Me referí en la última entrega al “Primer Encuentro de Escritores Americanos”, de 1960, en Universidad de Concepción, Chile.
En 1962 hubo otro, el “Congreso de Intelectuales de Concepción”, de nuevo organizado por Gonzalo Rojas, con el tema “Imagen del hombre en América Latina”. Acudieron (entre otros) Neruda, Carpentier, Bianco, Picón Salas, Arguedas, Roa Bastos, Benedetti, Donoso, Fernández Retamar, Claribel Alegría y, representando a México, nadie del “presidium de tótems” sino el joven Carlos Fuentes. A fin de cuentas era un congreso pre-boom, diría José Donoso en su Historia personal del boom, en el que “apenas se mencionaron los nombres de Sábato, Cortázar, Borges, Onetti, García Márquez, Vargas Llosa ni Rulfo” que, en 1962, eran “casi desconocidos o marginados”. ¿Quién y por qué habrá convocado a Fuentes?
Donoso resume el congreso como un “gran carnaval de intelectuales, con picnics, baños de mar, exposiciones, flirts y comidas” (p. 35), entre los que se hablaba de “organizar conferencias y coloquios, de fundar editoriales que publicaran todo lo meritorio que se presentara en el continente, planeamos revistas y distribuidoras de libros: todo esto partiendo de la base, por supuesto, de que nada podía organizarse con un criterio comercial”, por lo que había que buscar subvenciones, y agrega: “de más está decir que no se tomó ninguna de las iniciativas propuestas”.
Esto último no es del todo cierto. Según un estudio de Germán Alburquerque, los congresistas enviaron una carta a Arnaldo Orfila, director entonces del Fondo de Cultura Económica, en la que le pidieron, “para superar nuestro aislamiento, nuestro desconocimiento mutuo”, que dispusiera crear “una colección popular de escritores iberoamericanos”, idea constante de todos los congresos de la década. Y esa es la idea que Orfila, como vimos, llevará al congreso de Génova y que, muchos años más tarde, Amos Segala convertirá en la colección “Archivos” de la UNESCO.
Una carta de Fuentes
En vísperas de su viaje a Chile, el 9 de enero, Fuentes le escribe una carta interesante a Octavio Paz (que está en París y no acudió al congreso). Registro unos párrafos que interrumpo con explicaciones necesarias:
Esperaba que nos encontraríamos en Chile la semana entrante. Sin embargo, hoy me dice Alí [Chumacero] que posiblemente no concurras a los encuentros de Concepción. Aunque no pierdo la esperanza de que a última hora decidas viajar a Chile, te escribo para que nos ayudes en un punto concreto.
Estarás al tanto de la destitución de [Fernando] Benítez, de nuestra renuncia colectiva y del cambio de manos en México en la Cultura.
Se refiere al suplemento que aparecía en el diario Novedades desde 1949 (¡665 números!). Los motivos de esa destitución, como se aprecia en un libro sobre el suplemento) que escribió Víctor Manuel Camposeco, no han sido esclarecidas del todo. En la citada carta Fuentes aporta, si no la causa (la simpatía de los intelectuales mexicanos con la revolución cubana), si a los causantes:
Todo por el desacato de expresar ideas políticas fuera del suplemento y por exigencia común del Lic. [Miguel] Alemán [Valdéz] y del Embajador [Thomas Clifton] Mann.
El embajador de Estados Unidos, cuasi tocayo del novelista, apoyó todos los golpes de estado (de Árbenz a Allende) contra los gobiernos latinoamericanos que pusieron en riesgo los intereses de su país. Estuvo en México de 1961 a 1964 y era cercano de Carlos Trouyet y de Manuel Suárez –prestanombres del estrepitosamente corrupto Miguel Alemán Valdéz, expresidente, líder ideológico de la ultraderecha y jefe máximo del turismo nacional. Continúa Fuentes:
Al saber esto, el Presidente López Mateos nos llamó a su despacho y nos ofreció una importante ayuda para continuar el suplemento dentro de la revista Siempre! [con el nuevo viejo nombre La cultura en México] con una dirección colectiva que incluirá a Benítez, García Terrés, Henrique González Casanova y a mí.
Deseamos, desde luego, ofrecerte las páginas del suplemento. Elena Poniatowska ya se dirige a ti con un encargo especial. En el primer número, tendremos tres o cuatro páginas dedicadas a reproducir dos o tres líneas de saludos de escritores, artistas y científicos de todo el mundo y nos honraría incluirte. Ya hemos recibido las líneas de Carpentier, [Rómulo] Gallegos, [Nicolás] Guillén, C. Wright Mills, etc. Si junto con las tuyas pudiésemos contar con las de algunos de tus amigos de Francia –Breton a la cabeza– te estaríamos súmamente agradecidos.
López Mateos tenía problemas con el embajador Mann desde que éste apoyó a otro expresidente corrupto, mi general Abelardo Rodríguez, y al ultra Frente Cívico Mexicano de Afirmación Revolucionaria, a quienes les parecía que López Mateos no mostraba la energía apropiada contra el comunismo, como explica Renata Keller en su libro sobre La guerra fría en México (pp. 120 y ss.) La ira de Thomas C. Mann contra el suplemento tenía su origen en sus declaraciones de simpatía con la revolución cubana y contra “la brutal agresión imperialista” (como dice una de 1961) que firmaron Benítez y sus principales colaboradores.
Calypso
De acuerdo con María Pilar Donoso, en el libro de su marido, Fuentes fue “el alma” del congreso de Concepción (p. 135). Fue memorable, dicen ella y su esposo, su enfrentamiento con “el profesor yanqui de historia” Frank Tannembaum. Fuentes daba conferencias por la mañana y bailaba calypso por la noche. En algún momento, Fuentes le dijo a Donoso que “después de la revolución cubana, él ya no consentía hablar en público más que de política, jamás de literatura; que en Latinoamérica ambas eran inseparables y que ahora Latinoamérica sólo podía mirar hacia Cuba” (p. 46). Fuentes tenía gran “entusiasmo por la figura de Fidel” y con él “enardeció a todo el Congreso”. También según Donoso, Fuentes y Neruda convencieron a Carpentier de no leer su ponencia “Elementos mágicos en la literatura del Caribe” y de improvisar un discurso “sobre las reformas educacionales de Fidel Castro”. Un entusiasmo que, concluye Donoso, con variables de intensidad y perseverancia según cada escritor, continuó “hasta que estalló el asunto Padilla en 1971”.
(continuará…)
Este comentario es el tercero de una serie sobre congresos literarios, propiciada por la lectura de la correspondencia entre Octavio Paz y Carlos Fuentes.
El primero, “Presidium de tótems”, se refiere al “Segundo Congreso de Escritores Latinoamericanos” que se llevó a cabo en México, Guanajuato y Guadalajara en 1967.
El segundo, “Los escritores como congreso”, agrega información sobre el congreso mexicano y repasa el “Primer Encuentro de Escritores Americanos” de Chile (1960) y el “Congreso de la Comunidad Latinoamericana de Escritores” de Génova.
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.