Estamos habituados a dos tipos de diarios en la literatura. Por un lado estĆ”n los que funcionan como una bisagra en la obra de un autor: diarios que son como pases de acceso alĀ backstageĀ del escritor, a una vida que arroja luces y claves para la lectura de su obra. EstĆ”n tambiĆ©n los diarios como mecanismos de la ficciĆ³n ādesdeĀ DrĆ”culaĀ hastaĀ Los detectives salvajesā cuyo objetivo es el registro de peripecias que hacen avanzar la trama. La crĆtica anglosajona disiparĆa esta disyuntiva con su binomio ficciĆ³n/no ficciĆ³n. El diario de Tedi LĆ³pez Mills es anĆ³malo en ese aspecto: āno hay diario que no sea un inventoā, se lee en Ć©l. Aunque se registra el paso de los dĆas (entradas de lunes a viernes que van del 1 de enero al 31 de diciembre de 2013), quien escribe el diario no se corresponde con la autora y las anotaciones han sido borradas de su trasfondo. Los acontecimientos no estĆ”n concatenados de manera causal. Hay una lĆ³gica, la del lenguaje, que organiza, sin jerarquizar, los materiales de la experiencia (la lectura, la memoria, el fluir de la vida) y los funde en un magma que se encauza a la construcciĆ³n de un frĆ”gil yo.
El diario estĆ” ensamblado como una especie de telar: hilos narrativos que se pierden, se cortan de tajo y se reanudan mĆ”s adelante de manera abrupta. (V. gr. Un personaje aparece con otro nombre varias decenas de pĆ”ginas despuĆ©s.) Los fragmentos de vida irrumpen. No enumerarĆ© la suma de acontecimientos que conforman el diario, no bastarĆa con eso para acercarnos a Ć©l, ni siquiera para decir de quĆ© se trata. SerĆa mĆ”s pertinente preguntarse si se trata de algo, o si un libro escrito hoy deberĆa tratarse de algo. De algo, quiero decir, que no sea el lenguaje (la relectura y tematizaciĆ³n delĀ TractatusĀ que se hace en la segunda mitad de la obra es uno de los momentos mĆ”s densos e iluminadores en este respecto). Ese podrĆa ser un primer acercamiento:Ā La invenciĆ³n de un diarioĀ es una novela que se trata del lenguaje, y es una novela en el sentido que aceptamos que lo son las antinovelas de David Markson. Su contenido o su significado no se juega en la anĆ©cdota, sino en el lenguaje, en las palabras con las que nos construimos todos los dĆas. ĀæQuiĆ©n esĀ yoĀ cuando la realidad entra en crisis, cuando comienzan a perderse los asideros a los que se aferraba la primera persona? āLas lagunas en mi cabeza son charcos amables de lejos, pero cuando me acerco y busco mi cara en la superficie, no hay nadaā, dice la primera entrada de septiembre.
EnĀ La invenciĆ³n de un diarioĀ las anotacionesĀ sonĀ la puesta en escena del acto de pensar, lo que equivale a decir que se intenta representar la forma en que el mundo ocurre dentro de una conciencia que es inestable (sabemos que la narradora tiene alucinaciones o āepisodiosā: padecimiento epilĆ©ptico criptogĆ©nico, dice el diagnĆ³stico mĆ©dico). Es por eso que este libro carece de trama en sentido estricto. Se encuentra, quizĆ”, mĆ”s cerca de ejercicios comoĀ El discurso vacĆoĀ o parte deĀ La novela luminosaĀ de Mario Levrero. Y del Kafka que, el 13 de mayo de 1922, escribiĆ³ en su diario: āNada.ā ĀæQuĆ© ocurre cuando no pasa nada? Hay dĆas, aƱos asĆ. āUna fĆ³rmula ritual de los anales precolombinos de los aztecas era poner āNo pasĆ³ nadaā en los aƱos que se consideraban vacĆos de acontecimientosā, nos recuerda la narradora. āHoy no estĆ” pasando nadaā, dice el 30 de enero. āNo sĆ© quĆ© se hace con nada en la cabeza ādice el 8 de febreroā. QuizĆ”s aforismos.ā El 15 de julio āfue un dĆa yermo. No hubo manera de exprimirle nada a la rutinaā. Pero un dĆa despuĆ©s se corrige: āNo se puede declarar que un dĆa fue yermo. Equivale a una trampa usar el vacĆo para llenar el vacĆo.ā El reto consiste, entonces, en ir llenando pĆ”ginas a lo largo de un aƱo en que su cabeza se va vaciando de su contenido, registrar las cosas que ocurren al interior cuando aparentemente no pasa nada, y encontrar el estilo para hacerlo, un estilo que surge quizĆ” del miedo a perder la memoria, la conciencia o el lenguaje.
Las rebabas de los dĆas se van adhiriendo a nosotros de manera imperceptible y reaparecen bajo una serie de preocupaciones y obsesiones a las que solemos volver, y a lo largo de los fragmentos del diario van conformando motivos, series discontinuas, nĆŗcleos de sentido que se cortan, se enciman y se retoman sin apuntar a una resoluciĆ³n o al sentido de un final. La aparente falta de estructura que genera esto recuerda en realidad a la estructura de losĀ CantosĀ de Pound, con una unidad temĆ”tica fracturada, como ocurre tambiĆ©n enĀ La amante deĀ Wittgenstein, de Markson, libro con el queĀ La invenciĆ³n de un diarioĀ entabla un diĆ”logo directo.
El puente intertextual es explĆcito. De Markson provienen el epĆgrafe, el tono y un personaje en ausencia que acompaƱa la escritura y se convierte en interlocutora del diario: la amante de Wittgenstein, una mujer sola en el mundo, que se desplaza desplegando datos y recuerdos, mensajes de una āamnesia eruditaā que recibe la narradora de Tedi LĆ³pez Mills como si hubieran sido escritos para ella. Estos dos libros funcionan como espejos debido a una serie de paralelismos entre sus narradoras: el corto aliento, los apuntes que no necesariamente apuntan a alguna parte, el convivio de materiales disĆmiles, la locura como una sombra que pone en entredicho la realidad, la falta de argumento, los personajes como fantasmas o pretextos o muletillas o aspectos de la voz que narra, la primacĆa de lo textual sobre lo contextual, las omisiones, las trampas de los recuerdos, los saltos en las ideas, los espacios vacĆos, lo que se olvida. Me pregunto si estas caracterĆsticas no replican el modo en que funciona una conciencia.
Ezra Pound afirmĆ³ que bastaban seis personas para fundar una civilizaciĆ³n, y la diarista se pasa todo el aƱo dĆ”ndole vueltas a la idea, busca y reemplaza a las personas con las que crearĆ” su civilizaciĆ³n, que siempre contempla la existencia de un poeta. (Mientras lee sobre el derrumbe de la civilizaciĆ³n mexica ālos cuerpos de los sacrificados ayer se enciman a los de los desaparecidos hoyā, la caĆda de Constantinopla; mientras esa civilizaciĆ³n del yo, que tanto se ha esmerado en construir, tambiĆ©n se va derrumbando.)
La poesĆa, y en menor medida las ridĆculas discusiones de la poesĆa mexicana contemporĆ”nea, tienen un papel importante en el diario. La narradora afirma que ya no es poeta pero no se lo puede decir a nadie. Pasa meses āen los que mantiene conversaciones con un joven poeta que primero pide sus consejos y despuĆ©s parece ejercer algĆŗn tipo de coerciĆ³n sobre ella con preguntas y declaraciones incĆ³modasā entre la negaciĆ³n de la poesĆa, la imposibilidad de hacer o hasta leer poemas y la bĆŗsqueda de una poĆ©tica que prescinda de metĆ”foras y analogĆas.
Hacia el final, la poesĆa irrumpe como anuncio de un poema futuro, que es otra de las condiciones de un diario: la apuesta por el futuro, la invenciĆ³n de un maƱana: la postergaciĆ³n y la fe en que maƱana se podrĆ”n enmendar los errores de ayer. āEn mi civilizaciĆ³n de seis personas habrĆ” una caja donde se colocarĆ”n fragmentos anĆ³nimos. Al derrumbarse la civilizaciĆ³n, quedarĆ” la caja y el lugar vacĆo serĆ” como la amnesia erudita de la amante de Wittgensteinā, dice la entrada del 29 de mayo. Acaso las anotaciones enĀ La invenciĆ³n de un diarioĀ son esos fragmentos anĆ³nimos tras el derrumbe del yo. ~
(Ciudad de MĆ©xico, 1986) es escritor y traductor.