Quizá porque estábamos cenando al aire libre antes de que acabase de caer el sol nos pusimos a hablar de los vencejos y de cómo todo lo hacen mientras vuelan: comen, copulan y, quizá lo más sorprendente, duermen. Duermen en el vuelo como nosotros volamos en los sueños. Hablamos también de las diferentes maneras de anidar de golondrinas, aviones y vencejos. Estos últimos se buscan un hueco entre las tejas; los aviones se construyen unos nidos adosados a los techos y voladizos; las golondrinas también se hacen nidos de arcilla, pero los hacen más bajos que los aviones y dejan la entrada en la parte superior. Por ahí sacan la cabeza las crías como un coro de monaguillos.
De ahí pasamos a hablar de la sopa de nido de golondrina, que yo creía que era un nombre metafórico como el de los niños envueltos (en realidad unos rollos de hoja de col rellenos de carne picada) o como —otra vez en la gastronomía china— la hormiga en el árbol, pero resulta que ese plato se hace con nidos auténticos que se arrancan de las paredes. Por eso cuando es de verdad es carísimo. Un amigo viajero nos contó que en las tiendas de los aeropuertos chinos se venden paquetes de esos nidos. Toda una industria que sin duda contará con sus recogedores de nidos como en la costa de Huelva hay mariscadores.
Al día siguiente me llamó una amiga y me contó que durante las semanas que ha estado fuera de su casa han anidado en la terraza unos aviones y que al llamar al Ayuntamiento les han advertido que son aves protegidas y que no pueden retirar los nidos.
Qué gracioso triángulo: además de haber hablado la noche anterior de esas aves justo acababa de comprarme un libro llamado Animales arquitectos. Es un estudio de Juhani Pallasmaa, profesor de la Politécnica de Helsinki, director del Museo de Arquitectura de Finlandia y autor de una buena cantidad de libros que buscan secretos de la arquitectura en otros cajones. También en Gustavo Gili pueden encontrarse Habitar, La mano que piensa (Sabiduría corporal y existencial en la arquitectura) o Los ojos de la piel (La arquitectura y los sentidos), entre otros.
Pallasmaa, que durante la Segunda Guerra Mundial era un niño, la pasó en la granja de sus abuelos en el centro de Finlandia. Obligado a pasar mucho tiempo solo, dedicaba horas a observar la vida que llevaban los animales. Así aprendió que las golondrinas, las abejas, los ratones de campo y muchos otros animales se construyen casas que son más que refugios improvisados, que utilizan unas soluciones muy sofisticadas y que nos pueden inspirar a nosotros sobre cómo construir de manera más eficaz. De hecho, el uso de los materiales que tienen a mano y el aprovechamiento de las características del terreno es la base también de la arquitectura popular. Pero a pesar de las similitudes que puedan tener las ciudades de los animales con las nuestras, como se advierte en el capítulo final (Las lecciones de la arquitectura animal) la racionalidad ecológica y la funcionalidad no son las únicas premisas de la arquitectura humana, que es también simbólica y revela “un deseo de inmortalidad”. Pallasmaa recoge un adagio de su paisano Alvar Aalto: “La forma no es más que el deseo de una vida eterna en la Tierra”.
Años más tarde, y después de leer el libro Animal Architecture del premio Nobel Karl von Frisch, que había estudiado el vuelo de las abejas, Pallasmaa se embarcó en una investigación en la que participaron un ornitólogo, un lepidopterólogo, un experto en abejas, un experto en castores y un mirmecólogo (el que estudia las hormigas) y que condujo a una exposición celebrada en el Museo de Arquitectura de Helsinki en 1995. Animales arquitectos es un resumen del estudio en que se basó la exposición.
Nos enteramos de cosas fascinantes. Los panales son probablemente uno de los ejemplos más conocidos de construcción animal, tanto por el esoterismo de su geometría como por su resistencia. Con cuarenta gramos de cera las abejas son capaces de sostener casi dos kilos de miel. Las celdillas tienen siempre una pendiente del 13 % para evitar que la miel se derrame. El hombre no ha sido capaz de producir una fibra con la resistencia ni la elasticidad de los hilos de las telas de araña. Las larvas de los tricópteros se construyen fundas (más parecen sacos de dormir que chalecitos) a los que van adhiriendo granos de arena y restos vegetales que encuentran en el terreno subacuático en el que se desarrollan; el artista francés Hubert Duprat lleva desde los años 80 colocando larvas sobre lechos de piedras preciosas, así que las larvas se cubren de oro, como momias precolombinas. Después se venden como pendientes.
Entre las hormigas del género Colobopsis hay una casta de porteras cuyas cabezas son más grandes y planas que las de sus hermanas. Tapan la entrada de los hormigueros con la cabeza, que además se camufla con el entorno. Por su parte las arañas trampilleras fabrican para sus nidos puertas articuladas que se abren y cierran con un picaporte (que el autor compara a un diseño concreto de Gaudí). Y precisamente a la Sagrada Familia recuerdan los termiteros de la especie Macrotermes bellicosus, que pueden alcanzar los cuatro metros de altura y que están rodeados de columnas algo más bajas que funcionan a la vez como estructura y como sistema de ventilación. Estos edificios, en cuyo interior se desarrolla la vida de una metrópoli, pueden llegar a durar cientos de años.
Las maravillosas ilustraciones, casi de cuento, se han extraído del libro Homes without Hands, publicado en 1889. Además se incluye una bibliografía en la que no faltan clásicos como The Prodigious Builders, de Bernard Rudofsky, o La vida de los insectos de Fabre. La lectura del libro de Pallasmaa despierta la fantasía de una arquitectura humana basada en los métodos animales, y es cierto que muchos se los hemos copiado (si puedo leer el libro es porque hace dos mil años los chinos aprendieron de las avispas cómo hacer papel) y que en otros casos las arquitecturas humana y animal han llegado a las mismas soluciones por el imperativo de compartir entorno (mismas amenazas, mismos recursos, mismas leyes físicas). Pero además nos recuerda la existencia de un mundo sigiloso, paralelo al nuestro, y mucho más antiguo.
Animales arquitectos
Juhani Pallasmaa
Ilustraciones de W.F. Keyl y E. Smith
Gustavo Gili, 2020
135 páginas
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).