La pequeña y joven editorial Itineraria ha publicado este año un libro que ha resultado una sorpresa: una recopilación de lo que escribió Virginia Woolf, en cartas, diarios y ensayos, sobre sus viajes por España. Un gran trabajo de busca y criba completado con sendos prólogos de Verónica Pacheco Costa, Ángeles Mora y Anita Botwin, en el que se aprecia cómo la impresión que España dejó en la autora fue cambiando (mejorando) en el curso de los viajes sucesivos. Pero si me refiero ahora a este libro es para hablar de otro, publicado por la misma editorial en 2019 y que yo he leído estos días. El libro es Lancelot 28°-7°, se publicó originalmente en 1929 y su autor fue Agustín Espinosa, escritor que entre su nacimiento y su muerte en Tenerife (1897-1939) participó muy activamente de la vida literaria tanto canaria como peninsular. Siempre se esforzó por que las islas no quedasen al margen de lo que pasaba en la península y en el resto de Europa y del mundo, con la confianza de que los sucesivos movimientos y vanguardias podrían encontrar allí su propia manifestación. Participó en revistas como La Rosa de los Vientos, La Gaceta Literaria o Gaceta de Arte, y en 1935 organizó una exposición de arte surrealista en Santa Cruz de Tenerife para la cual viajaron a la isla André Breton, Jacqueline Lamba y Benjamin Péret.
Espinosa era profesor de instituto. Cuando en 1928 obtuvo la plaza de profesor en Arrecife, en la isla de Lanzarote, comenzó a escribir unas piezas sobre la isla que antes de ser reunidas y publicadas en el año 29 como libro inaugural de la editorial madrileña ALFA (Ediciones de Arte, Literatura y Filosofía Actuales) fueron apareciendo en distintas revistas más o menos vanguardistas. Lancelot 28°-7°, que lleva como subtítulo Guía integral de una isla atlántica, es un libro sobre la isla de Lanzarote que no solo pretende ensayar nuevas formas literarias, sino utilizarlas como herramientas para capturar y transmitir algunas verdades inadvertidas de la isla, las más esquivas al costumbrismo y a la postal.
¿Cómo empezar a armar esta nueva geografía mitográfica? Por ahora solo tenemos una palabra, el nombre de la isla, a partir del cual llegamos al caballero Lanzarote del Lago, o Lancelot du Lac, y con esto ya estribamos un pie en la leyenda medieval mientras el otro talón ahueca la arena de la costa futurista. Toda orilla es vanguardia. Viaja errabundo el caballero agotado y se detiene antes de llegar a África. Llena la tierra de castillos británicos y laberintos subterrános y “cuando todo el aparato caballeresco estuvo repartido, cuando tuvo su escenario épico, propio, Lancelot, como el Dios evangelista de la séptima alba, descansó”.
A partir de ahí se suceden los bloques de textos, alternados con graciosos dibujos del autor, agrupados según una imagen o un concepto protector y cambiantes en su forma: a veces son más narrativos, a veces hay versos, a veces se pone muy experimental; a veces el autor despliega sus asociaciones a partir de una palabra, a veces a partir de una figura. Este criterio cambiante desbarata toda la jerarquía heredada. Lancelot, el personaje, va y viene. A veces los protagonistas son otros. De los pequeños pueblos de Nazaret y Mozaga escribe Espinosa: “Dados del mismo cubilete las casas de Mozaga y Nazaret. Dados del cubilete lancelótico”. Al buscar en internet algunas fotos de esos pueblos que son como cubiletes, cosa que no podían hacer los lectores de hace noventa años, para los que el libro querría decir otra cosa, encuentro algo de lo que esperaba por la descripción de Espinosa, las líneas puras y sencillas del caserío blanco, como cogidas por una mano gigante que las hubiese estampado contra el suelo oscuro. Y las encuentro más cubilete por ese gesto estampador que por su forma y disposición.
Otras cosas en que me fijo a lo largo de la lectura: “El viento ha sido siempre, sobre todo, un gran cazador de retórica”. Las palabras nos vuelven locos. Una imagen muy mental que supongo se entiende de otra manera, más física, si se lleva varias semanas en la isla: “Un áureo aletear de arenas estrujó la siesta nueva del Atlántico”. Una observación audaz con la incursión de otro caballero : “Don Quijote es probablemente un héroe del mar”, que explica así: “De ahí sus derrotas de aventurero por tierras de España. Va a Barcelona a la busca del mar –conquista de Persiles– que nunca alcanza”. Otra vez: las palabras nos vuelven locos.
Lancelot ha aparecido convocado por su nombre, pero también le dedica espacio a las formas que cubren la isla. Al pronunciarlas se les unen nuevos sentidos: “Molino: signo de Occidente. Palmera: signo de Oriente. Las palmeras de Tinajo –las palmeras que hacen mejor la rueda– han sumado los dos signos para avisar el bizantinismo cercano”. En el capítulo titulado Teguise y Clavijo Fajardo cuenta, en tono más convencional, las aventuras de aquel bibliotecario dieciochesco –a quien le había dedicado la tesis– cuya mezquindad con las mujeres, en concreto con la hermana de Beaumarchais, mereció un repaso en una obra de teatro escrita por Goethe. Esta asociación me gustó por lo claramente que revela el camino de ida y vuelta, sintético y analítico, que siguen los adjetivos al convertirse en atributos, y porque creo que muestra mucho sobre el oficio de la literatura: “Puerto de Naos es un muchacho juicioso que aprende el Abecedario bajo las estrellas”. Y en el capítulo de cierre, donde se repasan algunas pinturas religiosas que pueden encontrarse en Lanzarote, me detengo justo aquí: “San Miguel baila el charlestón sobre la barriga del Diablo. Lección para Josefina Baker”.
Este libro recuperado, que ejerció sobre César Manrique una influencia confesa, es más que la reliquia de una vanguardia periférica. Es valioso como documento que nos ayude a completar la visión de una época, pero es también un libro vivo que nos sigue hablando directamente. La prueba es que al leerlo dan ganas de escribir nuestro propio libro experimental sobre algún lugar que conozcamos tan bien que hayamos dejado de verlo.
Lancelot 28°-7°. Guía integral de una isla atlántica
Agustín Espinosa
Itineraria, 2019
163 pp.
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).