Recuperación, de J.A. Suassi

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Periplo de recuperacionesJ. M. Suassi, Recuperación, El Acantilado, Barcelona, 108 pp.Uno de los rasgos distintivos de la nueva narrativa española más renovadora a partir de la década de los ochenta es que la clásica acción de los personajes, en obras cuyo desarrollo es esencialmente argumental, viene sustituida por la actividad verbal, la mental o por ambas, y que esta actividad va acompañada de un recorrido o una serie de desplazamientos. Así ocurre en el verbo incesante de las novelas de Pombo, en el pensamiento incesante de las novelas de Marías, en los desplazamientos muchas veces más imaginarios que reales de las novelas de Vila-Matas, en los impasibles recorridos en coche de las novelas de Riera de Leyva.
     En estos y otros escritores la realidad exterior estimula y al mismo tiempo es interpretada continuamente. Es fácil identificar al narrador con el protagonista. Las meticulosas descripciones se hacen innecesarias y lo que cuentan son los detalles ocultos, que revelan tanto como confunden.
     Recuperación es un título que simultáneamente confunde y revela, puesto que en realidad, o en el plano aparente de la realidad, se trata de un verdadero periplo de recuperaciones. El narrador, Renart, perdió a su padre cuando era muy pequeño, por lo que es poco lo que puede recordar de él. Su madre era muy rica, gracias a la fortuna amasada por su padre, pero la dilapidó y, a su muerte, Renart entró en el periodo más adverso de su vida, en el que tuvo que abandonar sus estudios de medicina para trabajar de enterrador en un cementerio, de manobre, de pinche de cocina, "e incluso intenté lo de gigoló con una mujer que tenía la nariz y el coño de macaco", y tuvo que vender la casa con los muebles y objetos.
     A la perturbación provocada por la realidad (orfandad y pobreza) se añade una perturbación sentimental: la culpa por haber vendido los muebles. Por suerte, una decisión del autor de la novela cambia su destino: Renart gana la lotería y se vuelve millonario. Su primera decisión es recuperar cuanto antes los muebles y objetos malvendidos al anticuario Vinicius Scarpetta, quien a su vez los ha vendido a distintos compradores. Esto obliga a Renart a desplazarse a distintos rincones de la geografía europea para intentar recuperarlos. Se inicia así una verdadera aventura que nos lleva a presenciar las situaciones más absurdas y a conocer a los personajes más extravagantes.
     Con este argumento la narración sólo podría desarrollarse como una novela de aventuras y así se desarrolla. Sin embargo, está llena de pistas, unas falsas y otras verdaderas, que dan una dimensión mucho más inquietante y una visión de nuestra sociedad contemporánea. La clave central es que las cosas no están ocurriendo sino que han ocurrido ya y el narrador las está pensando. "Los restaurantes me ayudaban a rememorar acontecimientos de mi vida". Y es así como podemos presenciar su actividad mental. Varias frases de la madre han de marcarle y determinar su búsqueda: la de que cuando su padre murió él tenía escasos e insignificantes años y que, por lo tanto, no significó nada para su padre, quien parrandeó toda su existencia de un lugar a otro sin lograr nada en claro. Desde que murió su madre, no pudo librarse de la "enfermedad mental" que le provocan estas dos frases, a la que hay que añadir una tercera: "no hay seres excepcionales, sólo cosas excepcionales". Es así como decide "buscar los revulsivos necesarios para seguir existiendo sin desquiciarse" y recuperar su significancia, así como la relación significante con sus padres. El periplo de recuperaciones llevará pues a una recuperación, de ahí la contradictoria exactitud del título en singular.
     Al lector no se le escapan las referencias más o menos sutiles a la época. Esta no es una novela ideológica pero sí una novela que revela las aberraciones sociales, políticas e ideológicas de un siglo. Los distintos personajes son algo y también representan algo. El abuelo de Renart amasó su fortuna con el estraperlo en los años de penuria posfranquista, y el rico empresario mallorquín Joan Massot fue alcalde durante el franquismo. Por el contrario, otros personajes le revelan su cercanía al pensamiento pitagórico, a la dualidad de Pascal, a Braque o a Kafka.
     Una narración divertida, llena de sorpresas, que está cargada de sutiles sugerencias. El lector camina asimismo por una serie de pistas explícitas, frases subrayadas que marcan un ritmo de lectura y una cadena de significaciones. De J. M. Suassi sólo sabemos que este no es su nombre real, que nació en la mallorquina Manacor en 1965 y que es un conocido fotógrafo. Es suficiente. La novela habla por su cuenta. –

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