Les saisons brûlées, de Jean Claude Masson

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Galería y destino
Jean Claude Masson, Les saisons brûlées, Editions Garamond, París, 2000.En el panorama desesperadamente gris de la poesía francesa contemporánea —grisura fomentada por la mediocridad de una críticaincapaz de distinguir el texto literario del producto editorial y por el mal gusto infalible de la mayoría de los reseñadores profesionales—, la publicación de una obra carente de un sello o marca de fábrica famosos y no avalada por algún santón o pontífice del bouillon de culture corre el riesgo de pasar inadvertida. El grano o semillas enterrados bajo montones de paja son difíciles de descubrir en nuestro universo mediático, en el que la claridad de una voz es ahogada por el griterío inane y, como señaló recientemente Gabriel Zaid en estas mismas páginas, la calidad no vale cosa frente al ruido.
     Por eso, la publicación de un librocomo Les saisons brûlées de Jean Claude Masson —el traductor francés de unagran parte de la obra de Octavio Paz—reconforta al lector y le resarce de tanto tiempo perdido en separar la palabra poética de la escritura mediocre y en arrojar ésta al muladar en donde debería sumirse hasta la consumación de los siglos(escribo esto con irritación, tras hojearalgunos ejemplares de un voluminosopaquete reexpedido desde París: una veintena de obras impresas en Francia y España, a alguna de las cuales no seaplica siquiera el elogio envenenado de Céline a un admirador que le bombardeaba con los partos de su numen poético: "el mayor mérito de sus libros es que, por su levedad, cuando se me caen de lasmanos no me aplastan los pies").
     Los 91 poemas que componen el libro de Jean Claude Masson evocan el destino de otros tantos poetas de la centuria que expira, destino que condensa lahistoria europea y americana y los vendavales que la sacudieron. Como dice uno de ellos, centrado en el Rubén Darío crepuscular de 1916:
      
     Le siècle entame sa carrière dans le
          sang
     —l'ère s'annonce carnassière—
     et j'achève ma course.
     Je suis revenu au Pays de Nulle Part,
     dans une luxuriance lasse, la verdeur
          moite, qui énerve.
      
     La concepción de la obra es excelente y no se ciñe, como en la bella y recientenovela de Gunter Grass, a una estricta cronología. Los poetas escogidos son 91, no cien, y Jean Claude Masson los capsula en un momento preciso —a menudo dramático— de sus vidas: Machado camino de su exilio definitivo; Ezra Poundenjaulado en Pisa; Marina Tsvetáieva, a su regreso a la urss y su condena alsilencio; Danilo Kis, y su presentimiento agorero de la muerte de la Federación yugoslava… Sería inútil objetar a laselección de la mies agavillada: no todos los poetas que figuran en ella tienenel mismo valor. Pero el propósito deJean Claude Masson es otro: se tratade captar lo efímero de sus vidas y eldestino con el que se enfrentaron. Lahistoria del siglo aparece así en filigrana, con todas sus ilusiones, fervores,horrores y violencias. El verso de Jean Claude Masson es casi siempre felizy ajeno a toda retórica. De poema enpoema, viajamos en el tiempo y en elespacio: del México de Salvador Díaz Mirón a la Barcelona de Foix, del Petersburgo de Ajmátova a la playa de Ostia, en donde aplastaron el cráneo a Pasolini. Las visiones se suceden como enun caleidoscopio. Lo que podría haber sido un tratado acerca del destino del poeta en nuestro siglo, se transmuta así en fulgor gracias a la alquimia de estenotable conocedor de la poesía en nuestra lengua. –

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(Barcelona, 1931) es escritor, uno de los miembros más relevantes de la llamada Generación del 50 española. La editorial Galaxia Gutenberg publicó sus Obras completas.


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