Imagen generada por inteligencia artificial.

Escritoras argentinas: una mirada desde los márgenes

La narrativa escrita hoy por las argentinas conforma una cartografía ética, política y afectiva del mundo contemporáneo, a la vez que una provocadora reflexión sobre el lugar de la escritura.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

“¿Por qué una gran cantidad de nombres, a pesar de su talento, siguen sin poder atravesar el umbral de lo regional, como lo hemos visto a lo largo de años en el proyecto Hablemos, escritoras?” Parto de esta pregunta planteada por Adriana Pacheco Roldán en el artículo “El término boom femenino es inadecuado e insuficiente” para deambular por los márgenes de la narrativa argentina actual y detenerme en algunos nombres que me resultan especialmente interesantes y propositivos.

Ante todo, me gustaría pensar que la notoriedad que han alcanzado un grupo de autoras argentinas puede iluminar también otra parte del inmenso corpus de la narrativa escrita por mujeres en aquel país del sur. Considerar a autoras como Tununa Mercado (1939), Luisa Valenzuela (1938) o Tamara Kamenszain (1947-2021) que, sin duda, abrieron brecha en momentos difíciles, me parece imprescindible hoy que la memoria corta del mercado del libro suele tapar con su “pasión juvenilista” a quienes nos antecedieron. Nada más opuesto al amor por la lectura que ese frenesí de nombres nuevos que se superponen unos a otros. Asimismo, hay que subrayar que quienes hoy son leídas y premiadas en el mundo han llegado arropadas no solo por los grandes grupos editoriales (Penguin Random House, Planeta), sino también por sellos argentinos independientes como Sigilo y Eterna Cadencia. Reconocemos además el papel jugado en esta difusión por editoriales españolas de enorme prestigio, como Anagrama y Páginas de Espuma. Esta última hace la apuesta tal vez más importante por difundir las voces de América Latina, en especial en el campo del cuento y del ensayo.

En todo caso, no podemos desconocer la fuerza que tienen ciertas narradoras contemporáneas, tanto dentro como fuera del país: sus libros son de indiscutible calidad, el mercado editorial las mima y el público lector (esa especie en extinción) las sigue con devoción. En mayo de 2022, una nota publicada en el portal argentino Télam (Un ‘dream team’ de escritoras premiadas llevan (sic) la literatura argentina al mundo) tenía como encabezado la siguiente frase: “Por estos días Dolores Reyes, Mariana Enriquez, Camila Sosa Villada, Gabriela Cabezón Cámara, Samanta Schweblin y Claudia Piñeiro recorren Europa, compiten por premios y son leídas y comentadas en el exterior”. Podríamos agregar a Selva Almada, a Leila Guerriero y a Ariana Harwicz a este grupo de autoras cuyo prestigio fuera del país va en aumento.

Otras narradoras merecerían también ser mucho más leídas en el exterior, además de los nombres ya citados.  La primera de ellas es María Teresa Andruetto (1954), una escritora con enorme prestigio fundamentalmente en el campo de la literatura infantil y juvenil (en 2012 recibió el premio Hans Christian Andersen, considerado el “pequeño Nobel de la literatura”) y de la promoción de la lectura. Invitada a dar conferencias, cursos y talleres sobre ambos temas de manera permanente, es mucho menos conocida fuera de la Argentina, como narradora, ensayista y poeta. Novelas como Lengua madre (2010), Los manchados (2015) o Aldao (2023), o colecciones de cuentos como No a mucha gente le gusta esta tranquilidad (2017), muestran su enorme maestría y sensibilidad en la construcción de mundos ficcionales. En ellos, la memoria íntima y familiar y la memoria social aparecen profundamente vinculadas entre sí, y marcadas por temas como la migración y las heridas dejadas por la dictadura militar, las genealogías femeninas –abuelas, madres, hijas, unidas por sutiles tramas de silencios y palabras.

Escribir es para Andruetto un ejercicio de reflexión en el que la voz y la escucha ocupan un lugar central. Quizás sea la lectura de Lengua madre (Penguin Random House, 2010) la mejor puerta de entrada a su literatura. Una novela armada a través de las cartas que Julieta, la protagonista, encuentra en la caja que su madre le deja al morir. A través de esos fragmentos de memoria conoce de manera cercana a esa madre, Julia, que dejó que la criara la abuela, para no someterla al aislamiento de la clandestinidad. ¿Cuál es la lengua que las une en este caso? ¿Qué vínculo queda entre la hija y esa madre a la que casi no conoció? ¿Qué silenciamientos les ha impuesto a ambas la distancia? ¿Cómo se reconstruye la relación con quien ya no está? Con un lenguaje envolvente, Andruetto teje esta compleja historia de amor y ausencias. El epígrafe que abre el libro es de la poeta argentina Diana Bellessi y marca la precariedad de la pertenencia: “adónde voy volviendo yo / que siempre quiero / irme a otra parte”. La lengua, la genealogía, la tierra resultan frágiles y a la vez fundantes de la propia identidad. En esa ambigüedad está uno de los elementos que le dan enorme fuerza narrativa y simbólica al libro de Andruetto.

La segunda autora en la que quisiera detenerme es María Negroni (1951). Conocida sobre todo por su obra poética, aunque ha escrito también narrativa y ensayo (Museo negro, La anunciación, El arte del error, son algunos de sus títulos), ha alcanzado un importante reconocimiento, tanto dentro como fuera de la Argentina, con su novela El corazón del daño (Penguin Random House, 2021). Su propuesta atrapa desde la primera línea por el trabajo sobre la lengua o, dicho quizás con más precisión, sobre los quiebres de la lengua. La compleja relación de una hija (la propia Negroni) con su madre atraviesa las palabras, desarticula la sintaxis y hace del habitar la lengua materna un ejercicio cargado a la vez de luz y dolor. Se trata de una obra sobre el duelo, sobre los cuerpos y sobre las tensiones entre lo dicho y lo no dicho en ese vínculo que nos constituye –para bien o para mal– como seres humanos. “Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida. Nunca amaré a nadie como a ella (…) Nunca sabré por qué mi vida no es mi vida sino un contrapunto de la suya…”, escribe la narradora y tal vez con esas palabras está dándonos voz a todas las hijas.

En el caso argentino es fundamental pensar en aquello que podríamos llamar el país “flotante” o “diaspórico” o “migrante” o “extraterritorial”. Es decir, ese conjunto de escritoras que han cruzado las fronteras geográficas –la mayor parte de ellas como exiliadas en los años 70–-, y algunas también las de géneros literarios y sexuales, que han hecho del margen un espacio potente desde el cual interpelan la conformación de un canon literarioque quiere aún confiar en mapas y pertenencias definidas. Quizás este tema merecería un artículo aparte. Por ahora baste la mención de escritoras tan diversas y con una carrera tan sólida como Clara Obligado, Fernanda García Lao, Lucía Lijtmaer y Flavia Company en España; Laura Alcoba en Francia; Alicia Kozameh y Gisela Heffes en Estados Unidos, por mencionar solo algunas de las narradoras.

Cierro esta nota con una de las autoras que más han pensado sobre estos temas, Sylvia Molloy (1938-2022). Baste recordar sus entrañables Vivir entre lenguas,  Desarticulaciones y su imprescindible ensayo Acto de presencia: la escritura autobiográfica en Hispanoamérica. Para mí sigue siendo clave, para adentrarnos en su obra, su primera novela, En breve cárcel. “Comienza a escribir una historia que no la deja: querría olvidarla, querría fijarla. Quiere fijar la historia para vengarse, quiere vengar la historia para conjurarla tal como fue, para evocarla tal como la añora.” Este párrafo inicial inaugura el deslumbramiento que hasta hoy marca la relación de muchas mujeres de mi generación y más jóvenes con la obra de Molloy. Los editores argentinos no se animaron a publicarla porque consideraban que hablar de relaciones amorosas entre mujeres los ponía en riesgo durante los años de la dictadura, por eso se publicó primero en España, en Seix Barral en 1981. En los últimos años sí se ha reeditado varias veces, en Argentina y en el exterior.

La naturalización de un triángulo amoroso lésbico hizo de este libro un ejercicio provocador e inquietante que buscaba “despojar la reflexión sobre el género de la fatalidad de lo binario”, como escribió la propia autora. La obra circulaba en fotocopias pasadas de mano en mano, casi como mensaje secreto. En ella, el cuerpo y la memoria son espacios de significación simbólica y territorios de disputa de poderes sexuales, familiares, sociales. A través de la memoria de la piel y de la escritura, asistimos a una exploración de las posibilidades del yo en las que el dolor y el placer, con fronteras difusas entre ambos, juega un papel fundamental. Ante el discurso heteronormado y literariamente convencional que dominaba el panorama de la época (¿lo domina aún?), incluso en aquellas obras política y éticamente incuestionables, Molloy propone una escritura descentrada e incompleta que subvierte los lenguajes de autoridad. Frente a la “mujermadre”, vista como la depositaría de los valores nacionales, y a la figura femenina encabezando a la “gran familia” argentina, imágenes recurrentes en los discursos de la dictadura, los cuerpos lesbianos de En breve cárcel son, de modo análogo a los cuerpos de las madres de los desaparecidos, una desviación de la función social asignada a las mujeres. Es ésta una novela que hoy sigue deslumbrando, al mismo tiempo que incomoda, que molesta, sobre todo ante los aires de conservadurismo que regresan a aquellos sures.

Coda

Insilio, exilio, fronteras, cuerpos, lenguas que se anudan y desanudan, prosas poéticas y novelas policiales, terrores de todo tipo, maternidades gozosas y no, sexualidades disidentes, feminicidios, crisis ambiental. La narrativa escrita hoy por las argentinas conforma una poderosa cartografía ética, política y afectiva del mundo contemporáneo y a la vez una provocadora reflexión sobre el propio lugar de la escritura en la elaboración estética del vínculo que une al yo con el nosotras. ~

Escritora y docente universitaria, reside en México desde 1976. Su último texto es Herida Fecunda (Páginas de espuma, 2024) con el cual obtuvo el  XV Premio Málaga de Ensayo.

+ posts

escritora y docente universitaria, reside en México desde 1976. Su último texto es Herida Fecunda (Páginas de Espuma, 2024) con el cual obtuvo el XV Premio Málaga de Ensayo.


    ×  

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: