El escritor se siente humillado. El poderoso lo puede todo. Un taladro reposa accidentalmente en un mueble de la lujosa oficina. Con él –rápido, casi sin pensarlo– el escritor acaba con la vida del magnate. Ya está hecho. Lo que sigue es la crónica de un día en la vida de un hombre fugitivo que sólo quiere volver a casa, Ulises asesino. Este es el comienzo de Olvidar el futuro, la nueva novela de Agustín Ramos.

En un momento de su accidentado escape (difícil porque el Ejército, que ya estaba en la calle en guerra contra el narcotráfico, utiliza la muerte del megamillonario para activar un severísimo plan de emergencia nacional que en los hechos no es sino un golpe de Estado), el escritor llega a una estación de camiones, con la intención de viajar a El Chico, un parque protegido cercano a Pachuca, donde tiene su casa. En la estación se encuentra con un colega escritor. Un personaje creado con muchos rasgos autobiográficos del autor de esta novela. Sustitúyase Al cielo por asalto por “La sal de la tierra” y el autorretrato se revela diáfano: “no sentía ser el auténtico autor de La sal de la tierra; tampoco asumía como del todo suya la decena de títulos subsidiarios del primero y, menos aún, se consideraba –argh– escritor comprometido. Sus obras y su oficio habían sido una suerte de producto urgente de la vida que le había tocado”.

Al cielo por asalto, una muy interesante novela publicada a finales de los años setenta que daba cuenta de las tentativas guerrilleras –afanes y fracaso– de un joven marxista, mostró los límites de la narrativa de Ramos. Una medida bastante alta porque la novela trenza con rigor la ideología con la trama por medio de una prosa tensa y brillante, derivada de la narrativa última de José Revueltas. Sus siguientes novelas –La vida no vale nada, Ahora que me acuerdo, Tu eres Pedro, Como la vida misma y La noche– desmerecieron de la primera, fulgurante obra. Se convirtió entonces Agustín Ramos, y en esta etapa duró años, en un alto funcionario de cultura del gobierno de Hidalgo. Él mismo, disfrazada apenas, cuenta su historia en Olvidar el futuro. Un escritor de la generación del 68, uno más, desencantado de la ideología. Que repudia (“argh”) su pasado comprometido. Pero al que el presente del país pone furioso. Molesto con la derecha que nos gobierna. Con los militares en la calle. Con la degradación, la corrupción y la impunidad ambiente. Que no se sitúa dentro de la órbita de ningún partido pero que obviamente escribe desde la izquierda. Que cree que la presencia militar en la calle terminará con el Ejército asumiendo el poder, con la anuencia de Estados Unidos y la burguesía local. Un escritor convencido de que en la última elección presidencial hubo fraude. Que le parece indignante que México, país pobre, engendre al máximo millonario del planeta. Desde ahí, desde su desencanto y su coraje, Agustín Ramos teje una novela no de denuncia sino de advertencia.

Hacia tres lugares dirige sus dardos críticos Agustín Ramos: contra la derecha en el poder cuya incapacidad terminará por ceder el mando del país al Ejército, contra el endogámico medio cultural adormecido por las becas (en el que, de paso y gratuitamente, lanza blandas pullas contra Enrique Krauze) y contra el hombre más rico del mundo (los datos con los que construye el retrato novelizado de Slim están tomados de los libros de Anabel Hernández, sobre todo de Los cómplices del Presidente). En un tono que a veces desciende a la comedia, Agustín Ramos cuenta el tránsito de su escritor en fuga, y al hacerlo describe el árido panorama político actual. No propone, para salir de él, una acción violenta individual (el origen mismo de la muerte del magnate queda, incluso, hacia el final, en entredicho), ni una acción social colectiva. Ya no hay salida. La esperanza se agotó. Al cielo ya no se llega por asalto. Lo mejor es cerrar los ojos y tratar de olvidar el futuro. ~

 

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