Foto: Maritza Rรญos / Secretarรญa de Cultura CDMX, CC BY 2.0

En medio de la blancura. Intentos para acordarme de David Huerta

En su vastedad, en su curiosidad lectora, en la forma de escribir y llevar textos a lugares nuevos, David Huerta seguirรก siendo un autor vivo.
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Siempre habrรญa un momento para volver a encontrarlo: en los tenderetes de la Facultad de Filosofรญa y Letras, mirando detenidamente libros viejos; en las aulas grandes, con vista al Jardรญn de los cerezos, hablando con pasiรณn y sustancia crรญtica de Primero sueรฑo, de Muerte sin fin o de Blanco; en las columnas y los suplementos culturales de algรบn periรณdico, abriendo las puertas de alguna literatura extraรฑa, contando la experiencia de leer a este autor joven, a esta otra novela de ciencia ficciรณn, a este poeta de un paรญs lejano, o en la poesรญa, abriendo heridas en el lenguaje para alimentar su ocรฉano de palabras. ร‰l fue (es amargo usar ese tiempo verbal) un corazรณn latiente de la literatura mexicana: compartimos con รฉl varias generaciones de escritores salidos de la UNAM o de sus talleres, aprendimos muchas magias del verso, muchos modos de lectura, formas de sentir el arte escrito, personas que ahora trasegamos el mismo camino al que รฉl se consagrรณ. Para todos los que nos cruzamos con รฉl en algรบn momento, en algรบn gesto o en algรบn poema, David Huerta representรณ una lectura confiable, una palabra certera, uno de esos fenรณmenos que parecen existir poco y cada vez menos: un lector ejemplar.

Yo lo hubiera encontrado un martes de otoรฑo como este, en el aula. Hubiera entrado tarde a la clase, quizรกs, escabullรฉndome entre los asientos de la amplia sala para ser mรกs o menos inconspicuo, con demasiadas cosas en brazos y la mochila semivacรญa. Me hubiera acomodado en silencio para escuchar sus lecciones vastas, en las cuales el conocimiento de la literatura se entrecruzaba con la ciencia y otras artes, para mostrarnos el poder gigantesco de lo hรญbrido. Su Lezama le ayudรณ al mรญo a no ser pantagruรฉlico y torturante, y ese aprendizaje permitiรณ que mis poemas no se ahogaran de tanto Lezama. Su Paz produjo a mi Paz de forma casi directa, como un lugar de mรบsicas e imรกgenes tan prรญstinas que si no las tientas bien pueden quemarte. Su Auden, como filรณsofo magistral o como poeta, me enseรฑรณ la necesidad que me obsesiona por tener una รฉtica de la escritura: puedes decir lo que quieras, siempre y cuando sepas lo que estรกs diciendo o, cuando no sabes lo que dices, tener la intuiciรณn de que hay algo de verdad en tu prรกctica.

Antes de esa escena, pero no mucho, hubiera encontrado su escritura por Historia, quizรกs uno de sus libros menos logrados, pero tambiรฉn uno de mis favoritos. Yo cruzaba los dรญas con una pรฉrdida amorosa en la espalda, el primer amor que se me iba en serio, y encontrรฉ ese libro entre los saldos de la colecciรณn Prรกctica mortal, quizรกs en la librerรญa del Estanquillo. Me quedรณ la lectura de su poema โ€œNoviazgoโ€: โ€œDije te amo como si en mi boca / estuvieran cocinรกndose razas, conquistas, ejรฉrcitos enteros.โ€ Hoy leo el poema y no me parece la gran cosa, tengo muchos que atesoro mรกs de Huerta, muchos ejemplos mรกs afinados a mis tristes ojos crรญticos, pero en ese momento de hace poco mรกs de una dรฉcada yo era otra persona, y el poema tambiรฉn era otro: me hizo llorar. En รฉl vi la experiencia del abandono, las calles, los tiempos pasados con alguien, me vi dentro de mi soledad renovada. En ese momento me hermanรฉ con el texto y la poesรญa tuvo sentido. Despuรฉs crecรญ, mi biblioteca ha transmutado y sido despojada de cientos de libros que no volverรฉ a leer, pero Historia sigue en mis manos. Quizรกs eventualmente vuelva a conectar con el poema, quiรฉn sabe: siempre habrรก un momento para volver a encontrarlo.

Este martes de otoรฑo, cuando David Huerta no habita los pasillos de la Facultad como una presencia estable, ni los pasillos de la FIL Guadalajara anterior a la pandemia, donde lo encontrรฉ leyendo algunos poemas nuevos, ni el plantel de la residencia de escritores Under the Volcano en la que me hubiera gustado encontrarlo, sus palabras se manifiestan en la pared de la oficina. Es una copia personalizada de Ayotzinapa: Mรฉxico, su elegรญa a los estudiantes de la Normal Raรบl Isidro Burgos y, por extensiรณn, a todas las vรญctimas de los crรญmenes institucionalizados en nuestro paรญs. En ella se lee โ€œEstamos tratando de dar / Nuestras manos de vivos / A los muertos y a los desaparecidos / Pero se alejan y nos abandonan / Con un gesto de infinita lejanรญa.โ€ Pienso en el significado extenso de esos versos, en los lugares de la memoria que activa ese poema, y recurro de nuevo a W.H. Auden, en su elegรญa para William Butler Yeats: โ€œThe words of the dead man / Are modified in the guts of the living.โ€

Acaso, como meditรณ Huerta en muchos lugares de su obra, la muerte de un poeta lleva sus palabras a un nuevo horizonte. Su trabajo en particular tiene un sentido radical de la vida: sus poemas breves y contemplativos se hermanan con sus obras extensas y su crรญtica en esa bรบsqueda de transmitir movimiento, energรญa, el estar-ahรญ de la experiencia como pocos, en lugar de estar topando una pared continua con el descreimiento, la soledad y la muerte. En su vastedad, en su curiosidad lectora, en la forma de escribir y llevar textos a lugares nuevos, David Huerta seguirรก siendo un autor vivo, mรกs vivo a veces, que muchos de los que viven, publican y ganan premios en nuestra actualidad. Hasta el รบltimo momento su trabajo cambiaba, su voz se modulaba en otros lugares, y su curiosidad lo llevaba a leer nuevas personas. En una literatura tan dada al estancamiento, a seguir modelos y recetas, a subsumirse a los intereses que parecen literatura sin serlo, la obra de David Huerta, su empatรญa, su forma de enseรฑar, leer y compartir, quedarรกn como herencia de las generaciones que ayudรณ a formar, asรญ como de aquellas que descubrieron, descubren y descubrirรกn su escritura.

Cuando el poeta estaba vivo, yo lleguรฉ a sentir que siempre habรญa tiempo para volver a encontrarlo, que iba a estar ahรญ: en un remate de libros, en una lectura, en un cafรฉ; sentรญ que la prรณxima vez que lo viera podรญa darle a firmar mis ejemplares de Versiรณn o de Incurable; sentรญa que era un fenรณmeno natural de la poesรญa en la Ciudad de Mรฉxico, que siempre iba a estar aquรญ, como la temporada de lluvias y la fila para entrar al metro a las siete de la maรฑana. Quizรกs me siga pareciendo asรญ durante un tiempo, pero ahora solamente quedarรก leer su obra.

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(Naucalpan, 1994) escribe poemas y ensayos. Su primer libro, Fracciรณn continua, fue publicado por el FOEM en 2022.


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