Ergon Erwin Kisch naciรณ en Praga en 1885, en una familia de comerciantes judรญos. Intelectual esencial de la Europa de los aรฑos veinte y treinta, era conocido como el Reportero frenรฉtico. Viviรณ en Berlรญn, Parรญs, Estados Unidos, Mรฉxico y Praga, donde participรณ en la revoluciรณn de Viena de 1918. En la Guerra Civil espaรฑola se uniรณ a las Brigadas Internacionales. Muriรณ en Praga en 1948.
Durante la Primera Guerra Mundial luchรณ como cabo y trabajรณ como cronista del Ejรฉrcito austrohรบngaro entre julio de 1914 (en el frente serbio) y marzo de 1915 (en el frente ruso), donde fue herido gravemente. A lo largo del conflicto, escribiรณ un diario de guerra que consiguiรณ burlar la censura militar. La editorial Xordica publica una selecciรณn, que avanzamos aquรญ.
Viernes, 31 de julio de 1914
Cuando tenรญa diez aรฑos comencรฉ a redactar un diario. Hoy, con veinte aรฑos mรกs y otras posibilidades expresivas, vuelvo a iniciar la redacciรณn de un diario, movido por varias razones: la sensaciรณn de estar viviendo una รฉpoca histรณrica, la imposibilidad de exponer ahora desde la รณptica periodรญstica las mรกs importantes de mis experiencias y los acontecimientos personales relacionados con la situaciรณn polรญtica que me han afectado durante los รบltimos dรญas y que despiertan en mรญ la esperanza de que continuarรกn.
De todas formas, las experiencias de estos รบltimos dรญas son en su mayor parte de naturaleza dolorosamente erรณtica, con lo que la introducciรณn a mis anotaciones bรฉlicas se asemejarรก, valga la expresiรณn, a las memorias de un Casanova de triste figura.
Debido a las noticias alarmantes procedentes de Binz, Rรผgen, el martes 28 de este mes partรญ hacia Berlรญn. El miรฉrcoles recibรญ una carta urgente de mi hermano para comunicarme que tenรญa que presentarse sin demora en el regimiento. Recogรญ en el consulado imperial y real mi acreditaciรณn para el viaje gratuito y una dieta de un marco y cincuenta y cinco pfennings. Mi novia Trude me dijo al despedirse que tenรญa que confesarme algo, pues no le gustarรญa que entre nosotros mediara una mentira cuando partรญa a la guerra. Durante un buen rato no se atreviรณ a hablar, luego me reconociรณ que un dรญa tuvo que operarse.
A las 11 horas 13 minutos de la noche salรญ hacia Praga desde la estaciรณn de Anhalt. En el andรฉn, miles de personas, los alemanes cantaban Die Wacht am Rhein (La guardia del Rin). Tras muchas vueltas, paradas y desvรญos, el tren llegรณ por fin a Praga el jueves a las once de la maรฑana. Ya en Bodenbach habรญa leรญdo los carteles amarillos que advertรญan que todos los reservistas pertenecientes al 8.ยบ Cuerpo de Ejรฉrcito debรญan presentarse en su unidad. Hasta ese momento pensaba que habรญa que esperar al llamamiento a filas; tambiรฉn me lo comunicaron en el consulado de Berlรญn. Ahora los carteles me traรญan una doble noticia: en cualquier caso irรฉ a la guerra, pero, ademรกs, seguramente serรฉ castigado por no haberme presentado el domingo en mi unidad, el Regimiento de Infanterรญa Imperial y Real n.ยบ 11 de Pisek, del que soy cabo en la reserva.
Desde la estaciรณn viajรฉ inmediatamente a casa y recogรญ mis cosas, tantas como para llenar un diminuto maletรญn que suelo llevar a las excursiones. Un cepillo de dientes, peine, jabรณn, cuatro paรฑuelos, tres camisas y dos calzoncillos. Mi madre quiso meter, ademรกs, un tercer calzoncillo y un camisรณn, pero me neguรฉ: โยฟTe crees que me voy a la Guerra de los Treinta Aรฑos?โ.
Luego me encaminรฉ al barrio de Schmichov a ver a Klara. Llevaba seis meses sin verla, pero en lugar de levantarse con un salto de alegrรญa, se quedรณ blanca como el papel. โยฟPor quรฉ te asustas tanto?โ, le preguntรฉ. Ella apenas era capaz de responderme, asรญ que tuve que insistir: โยฟNo me has sido fiel?โ. Ella, sin mirarme, me enseรฑรณ el anillo que llevaba en la mano izquierda. โยฟDe modo que estรกs prometida?โ Asintiรณ. Al cabo de un momento empezรณ a hablar: yo le escribรญa tan poco, y en mis escasas cartas la animaba siempre a que bailase, conversase y saliera de excursiรณn, asรญ que hace tiempo le dio la impresiรณn de que ya no la querรญa. Eso era una verdad a medias. En cualquier caso, yo le habรญa escrito tan poco con toda deliberaciรณn, para que no se sintiera atada a mรญ y disfrutase de libertad mientras yo me entretenรญa en Berlรญn. Pero en mi fuero interno creรญa que ella me serรญa fiel aunque conociera a otros hombres y participase en diferentes diversiones.
Mi tren partรญa a Pisek a las seis y veinte de la tarde. Comรญ en casa y hablรฉ con mis hermanos, que no han sido llamados a filas porque pertenecen a cuerpos que no han sido movilizados. Bromeamos para disipar los temores de mi madre y, a continuaciรณn, me dirigรญ al tren. Allรญ cientos de reservistas se apiรฑaban alrededor de la taquilla, en medio de ellos, una chica bonita.
Me ofrecรญ para sacarle el billete, lo que aceptรณ gustosa. Entablamos conversaciรณn y, mientras nos sentรกbamos juntos, apretados como sardinas en lata, contรณ que viajaba a Pisek, donde al dรญa siguiente iba a contraer matrimonio de guerra con un oficial de la reserva que tambiรฉn marchaba al frente. Solo temรญa que su novio no estuviera esperรกndola en la estaciรณn, porque en Correos habรญan rechazado su telegrama y los trenes no circulaban con regularidad. Su temor aumentรณ cuando supo por los demรกs pasajeros que en Pisek los trenes paraban en dos estaciones, โPisek Apeaderoโ y โPisek Ciudadโ, y que quedaba completamente descartado conseguir una habitaciรณn en el hotel, porque la ciudad estaba abarrotada de oficiales y cada habitaciรณn la ocupaban siete u ocho personas. Ahora estaba desesperada por llegar a horas tan intempestivas y quizรก verse obligada a vagar sola por la ciudad durante toda la noche, pues no lograrรญa encontrar el nรบmero 217 de Pisek y โen caso de encontrarloโ no iba a molestar a una casa desconocida. Los pasajeros le aconsejaron interrumpir el viaje en Pribram, pasar allรญ la noche y continuar a las seis de la maรฑana. Yo tambiรฉn aceptรฉ esta sugerencia y declarรฉ mi intenciรณn de hacer lo mismo, para no pasar la noche en las calles de Pisek. Al llegar a Pribram, me apeรฉ del vagรณn con ella, fuimos al hotel mรกs cercano y cenamos. Ella ganรณ confianza conmigo, me hablรณ de su relaciรณn de muchos aรฑos con su novio, con el que se mostrรณ bastante crรญtica, aunque deseaba casarse, sobre todo porque รฉl tenรญa derecho a pensiรณn. Por lo demรกs, deduje de la conversaciรณn, sobre todo de su descripciรณn de las escenas de celos y reproches que le hizo el novio, que la joven tampoco era un angelito. Desviรฉ entonces la conversaciรณn a asuntos mรกs divertidos y sobornรฉ al camarero para que dijera que solo disponรญan de una รบnica habitaciรณn con dos camas, pero ninguna de una sola cama.
A las seis horas de la maรฑana partimos a Pisek. Yo me dirigรญ de inmediato al cuartel. Por el patio pululaban cientos de reservistas, algunos uniformados y otros no. Un sinnรบmero de viejos conocidos. ยกPero cuรกnto habรญa cambiado la mayorรญa desde nuestro tiempo juntos de servicio! Los que entonces no habrรญan salido del cuartel sin el cordรณn perfumado y habรญan demostrado su coqueterรญa incluso en la colocaciรณn de las estrellas del rango ya no consideraban que mereciera la pena coserse un botรณn colgante o hacer el dobladillo a unas mangas demasiado largas. Tenรญan un aspecto desastrado; la vida civil, que antaรฑo tanto habรญan anhelado, los habรญa tratado peor que el sargento. Estaban envejecidos, se habรญan dejado barba y estaban convertidos en padres de familia; me causรณ una impresiรณn extraรฑa que un antiguo colega de la Compaรฑรญa, que habรญa sido un pรญcaro tremendo y habรญa pasado conmigo meses de arresto, contase que era padre de cinco niรฑos.
Se hablaba de Serbia, del suicidio del oficial encargado del almacรฉn, el capitรกn Thoma, del que ha corrido el rumor de que se habรญa matado por los desfalcos. En realidad parece que el almacรฉn estaba en orden y Thoma cometiรณ su acciรณn por puro nerviosismo y miedo al follรณn.
Por la tarde anunciaron por carteles que el kรกiser habรญa ordenado la movilizaciรณn general. Pensรฉ en mi madre y en que seguramente iban a llamar a filas a mis cuatro hermanos; se me encogiรณ el corazรณn al imaginar cรณmo estarรญan ahora en casa con una horrible zozobra por tener que partir a la guerra. La gente leรญa el cartel funesto sin comprender: โEstรก bien que tambiรฉn les toque a los demรกs paรญsesโ. โEsto significa que tambiรฉn serรกn movilizados los batallones de cazadoresโ, etc. Por la noche tuve que hacer el petate y atar arriba el capote. ยกBuf, menudo trabajo! Creo que preferirรญa helarme โen campaรฑaโ a ponerme el capote, por no tener que volver a enrollarlo.
Sรกbado, 1 de agosto de 1914
He pasado la tarde en casa de un comerciante al que conozco desde que era funcionario del partido socialdemรณcrata en Praga. Me agasajรณ, fanfarroneรณ delante de su mujer de sus relaciones con el mundo literario y me puso como testigo. Contรณ que, tres o cuatro aรฑos antes, se iba todas las noches de juerga con Hugo Salus y que le habรญa prestado veinte coronas en un burdel; Salus se gastรณ el dinero en bebida, pero no se lo devolviรณ. ยกEl bueno de Salus! Seguramente en toda tu vida te has gastado veinte coronas en bebida, ยกmuchรญsimo menos prestadas! La mujer del comerciante temรญa que movilizaran a su marido por ser miembro de la reserva territorial. รl mismo confirmaba sus temores con consuelos deliberadamente torpes para dรกrselas de guerrero y fortalecer su amor mediante el temor. Asรญ que me tocรณ la penosa tarea de consolar a la mujer, mientras el marido insistรญa en el peligro que corrรญa.
Por la maรฑana, en la Compaรฑรญa, recogรญ mi fusil y las cartucheras. Me echรฉ encima el petate y el resto del armamento tambaleรกndome bajo el peso. ยกY eso que todavรญa no habรญa empaquetado los cartuchos de guerra! Tambiรฉn nos entregaron la cรกpsula de identificaciรณn, un botiquรญn y un saquito de sal.
Por la maรฑana nos mandaron formar; soy el jefe del segundo grupo de la cuarta secciรณn y jefe de la cuarta escuadra. Tengo doce personas bajo mi mando. Por la tarde cada hombre recibiรณ doscientos cartuchos de guerra y yo, por ser jefe de escuadrรณn, solo cuarenta. Ahora me parece una suerte, porque no sรฉ cรณmo habrรญa transportado semejante peso de plomo junto con las demรกs cargas.
En Pisek un alfรฉrez de avituallamiento muriรณ en la plaza del mercado de un ataque al corazรณn. Un soldado de la Milicia Nacional se pegรณ un tiro, un cadete de artillerรญa estรก ingresado en el hospital con una herida mortal por un disparo. La esposa de un reservista de Purkraditz ha enloquecido. A pesar de enterarnos de tales acontecimientos estamos de un humor inmejorable. Mรกs que humor negro es inconsciencia y, acaso, desconocimiento de la situaciรณn. Tambiรฉn aquรญ se juntan la mรกxima estupidez con la mรกxima inteligencia:ยฟquรฉ mejor que despreocuparse? Es una suerte que el buen humor sea contagioso. El cafรฉ instantรกneo que han distribuido lo repartimos entre los jรณvenes del pueblo. El pรฉtreo biscote y la carne en conserva los guardamos en el morral, los no fumadores hacen un floreciente negocio con la raciรณn de tabaco. En Pisek no se pueden conseguir estrellas de rango, por eso los cabos y sargentos se han pintado con tiza o lรกpiz los distintivos. El hotelero Seltmann de Praga, que acaba de llegar en automรณvil, cuenta que Jaurรจs ha sido asesinado por su oposiciรณn a la guerra y que el Lovcen ha sido tomado por los austriacos al tercer asalto. Me niego a dar crรฉdito a estas noticias.
En el mercado prestamos juramento a las siete de la maรฑana. En la plaza no cabรญa la gente; estรกbamos apretujados como sardinas en lata. El teniente coronel Haluska abrazรณ a los viejos soldados de su compaรฑรญa, desde las ventanas del ayuntamiento arrojaron flores y todos los pobres reservistas que el dรญa anterior habรญan sido arrancados, presos de la desesperaciรณn, de los brazos de sus mujeres e hijos, daban por sentado que los besos que arrojaban las damas elegantes iban dirigidos a ellos, asรญ que los devolvรญan. Cuando llevaron a la plaza la bandera del regimiento a los sones del himno nacional, la excitaciรณn aumentรณ y, en la pausa entre las dos รณrdenes ยซRindan armasยป y ยซRetiren armasยป seguro que casi todos rezaron una jaculatoria, a pesar de que en los cientos de repeticiones de ese ejercicio a nadie se le dijo nunca que en ese lapso de tiempo tuviera que rezar una plegaria. Tras una misa breve, el capitรกn Turner leyรณ con gallardรญa y voz grandilocuente y pasmosa el juramento en alemรกn para la tropa germana, que lo repitiรณ; le sucediรณ el juramento en checo. No formar un batallรณn con los alemanes y jurar separados de los demรกs se debiรณ a una mala organizaciรณn. Asรญ, en cada juramento, la tropa de la naciรณn no participante permaneciรณ con la cabeza cubierta en posiciรณn de descanso. Ademรกs, la fรณrmula del juramento estaba redactada con unas frases y un estilo penoso, las pausas eran absurdas y el lenguaje, enfรกtico y rimbombante. Al terminar esto, el nuevo jefe del regimiento, el coronel Karl Wokoun hizo un discurso, inspirado en el manifiesto imperial, que fue traducido al checo por el comandante Lasek. A continuaciรณn, el coronel dio un hurra por el kรกiser, la tropa agitรณ las gorras, los oficiales desenvainaron sus sables y el pรบblico en las ventanas agitรณ sombreros y paรฑuelos. Despuรฉs de que el alcalde adornase la bandera con una cinta roja y blanca, comenzรณ la partida; de algunas ventanas llovรญan flores, entre el pรบblico, las mujeres y los viejos lloraban, y la excitaciรณn se contagiรณ a la tropa, que se esforzรณ por ocultar su emociรณn con comentarios cรญnicos.
ยกEscrรญbelo, Kisch!, publicado por Xordica, llega el 19 de noviembre a las librerรญas.
Egon Erwin Kisch (Praga, 1885-1948) fue un periodista e intelectual judรญo del periodo de entreguerras.