Más allá de las tumbas de la Rotonda de las Personas Ilustres, hay muchas cosas que no sabemos del Panteón de Dolores. Jorge Comensal investigó a profundidad este cementerio enclavado en la Ciudad de México y se encontró con una serie de rincones en los que sitúa una parte de Este vacío que hierve, su novela más reciente: el altar a la Santa Muerte, la cripta abandonada de la familia de José Yves Limantour, el ministro de Hacienda de Porfirio Díaz, el osario de las víctimas del temblor de 1985 o el monumento a las víctimas del aborto. Imaginó o conoció a un vigilante muy versado en las búsquedas de toda clase de temas en internet, Silverio, al que sus compañeros apodan el Chiquinerd, y a Karina, una joven doctora en física con rasgos autistas, amante del manga japonés, que vive en los condominios de El Altillo con su abuela alcohólica. También concibió un futuro cercano situado en 2030 y un pequeño apocalipsis en la Ciudad de México: un incendio en el Panteón de Dolores que alcanza a los animales del Zoológico de Chapultepec y se extiende por los ahuehuetes secos de la delegación Miguel Hidalgo hasta provocar la evacuación forzosa de la Condesa, Polanco y la Zona Rosa.
Narrador y ensayista centrado en temas de divulgación científica, Comensal juega con el huevo de emú que sobrevive al incendio, la masturbación de los delfines, la teoría de la gravedad o frases como “el fotón es el archienemigo del gravitón” para describir la psicología y las relaciones entre sus personajes. El autor nos habla desde las preocupaciones de una generación todavía muy joven, especialmente la inquietud por la destrucción del planeta y la vida animal, desde un humorístico pero patente desencanto. Así la realidad de Este vacío que hierve se inscribe en un ámbito biológico y físico que siempre trasciende a los protagonistas, aunque sus conflictos sean muy humanos y busquen recobrar vínculos perdidos: Karina quiere saber qué pasó con sus padres, fallecidos en un accidente de carretera según la versión oficial de la abuela, después de que esta, intoxicada de whisky en el suelo del departamento, le lanza unas frases extrañas y reveladoras. A partir de ese momento la historia en que se sustenta su vida se desmorona para dar paso a una indagatoria angustiada y no poco necrófila, que se engarza con la vida de Silverio, el antiguo pepenador de la basura que pasó a ser vigilante del célebre panteón. Separado de su mujer, Silverio trata de recuperar la relación con su hija Daenerys, una adolescente vegana que lo busca a raíz del incendio del zoológico y a cada momento amenaza con cortar de nuevo la relación. A su manera y en su perpetua búsqueda de recursos, adecentando tumbas y rescatando restos para quienes se lo solicitan, pues paga las cuotas de su hermano asesino, el Jaiba, encerrado en el Reclusorio Norte, y mantiene a su madre perteneciente a la secta de los Aleluyas, Silverio buscará ayudar a Karina escarbando en la tumba familiar.
Uno de los aspectos más interesantes de esta novela –a la que se describe como fractal en la contraportada, no sé si con razón– es el manejo de los tiempos. El incendio del panteón sucede el 25 de mayo de 2030, lo que la convierte en una novela de relativa ciencia ficción, pues, como ocurre con la famosa serie Ten years late, todo lo que ahí pasa es, por desgracia, demasiado cercano y probable para asombrarnos. La causa del incendio no termina de quedar establecida –algo se dice de la explosión del tanque de gas cercano al crematorio–, pero las consecuencias las teje el autor con su ironía más fina, aquella de la que hizo gala en Las mutaciones, su primera y exitosa novela: la llegada de un gigantesco avión con forma de oso panda trayendo a dos cachorras clonadas de Xin Xin, la osa que murió en el zoológico un año después del incendio (con las correspondientes protestas de los ecologistas, entre ellos Daenerys), la inauguración del zoológico con los pandas en 2032, la implantación de robots para vigilar el cementerio y otras historias que muestran cómo, por los siglos de los siglos, los mexicanos nos adaptaremos a nuestra perpetua desgracia de las maneras más estrambóticas. Los capítulos de la novela se van entrelazando en esas pequeñas diferencias temporales, en las que podemos reconocer una línea que arranca con el incendio en 2030 y la visita de Karina, la abuela y su vecina Maru al cementerio para rescatar la tumba de la familia y otra, con el descubrimiento de Karina de la verdad etílica soltada por su abuela la noche del 15 de septiembre de 2031. Otra línea es la visita de Karina al zoológico recién inaugurado en 2032 y las geniales conversaciones entre niños y padres frente a las distintas jaulas: esta pequeña historia recorre la novela como una especie de vuelta al mundo a través de la devastación que asoma en cada página.
El talante de divulgador científico del autor juega con la muerte y los fantasmas que se pueden desprender de la trama del incendio, y les da una explicación muy bien amarrada a este mundo animal que habita nuestra ciudad y el mundo sin que sopesemos correctamente su importancia. A pesar de los constantes chispazos de humor y el tono a ratos fársico que tiñe la historia, como la confusión del Tepo, el teporocho amigo de Silverio que fallece en el incendio con un sacerdote por lo que se culpa a los narcosatánicos, Daenerys que desayuna amaranto con tejate, la alucinante posada navideña con reguetón que los trabajadores del panteón organizan en la rotonda o las visitas de Karina a un cirujano plástico que podría compartir una parte de su historia, Este vacío que hierve es una novela melancólica: parece decirnos que todo lo que estamos viviendo tiene una explicación, lo que no sabemos es si tendrá remedio. Esa incertidumbre, junto con el retrato de una generación sumergida en el mundo de la tecnología y el cómic pero que ama a la naturaleza, su belleza y su misterio amenazados, es una de sus grandes virtudes. Quizás el exceso de diseño –el juego tan estudiado con los tiempos, la explicación algo inverosímil de la visita en que se basa la trama, la sensación constante de estar recibiendo un mensaje, algunas frases que se podrían resolver mejor– le quita espontaneidad a una historia que tiene mucho de enloquecido y de gran inventiva. Ello no menoscaba la ambición y la originalidad de esta novela, una novela necesaria para entender nuestros tiempos, ni impide que esperemos con mucho interés los siguientes libros de Jorge Comensal. ~
(ciudad de México, 1960) es narradora y ensayista. La novela Fuego 20 (Era, 2017) es su libro más reciente.